Por Matías L. Marra. Concluído el domingo pasado el Bafici, reflexionamos sobre dos formas cinematográficas que han resultado infalibles: Hong Sang Soo y el cine español actual.
La séptima sinfonía de Beethoven reproducida en un walkman, en un reproductor de cassettes. Se trata de la última película de Hong Sang Soo, Nobody’s daughter Haewon (Haewon la hija de nadie). Eso es Hong: es el cine que no falla porque no se plantea formalismos que son ya viejos. Un respeto que no aporta, sino todo lo contrario.
En Oki’s Movie, también de Hong, se da una situación habitual en los festivales de cine. Exhibición de una película, y una posterior charla breve entre el realizador y el público. Las preguntas del público a veces son algo chistosas, especialmente cuando no entendieron del todo la película y hacen una interpretación (completamente válida) que al director ni se le había ocurrido. Pero en Oki’s Movie, exhibida en la retrospectiva que el Bafici le hizo a Hong, una chica del público acusa al realizador de haber dejado a su amiga. Ese giro al humor que se da en su cine es siempre novedoso, por más que vaya por su película número quince.
Nobody’s daughter Haewon es la historia de Haewon, una jóven que empieza a salir con su profesor universitario y director de cine, que no se anima a dejar a su esposa. No se puede establecer si Hong trabaja un cine autorreferencial en relación a su vida, pero sí se puede con su obra. La elección de actores que repiten roles similares en las películas, recursos estéticos que son rechazados por la mirada snob (el zoom más que nada), personas que se juntan a tomar soju, una bebida alcohólica coreana. En vez de rechazar estas repeticiones en su cine, uno no puede más que celebrar que exista Hong. Es, definitivamente, uno de los directores más interesantes que hay en el panorama actual.
Los detractores estrictos del Bafici se sorprenderán al ver que su cine es completamente popular. No porque sean películas baficeras, sino por el preconcepto contra el Bafici. Sus films son un éxito de taquillas en Corea del Sur, su país de origen, y celebradas gratamente en otros países, como por ejemplo aquí.
Los ilusos, en tanto, plantea una mirada sobre el cine que parte también sobre lo cotidiano, pero el personaje ya no es un director que vaga por festivales y clases en la universidad, sino que deambula por las calles española concibiendo una idea. Jonás Trueba construye su relato alrededor de la búsqueda inicial del hacer una película y no sobre la producción del film, como se suele hacer tradicionalmente.
Esta película es importantísima porque reafirma que el cine español actual es infalible. Es un cine que, sin tematizar la crisis, la traslada a una crisis de estilos, de transición, que todos se hacen presentes en Los ilusos. La mirada sobre el futuro del cine es optimista, y el ser iluso no es una cualidad despectiva, sino un valor.
En la nota anterior, quien escribe cometió el error de ser determinista en relación al cine nuevo. Es completamente conservador pensar que lo nuevo y su descubrimiento no es tarea propia. Sin embargo, tratándose de cine de baja calidad como el que se comenta en la nota anterior, y pensando en eso como lo nuevo, también se comete un error.
Y ahí es donde justamente el cine español actual adquiere su principal valor. No puede establecerse un estilo ya que todas las películas son distintas. Sin embargo, siempre que uno se enfrente a este cine español se enfrenta a lo nuevo. Y la experiencia es la del buen cine: la del cine que nunca falla.