El feminicidio político de la defensora de los ríos y lideresa del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), Berta Cáceres Flores, constituye un punto de inflexión en el reconocimiento de las Defensoras de los territorios del Sur Global. A seis años de su siembra, compartimos sus reflexiones para la serie “Defensoras. La vida en el centro”, un trabajo conjunto de Marcha Noticias y Acción por la Biodiversidad.
Por Redacción Marcha * | Ilustración: Ximena Astudillo
Berta, junto con la comunidad del Río Gualcarque, se oponía a la construcción del proyecto hidroeléctrico “Agua Zarca” de la empresa DESA en su territorio, y por eso fue asesinada por un grupo de sicarios contratados por esta misma empresa, en complicidad con el Estado hondureño.
– Foto tomada de Colombia informa
Desde aquel asesinato en 2016 a la actualidad, los pueblos de Abya Yala pusieron en evidencia diferentes formas de amenazas y ataques vinculados con el avance sobre los territorios de los proyectos extractivistas que traen consecuencias a las que se suman las de la crisis sistémica que expuso la pandemia de covid-19 y la crisis climática.
En 2015, Berta recibió el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente. En la ceremonia de premiación, la defensora de los ríos anticipó el actual contexto de crisis social y ambiental: “¡Despertemos humanidad, ya no hay tiempo!”.
En su último viaje a la Argentina, durante 2014, dialogamos con Berta. Ella expuso, en clave de género, la situación del pueblo hondureño ante el avance de la privatización y los saqueos de sus territorios y bienes comunes en complicidad con el Estado hondureño y su brazo paramilitar. Hablamos, también, del lugar de las feministas en la lucha de los movimientos populares, indígenas y campesinos.
Hablamos con Berta en una pizzería, en uno de esos restaurantes emblemáticos que se ubican en la calle Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires a la salida de los principales teatros. Pero no habíamos ido al teatro, tampoco habíamos salido a caminar sin destino alguno por las librerías y disquerías de la avenida. No recuerdo con exactitud, pero seguramente veníamos de alguna marcha o quizás de la entrega de alguna declaración colectiva en la Embajada de Honduras o en la Cancillería Argentina, donde denunciábamos la situación que atravesaba su país.
Cuando viajaba a la Argentina, el Equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía coordinaba milimétricamente cada momento de su visita, cada charla necesaria. Quienes frecuentábamos el espacio queríamos escucharla, conocer más de ese país tan lejano del que tan poco nos habían hablado en la escuela. Las místicas del espacio de Pompeya, la ronda con las Madres de Plaza de Mayo, las mesas de Feministas en Resistencia en los Encuentros Plurinacionales, el Juicio Ético-popular a las Transnacionales junto a defensoras de diversos territorios siempre hacían parte de la agenda. En cualquiera de estos lugares, cuando hablaba ella, el silencio imperaba. Pocas personas, como Berta, lograban enunciar la crueldad sin perder la amorosidad.
– Foto tomada de Nodal
“Honduras funciona como enclave, como laboratorio”, concluía cada tanto en sus reflexiones; un país laboratorio donde se experimentaba con la vida de los pueblos y se diseñaban las mejores políticas de invasión yanqui. Ella sabía que pocas personas podríamos marcar con certeza en un mapa las líneas que delimitaban a Honduras en Centroamérica. Ciertamente, las fronteras y los límites no le preocupaban, pero sabía de su existencia y de la necesidad de romperlos.
Esta entrevista, como decía, se hizo en una pizzería con sus ruidos y olores cotidianos. Era el último día de su visita y Berta había hablado toda la jornada en diferentes espacios. Sólo quedaba cenar para distender, tomarnos una cerveza y chusmear un poco; al otro día saldría muy temprano para el aeropuerto. El descanso era necesario pero, también, sus denuncias se multiplicaban año a año y teníamos la urgencia de comunicar tanta hostilidad.
Nos acercamos con una compañera para preguntarle si podíamos realizar esa entrevista tan deseada. Inmediatamente Berta nos dijo que sí. Pensamos que nos quedaríamos paradas en el medio del pasillo de la pizzería y que sólo podríamos realizar una o dos preguntas. Pero no, nos propuso que nos sentáramos en otra mesa para escucharnos mejor y se tomó el tiempo para responder cada pregunta en profundidad.
Sabíamos, por las charlas e intercambios de confianza que habíamos tenido, que su situación en el territorio era cada día más compleja. Las violencias se habían vuelto un cotidiano y la comunidad estaba ejerciendo su derecho a la autonomía a través del control territorial. Lo que no sabíamos es que esa era nuestra última noche con ella.
Un año y unos meses después asesinaron a nuestra compañera, a nuestra hermana. Berta la de las palabras claras, la de la sonrisa cómplice. Berta, la defensora de los pueblos y de los ríos. Hoy Berta somos todas, y no se trata de una consigna: sus reflexiones y luchas recorren cada territorio y alientan a su defensa. Su esperanza nos sigue despertando cada mañana porque más temprano que tarde “lo vamos a lograr”, como alguna vez el río le dijo a ella.
Camila Parodi, 2022
–A pesar del “cambio de gobierno” vemos una continuidad del golpe de Estado contra Mel Zelaya en 2009, una suerte de golpe enmascarado. ¿Cuál es el contexto actual en el que se encuentra el pueblo en Honduras ante este escenario?
–Lamentablemente habíamos dicho eso, y hoy caminamos a la introyección de un proyecto de dominación en Honduras después del golpe de Estado que, no sólo se ha expandido sino que se ha consolidado. Y esa consolidación es a través de la implantación de un nivel de entrega de la soberanía, territorio y bienes de la naturaleza a empresas trasnacionales, mineras, al sector energético, a la gran cantidad de empresas turísticas, a la explotación forestal, la explotación de mano de obra barata.
Estamos en un país donde la injusticia social es terrible y las desigualdades son abismales. Se trata de uno de los países más violentos del mundo, con la tasa de homicidio más alta de la región y de una intensa militarización que acompaña todo ese proyecto de dominación, que en particular afecta muchísimo a las mujeres, porque al reforzarse toda la militarización significa mayor agresión para las mujeres en todos los niveles y aspectos que podamos imaginar.
– Foto tomada de Radio Kermese
–¿Cuáles son estos aspectos y mecanismos de control?
–Vivimos en un país de enclaves coloniales donde nos han repartido bajo una aberración, como nunca hemos visto en quinientos años: la brutal entrega de Honduras en lo que se le llama, en el Estado, como la zona de empleos y desarrollo económico, conocida popularmente como “ciudades modelo”. Esto implica la conformación de enclaves coloniales, que van a tener sus propios gobiernos, legislación, medidas migratorias, ejército y tribunales, como así también su mecanismo propio para generar tratados de libre comercio sin que esto pase por el Congreso Nacional. Es una tercerización de la justicia. Sus gobernantes pueden ser extranjeros; de hecho se han escogido ya algunos y esto va a implicar lo que se llama resquebrajamiento del Estado de Honduras, ya que lo convierte en “republiquetas”.
Desde el golpe de Estado se viene preparando toda una maquinaria legislativa para hacer “seguridad jurídica” a todas esas grandes inversiones a través de la privatización y militarización. Así se han aprobado medidas e incentivos de inversión minera, forestal, turística, energética y sumado a eso, la criminalización de los movimientos sociales a través de leyes como la de inteligencia y la de intervención de la comunicación tanto pública como privada, todas copias de Colombia. También las figuras jurídicas con las que se nos acusa han cambiado de tal manera que garantizan que los luchadores y las luchadoras sociales se vean enfrentadas a estas situaciones donde el Estado es como una institución que no funciona para el pueblo con sus niveles de impunidad, indefensión total y de violación de Derechos Humanos.
En este contexto, se ha aprobado desde eso hasta leyes como, por ejemplo, la ley de pesca que concesiona plataformas marítimas, algo impresionante que nunca se había dado Y que se le van a entregar a petroleras, como ya se ha realizado. Y en el caso de esta ley también se le va a entregar a la gran industria camaronera, atacando contra el trabajo de los pescadores artesanales.
Las ciudades modelos están diseñadas igual que hace quinientos años: así como nos repartieron a algunos para sacar oro, otros para plata, añil y nos fueron repartiendo en enclaves fruteros, bananeros. Lo mismo pasa ahora y más en el caso de los pueblos indígenas Lenca, quienes reciben la mayor agresión porque precisamente es donde hay mayor riqueza.
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En una situación económica dramática donde más del ochenta por ciento de la población vive en niveles de pobreza e indigencia, según datos del mismo Banco Mundial y de la ONU, con una brutalidad de una violencia no antes vista: 89 muertos por cada 100 mil. Y en ciudades como San Pedro Sula, que no llega ni al millón de habitantes, la tasa de mortalidad por situaciones de asesinatos es de más de ciento ochenta. En Honduras vivimos una carnicería humana y eso no es aislado, eso es planificado, y es producto de la enorme injusticia social, política, económica.
–¿Cómo afecta esto a los y las luchadoras y, en particular, a la juventud?
–Los mayores afectados e impactados de esa carnicería son jóvenes. Un informe de organizaciones en defensa de la niñez ha demostrado que en Honduras se han asesinado casi 400 niños y niñas menores de 18 años en lo que va del 2014. Los niveles de femicidio, de asesinato político y a la diversidad sexual son brutales. Entonces, vivimos en un país donde ser luchadora es muy difícil, o simplemente sobrevivir ya de por sí es un milagro.
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–En ese marco, en el que los movimientos visualizan una triple dominación capitalista, patriarcal y racista, ¿qué estrategias y alternativas se están construyendo desde el campo popular?
–En este momento, el desafío que tiene el movimiento popular es enorme, porque venimos de un nivel de desmoralización bastante fuerte, venimos de un golpe de Estado que no se pudo revertir y de la pérdida de un partido en el que la gente de alguna manera había puesto sus esperanzas de tener algo distinto. Pero que con el fraude, las presiones y la manipulación de Estados Unidos y de la derecha, como así también de los desaciertos de la misma izquierda, pues pierde esas elecciones. Y gana el Partido Nacional con Juan Orlando Hernández (JOH), quien está entregando todo el país. Creo inclusive que es peor que Porfirio López, porque él prácticamente fue el que mandó y tuvo el poder en las administraciones pasadas y ahora sólo le queda ejecutar porque aprobó todo desde el Congreso. Por eso es un gran desafío, porque venimos de esta combinación de desmoralización dramática del pueblo.
– Foto tomada de Sierra Club
En este periodo nos encontramos en la lucha por sobrevivir, de luchar para mantenernos como organizaciones ante los ataques que se generan desde el poder, que es pura contrainsurgencia como en años anteriores. Es mentira que en Centroamérica se desmontaron estas estrategias contrainsurgentes contra los movimientos sociales. Siguen vivos, sostenidos y financiados –si bien han cambiado de modalidad por una más peligrosa–, por lo que existir como organizaciones es un logro de por sí. Estamos teniendo resistencias comunitarias desde la base, resistencias territoriales de levantamiento, de ejercicio directo de autonomía y control territorial. Y eso implica que las comunidades hacen un esfuerzo extraordinario para reafirmar, reconocer y recuperar sus territorios.
–Como es el caso del Río Blanco, ¿no?
–Claro, en el sector norte de Intibucá. En la zona fronteriza, los pueblos indígenas están en una lucha tenaz y frontal contra las trasnacionales y empresas de la oligarquía hondureña. Entonces, eso implica también que se elevan los riesgos y el nivel de indefensión ante los ataques a las comunidades, pueblos indígenas y a los mismos movimientos como el COPINH con la criminalización instaurada.
-¿Y en particular el COPINH en qué situación se encuentra?
Estamos en un proceso de autorreflexión crítica de los desaciertos que hemos tenido, de sólo haber encausado al movimiento social que en su mayoría terminó en un proceso electoral. Y se debe profundizar, falta todavía madurar eso, pero estamos ahora en una situación de luchas territoriales distintas, hay muchas luchas comunitarias y por ende mucha represión y asesinatos. Y ahí el gran desafío que tenemos es volvernos a articular ya no sólo desde el Frente Nacional Resistencia Popular sino a través de otro espacio igualmente legítimo que estamos desarrollando. Creo que el refrescamiento y encauzar la esperanza, la convicción de que tenemos razones para seguir luchando por una Honduras distinta y refundada va a seguir intensificando la movilización popular y la resistencia de manera articulada.
-¿Y abandonando la apuesta por lo electoral?
En el COPINH tuvimos una posición crítica ante eso, como organización no nos vinculamos ni nos quisimos adherir a ningún partido político. Ni siquiera a LIBRES (“Libertad y Refundación”, partido político de izquierdas en Honduras), que es producto de la resistencia al golpe, pudo; elegimos mantenernos como movimiento autónomo e independiente apostándole a la lucha anticapitalista, antirracista y antipatriarcal. Pero tampoco es que consideremos que sea un error haber creado un partido, es necesario dar esa batalla. Sólo que es importante no plegar o no convertir en apéndice de los partidos políticos al movimiento social. Así como no abandonar la lucha social que tiene propuestas políticas emancipatorias.
Entonces, si logramos engarzar los objetivos de una apuesta partidaria electoral claramente definida por la refundación, no por reformas y que tengan posturas como los mandatos de las asambleas populares de Frente de Resistencias Populares. Si podemos concretar eso y realmente generalizar una voluntad política para avanzar en esa propuesta de vida, entonces, sí podremos coincidir. Pero no quiere decir que nos tengamos que casar, sino mantenernos de manera autónoma coordinando de manera estratégica, pero entendiendo que somos distintos podemos coincidir si tenemos un proyecto emancipador.
En LIBRES está habiendo un debate, un grupo de compañeros y compañeras que están repensando, pero claramente hay muchos desafíos. Desapegar la dirigencia de las prácticas políticas partidarias que cuestionamos siempre es muy difícil, implica una revolución dentro de todo este proceso y de la conformación de una fuerza social fresca, revitalizada y con un planteamiento real para el pueblo hondureño toque toda esa injusticia mencionada y con nuevas prácticas políticas éticas que emprendan la complejidad y diversidad que somos, y ahí está la clave para avanzar. Que la diversidad sea la riqueza pero con un horizonte de convergencia política claro de desmontar la triple dominación que hoy vivimos.
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– Foto tomada del Diario La Tribuna
–En el momento del golpe de Estado, el lugar de las feministas en las calles fue muy importante y aportó mucho al debate interno de los movimientos populares para asumir la lucha contra el golpe y contra la violencia patriarcal. A su vez, en este devenir se intensificó la problematización interna sobre la violencia machista en los mismos movimientos ¿Cómo se mantiene y cuál es el rol de las feministas que fue tan importante en la resistencia hondureña?
–Ante la múltiple forma de dominación, las luchas de las organizaciones y de las mujeres feministas hemos pasado a un momento distinto, pero que no deja de tener el hilo de lo que construimos después de la resistencia al golpe. En ese marco, las organizaciones tanto de mujeres como mixtas, rurales y urbanas están haciendo el esfuerzo de seguir dando esa lucha en contra del patriarcado, primero dentro de las mismas organizaciones del movimiento popular que de alguna manera lo hemos implementado. Pero claro, ha sido muy duro, y yo creo que tenemos un largo camino por recorrer todavía.
Como mujeres estamos ahora en la lucha de los Derechos Humanos, porque pesa cómo ha crecido la violencia hacia las mujeres y ahora con más asesinatos de mujeres por ser luchadoras sociales de una forma muy cínica. Por eso ahora nos encontramos cerrando filas por defender nuestras vidas, por estar tratando de acompañar en todo proceso de criminalización, de asedio y hostigamiento, de amenaza constante. Estas son coincidencias que nos encuentran a los movimientos indígenas, negros, feministas y campesinos; por eso el año que viene estaremos retomando la propuesta de refundación estatal desde la perspectiva antipatriarcal que nos une.
Desde el encuentro y el intercambio vamos avanzando, generando algo que quizás en otro contexto de otros países no sea necesario pero en el nuestro sí, que es alimentarnos de esperanza nuevamente de contrarrestar un poco esa desmoralización que ha habido, tratar de refrescar nuestra lucha y la convicción de lo que hacemos para tratar de reimpulsar otra vez una mirada ya más actualizada de acuerdo a la lectura de lo que hemos vivido y de los desaciertos para hacer el planteamiento nuevamente retomando el proyecto de vida.
La resistencia no comenzó con el golpe de Estado, tenemos un siglo de resistencia las mujeres, indígenas y negras. Seguimos encontrándonos; como feministas y pueblos indígenas tuvimos una coincidencia política en el debate dentro del Frente de Resistencia y, como pudimos coincidir en la lucha anti patriarcal, se sigue sosteniendo esta articulación.
–Ante la fuerte presencia feminista en la resistencia y la tensión a otros sectores del campo popular desde el golpe, luego de estos años que pasaron, ¿se mantiene este avance del feminismo dentro del campo popular o hubo un repliegue?
–Ha habido un poco de desaliento en los movimientos feministas. Desde nuestro entender, es que hay miedo también. Esa desesperanza también golpeó al movimiento feminista, que tuvo diferencias también de posiciones en cuanto al tema electoral. A su vez, creo que hay algún sector que ahora está volviendo a ingresar un poco a la vía institucional. Si bien puede ser que algunas sean interesantes, se corre el riesgo también de ser absorbidas por el gobierno, desde la institucionalidad oficial, como es el caso de la ley de defensores la cual decide quiénes son defensoras y quiénes no. Es muy peligroso. Entonces hay un debate, algunas discusiones y diferencias porque ya antes del golpe de Estado estaba este acercamiento, y yo digo que no es malo en algún contexto, pero en el contexto hondureño es muy difícil.
– Foto tomada de DW
Pero entendemos también que hay una desesperación por la situación de violencia. Aun así, esta dinámica institucionalizada sólo hace acrecentar la brecha de criminalización y estigmatización ya que quienes se asumen como luchadores y luchadoras sociales e indígenas en vez de defensores terminamos siendo terroristas. Hay muchas cosas para trabajar y seguir luchando. Pero aun así en el fondo, con la experiencia vivida en la lucha contra el golpe y la resistencia, teniendo las posiciones claras políticas de la múltiple dominación, creo que vamos a coincidir, ya que tenemos más cosas en las que coincidir que en las diferencias.
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– Foto tomada de Vida Nueva
Esta entrevista hace parte de la serie “Defensoras. La vida en el centro”, un trabajo conjunto de Marcha Noticias y Acción por la Biodiversidad con apoyo de la Fundación Siemenpuu.
Elegimos a Berta para dar el puntapié inicial porque su lucha marcó un cambio de época en las resistencias y la defensa de los territorios que continuaron durante los últimos años.
*La entrevista fue realizada por Camila Parodi y Ana Castillo en la Ciudad de Buenos Aires en noviembre de 2014.
Edición: Laura Salomé Canteros, Camila Parodi y Nadia Fink
Ilustración: Ximena Astudillo