Por Gabriel Casas
El reciente título del club xeneize, más allá de lo puramente futbolístico, puede ser analizado como el puntapié a un revival de otras épocas. Conducido por un empresario del PRO, como lo es Daniel Angelici, y avalado por su mentor Mauricio Macri, Boca quiere aportar su grano de arena al aire de cambio que cierto sector de nuestra sociedad quiere ver nuevamente en el poder.
Tuvo que sufrir varios años turbulentos Angelici para codearse con el éxito deportivo. Este modelo empresarial que maneja a la institución de la Ribera no se veía correspondido por un campeonato. Hasta hace apenas meses atrás, Angelici era insultado y parecía que su destino como presidente estaba decretado hacia un final anunciado.
“Pero si la pelota no quiere entrar, es muy difícil”, se lamentaba el titular xeneize, mientras se jactaba de logros económicos y administrativos de su gestión. Decía que Boca era un club ordenado y productivo, al que sólo le faltaba un título como frutilla del postre. Encima, tenía el lastre de haberse “cargado” en esa época de vacas flacas a los dos últimos ídolos dentro y fuera del campo de juego, Juan Román Riquelme y Carlos Bianchi.
Sin embargo, un éxito cambia abruptamente el panorama en un fútbol rendido ante el resultadismo extremo. Y se le suma el regreso de un hijo pródigo como Carlos Tévez, para que todo sea redondo. Se acabaron los insultos y pedidos de que se vaya para Angelici. Es más, va por la reelección. Hasta Riquelme, que aprovechaba cada aparición mediática para chicanearlo (“Yo soy hincha de Boca, el presidente no creo”) y denostarlo, ahora declaró que el dirigente conseguirá el objetivo de mantenerse en su cargo.
Los noventa, o la “década ganada” bostera
No es necesario volver hasta los noventa como referencia de lo que desea ese mal denominado “mundo Boca” (como también es desacertado en el caso de River). Quieren regresar a la primera década de 2000, donde cosecharon cuatro Copas Libertadores, dos Intecontinentales, dos Sudamericanas y otros torneos internacionales de menor renombre y algunos locales. Sería algo así como “la década ganada” del bosterismo. Por eso tanto desahogo en el festejo del certamen de 30 equipos en un año, que como les remarcó Riquelme, donde River ganó la Libertadores (encima, eliminándolos) y se irá a Japón, comparándolo irónicamente con la promesa electoral de Angelici.
Para no ser injustos con Boca, también otros clubes importantes del fútbol argentino se encomendaron últimamente a la gestión empresarial, por más que sean asociaciones civiles sin fines de lucro. Rodolfo D´Onofrio en River, Marcelo Tinelli en San Lorenzo, Víctor Blanco en Racing y Juan Sebastián Verón en Estudiantes, son los ejemplos más conocidos. Y con la dupla Tinelli-Verón quieren desembarcar ese modelo también en la AFA.
El problema es Angelici y todo lo que significa (como Macri para el país). Un nuevo mandato implica ir por más y no me refiero a lo exclusivamente deportivo. Angelici quiere, con la venia de sus amigos en el Gobierno de la Ciudad, que le cedan los grandes terrenos de al lado de Casa Amarilla que habían sido prometidos en su momento para hacer viviendas para los vecinos del barrio. Es más, muchos de esos vecinos ya fueron estafados económicamente (vendiéndoles el sueño del techo propio) por personas que vinculan al PRO en Capital.
El presidente de Boca quiere construir ahí un nuevo estadio con un estilo europeo para poder solucionar el problema que hoy tienen de capacidad para albergar a sus hinchas. A diferencia de los socios, que en general prefieren mantener, y en lo posible que agranden, la mítica Bombonera. Y si vuelven del todo los hinchas visitantes, como lo está empezando a imponer Daniel Scioli, es peor el panorama para esta cancha que dicen que “no late, tiembla”.
Entonces, este título de Boca en el torneo denominado Julio Grondona (en homenaje a ese gran ladrón de guante blanco de la AFA y de la FIFA) vendría a ser algo así como el anhelo del “que vuelvan todos”, en referencia a esos éxitos de comienzos y mediados de 2000. También, aunque suene imposible con Angelici, que regrese Bianchi (si se va Arruabarrena) y hasta Riquelme (si se llega a arrepentir de su retiro sin gloria con la azul y amarilla). Macri, no. Total la esperanza de los xeneizes macristas es que llegue a la presidencia de Argentina porque creen que puede tener el mismo éxito deportivo (ni por asomo en lo social y económico) que tuvo en su gestión en el club y le sirvió para su objetivo de ir primero a la Ciudad y después competir con chances por la Nación.