Por Vivian Palmbaum @vivi_pal y Laura Cabrera
La identidad de La Bombonera se ve nuevamente en peligro. Angelici y una tentadora suma millonaria amenazan con modificar el nombre del estadio, agregándole el de una empresa china. El contrato sería hasta 2017, por lo que el dirigente debe pedir el visto bueno de la Asamblea de Representantes. Adentro, el oficialismo es mayoría. Afuera, el pueblo en desacuerdo con la medida.
“El último deseo de Daniel Angelici: vender el nombre de la Bombonera por una suma millonaria”. Así titulaba La Nación el 24 de agosto pasado. La intención parece ser agregarle al nombre de la Bombonera, Alberto J. Armando, la denominación de una empresa china, por una oferta que trascendió oscila entre los 5 y los 10 millones de dólares. Un contrato que se extendería hasta 2017, o sea más allá del mandato del actual presidente de la institución, Daniel Angelici, por lo que el mismo debe buscar la aprobación de la Asamblea de Representantes, en la cual el oficialismo cuenta con mayoría propia.
La réplica no se hizo esperar. La organización Boca es Pueblo, que parece lo más cercano al sentir popular y barrial, emitió un comunicado repudiando esta iniciativa y acusando a la dirigencia de querer convertir el nombre de Boca en un cartel publicitario. Debajo de LA BOMBONERA NO TIENE PRECIO emiten una declaración en donde expresan: “…un nuevo ataque a la identidad de Boca, pretende cambiarle el nombre a La Bombonera por el de una empresa que esté dispuesta a pagar por ello”. Cuestionan la iniciativa explicando que la actual dirigencia ha demostrado que los ingresos que generan este tipo de emprendimientos, como el cambio del color de las camisetas no se tradujeron en mejoras para el club y por el contrario después de eso intentaron cerrar el vóley profesional por falta de recursos económicos.
En el comunicado, Boca es Pueblo pone en tela de juicio a dirigentes y comunicadores mediáticos que al mismo tiempo que difunden la idea de lo bien que está el club, económicamente instalan la necesidad de tomar este tipo de decisiones, lo que parece una contradicción. “Los hinchas de Boca no tenemos ninguna garantía de que esos ingresos se traduzcan en mejoras para el club o para el barrio”, expresan.
Parece sorprendente, quizás no, que al mismo tiempo que la dirigencia presenta la necesidad de sumar ingresos, el viernes pasado La Bombonera fue escenario de la foto oficial de seis de los diez flamantes jugadores Santiago Vergini, Ricardo Centurión, Axel Werner, Sebastián Pérez, Wilmar Barrios y Nazareno Solís, seis de los diez ingresos con los cuales el Xeneize va en busca de la ansiada Libertadores (el libro de pases del Club se completa de esta manera. A instancias de semifinales de la copa mencionada, Boca había recibido a Fernando Tobio, Walter Bou, Darío Benedetto y Fernando Zuqui).
La agrupación Boca es Pueblo tiene una visión crítica de la forma en que el club está siendo gerenciado, ya que los ingresos en gran parte se hallan tercerizados, lo que no le permite un capital genuino al club sino que los recursos se hallan en manos de “empresas que se sirven de Boca y muy poco le dejan a la institución”. Por lo tanto, continúan enumerando: “El cambio de nombre de la cancha a cambio de nada concreto, a la luz de las experiencias pasadas, jamás se ha traducido en ningún beneficio para el club. Quizás si para los dirigentes”. Anticipan además que “según qué empresa acuerde con Angelici, puede significar el inicio de una relación que devenga en otras inversiones, por ejemplo, la construcción de un nuevo estadio; o bien la concesión de entradas para que explote la empresa, con lo cual no es sólo un cambio de nombre, sino también la profundización del modelo elitista y la exclusión de los hinchas de las tribunas”
Al finalizar el descargo, indican: “Tanto hinchas como vecinos y vecinas debemos oponernos rotundamente a resignar nuestra identidad. La Bombonera tiene un nombre formal que homenajea a un ex presidente y un nombre verdadero tomado de su diseño, que mucho tiene que ver con el efecto que produce en los rivales cuando toda nuestra gente alienta sin parar, y que la ha hecho mundialmente famosa, envidiada en todas partes del mundo y es parte de nuestra mística e identidad. Nada de todo esto puede cambiarse por plata, La Bombonera no tiene precio. LA IDENTIDAD NO SE VENDE. NO A LA MERCANTILIZACIÓN DE LOS SÍMBOLOS.”
La decisión de la actual dirigencia, continuadora del espíritu privatizador de Macri, genera una polémica entre los propios hinchas. Mientras que la organización popular Boca es Pueblo expresa su rotunda oposición al proyecto, otros hinchas expresaron en las redes sociales abogando por los brillos de los ingresos económicos como única posibilidad de engrandecer al club, idea que se ha instalado con fuerza desde la gestión Macri en Boca Juniors, que privatizó todos los espacios públicos y restringió el acceso a los sectores populares y del barrio. Recordamos que Mauricio Macri inició su carrera política haciendo pie en el club desde donde se lanzó a la política a nivel nacional, impulsando un modelo neoliberal de gestión separado de cualquier interés más allá del modelo empresarial financiero.
Al mismo tiempo desde el Gobierno Nacional se renueva el impulso al modelo que busca convertir a los clubes en sociedades anónimas, que nació con la gestión de Boca, lo que amenaza con terminar de liquidar cualquier interés deportivo para situarlo sin dudas en el ámbito financiero transnacional, que pondría en movimiento un capital de origen poco claro. Un modelo europeo cuyos resultados no parecen tan claros.
El modelo europeo y su evolución
En la revista Brando puede leerse una síntesis sobre la relación entre empresariado y fútbol. Originariamente tuvo una vinculación fuerte entre lo afectivo y la identificación regional. El modelo era el italiano, donde familias poderosas tenían entre sus empresas al club de fútbol de su zona. El ejemplo más significativo es el de la familia Agnelli, dueños de la Juventus desde hace casi cien años. El fútbol luego fue fuente de poder político y también en Italia está la referencia inmediata: Silvio Berlusconi, que compró el AC Milan en 1986 y, gracias al tridente holandés Van Basten-Gullit-Rijkaard y sus títulos, consolidó su ascendencia en una sociedad que lo eligió cuatro veces como primer ministro. En España el fútbol también es una plataforma de poder.
Todos los clubes son sociedades anónimas menos cuatro: Osasuna, Athletic Bilbao, Barcelona y Real Madrid, pero esto no impide hacer negocios. Florentino Pérez es presidente del Real Madrid y titular de ACS, una de las tres constructoras más poderosas de Europa. En 2001 el club tenía una deuda de más de 200 millones de euros. Gracias a sus contactos en el Partido Popular, Pérez logró el revalúo de la zona donde estaba la Ciudad Deportiva, la vendió en 480 millones de euros y licuó lo que debía. Hace diez años apareció la tercera instancia de esta relación: ultramillonarios ajenos al fútbol que compran un equipo para ganar plata, blanquear fondos, lograr visibilidad u otras razones nunca del todo claras. Oligarcas rusos ligados al petróleo, familias reales de Medio Oriente y millonarios de todos los rubros, estas son las diez personas más ricas del mundo con inversiones en clubes de fútbol.
A nivel regional puede pensarse en el ejemplo mexicano con Carlos Slim, considerado el hombre más rico del mundo. En 2012 entró al negocio del fútbol con tres clubes en México y uno en España. Slim compró el 30 por ciento de Pachuca y de León, con intenciones de romper el duopolio entre Televisa y TV Azteca. Su primera medida fue vender los derechos de los partidos a UNO TV, empresa suya. En noviembre se metió en el Real Oviedo de la tercera división de España. Desembolsó 2,5 millones de dólares y se quedó con el 33 por ciento de las acciones y el control del club. En diciembre adquirió Estudiantes Tecos, que está en la segunda división mexicana. Es hincha de los Pumas de la UNAM, equipo que administra un patronato -integrado por intelectuales y empresarios- del que participan Slim y su hijo.
Entonces se impulsa un modelo de gestión con un capital que se estaría colocando en varios clubes locales al mismo tiempo, en donde quedaría poco claro qué intereses se juegan en los resultados de los partidos.
La crisis global y la era post Grondona
La crisis financiera global también parece tener su anclaje en el popular deporte. La corrupción atravesó la FIFA, Federación Internacional del Fútbol, y se cobró varias víctimas, entre los principales dirigentes a nivel internacional. Corrupción, favores y ventajas se trafican más allá de las fronteras. También en lo local el fútbol transita una grave crisis. En la era post Grondona: muerto el perro apareció la rabia. Un año que empezó con el escándalo de fraude en las elecciones en la AFA, con implicaciones diversas que llegan hasta la justicia, con algunas implicaciones a nivel gubernamental.
No olvidamos que Angelici es reconocido como el principal operador del gobierno en la justicia. La crisis económica del fútbol postergó el inicio del Torneo de Primera División, que recién se inició el 26 de agosto y se destrabó por un desembolso del gobierno, que no tuvo más remedio que intervenir, para no sumar un motivo más al descontento popular por la gestión nacional, mientras se benefician los grandes clubes de primera división. Al mismo tiempo que el Fútbol para Todos tiene fecha de vencimiento a fin de año, lo que promete volver al modelo de “pague y mire”.
Una gestión neoliberal de gobierno que hunde sus raíces en el más popular de los deportes en la Argentina y que al igual que en otros aspectos de las políticas de gobierno busca beneficiar a los sectores del capital concentrado para dejar de lado a los más desfavorecidos, también por estas políticas elitistas.