Por Leonardo Candiano. Dialogamos con Manuel Santos Iñurrieta y con Carolina Guevara, integrantes del Bachín Teatro, sobre la labor del grupo en su casi década y media de ininterrumpido trabajo. El teatro, la poesía, la política y sus combinaciones en una charla para no perdérsela. Hoy, la primera parte.
El sábado 3 de mayo Bachín Teatro reestrenó con gran éxito Mientras cuido de Carmela (Poético monólogo de humor político), su última obra en cartel, creada en 2013. Mientras ensayan su próximo proyecto dramático y refaccionan su teatro propio ubicado en Parque Patricios -La Comuna, Zavaleta 74-, se tomaron un descanso para charlar con Marcha sobre su pasado, su presente y su futuro como grupo independiente. El teatro, la militancia y lo que surge entre ambas prácticas forman parte de este diálogo con uno de los grupos de teatro independientes más representativos de la actualidad.
Con la experiencia que tienen por sus 14 años de trabajo ininterrumpido, ¿cómo es esto de hacer un teatro político hoy en Argentina?
Manuel Santos Iñurrieta: Es un desafío. Nosotros primero nos paramos en la idea de lo independiente, en la historia del teatro independiente, y eso es algo que hoy está en discusión. Aparecen otras definiciones, otros formatos, está desde hace rato la idea del under, se suma la idea del off. También creo que existe en este sentido una mirada muy unitaria sobre el fenómeno teatral. Está bien, Buenos Aires es la capital del teatro no sólo en el país, sino en Latinoamérica, pero la idea de la producción de un teatro independiente es una forma generalizada en todo el país. En la Argentina se sigue trabajando con la forma del teatro independiente que todos nuestros maestros de teatro nos hablaron y nos invitaron a hacer. Eso es lo que está en disputa por otras formas de producción, por ejemplo, por las producciones mixtas, como el denominado teatro comercial de arte.
Nosotros partimos desde ahí, asumiéndonos como un grupo de teatro independiente, un teatro sin patrón, un teatro que pueda definir su repertorio, un teatro que pueda resolver el acontecimiento artístico en su totalidad con ese colectivo de actores, actrices, artistas y colaboradores que lo conforma. Ese es el objetivo, y ya ahí hay un posicionamiento político muy fuerte. Después, que nosotros, porque nos interesa, porque nos gusta, hayamos ido estudiando y definido líneas y gustos hacia donde ir en relación a lo estético y en el planteo de nuestro teatro, es algo que vino después. Igualmente, por momentos, respecto a lo político de nuestro teatro, lamentablemente vemos que lo que hacemos es una novedad.
Es bueno pensarlos como novedad y no como anacronismo, como algunos proponen…
MSI: Tal cual, en eso nos peleamos con muchos compañeros y amigos. De hecho, para muchos Brecht hoy es anacrónico. Hay líneas, uno no puede pensar que eso no tiene una posición política. Hay opiniones que se dirigen ineludiblemente hacia construir un relato de la historia borrando algunas experiencias, o tamizándolas, o cristalizándolas. De algunos años a esta parte, por ejemplo, se le pega desmesuradamente a Leónidas Barletta, siempre con el diario del lunes, ¿no?, y no se pondera lo que hizo en su momento, en su contexto y con sus posibilidades. Lo que él creó en algún sentido significó el puntapié inicial de lo que fue el movimiento de teatro independiente.
Internamente, cómo definen las temáticas a trabajar, los contenidos, cómo se labura en equipo tanto desde lo dramático en sí mismo como en lo audiovisual, que está muy presente en sus obras, la escenografía, la música, las luces…
Carolina Guevara: Pensaba en algo que nos define con particularidad como grupo de teatro independiente, y es tener el dramaturgo en el grupo, que es Manuel. Me parece que eso hace a la posibilidad de que se empiece a forjar y a consolidar una identidad artística, una poética, un lenguaje. Si bien somos un grupo de teatro independiente y trabajamos colectivamente, sí defendemos los roles, en el buen sentido, no una jerarquía pero sí los saberes distintos que cada uno tiene. Manuel es quien escribe, él es el director, y confiamos en ese saber, lo que no quiere decir que no discutamos con él la obra.
Los otros roles vienen de acuerdo a los gustos. No hubo una imposición de que alguien tiene que encargarse de la escenografía, otro de los videos, otro de la música. Nos fuimos dando cuenta quién tenía determinados saberes o herramientas para llevar eso adelante y en ese compañero confiamos, en él nos entregamos y lo apoyamos para lo que devenga del laburo. Pero sí marco esto del dramaturgo y el director, porque pasa que los grupos independientes que son sólo de actores, convocan directores, eligen obras, pero lo que es más difícil de lograr después una identidad respecto a lo artístico y al lenguaje.
MSI: Pensaba en esto de la vida grupal. Inicialmente te justaste porque te caés bien, después porque empezás a compartir libros, películas, empezás a construir un gusto común, y a partir de ahí vas haciendo un camino. Ese camino tiene que ver con lo que vas viviendo. Cuando pensamos siempre qué obra le sigue a la que estamos haciendo, entramos en una discusión colectiva, hacia dónde queremos vibrar, qué queremos contar, qué nos pasa colectivamente, asociándolo incluso con lo más doméstico. Así vamos definiendo también los espectáculos.
En ocasiones hemos charlado sobre temas y después de esa charla hago algunos garabatos y los leemos a ver qué nos parece, y a partir de ahí sigo escribiendo. En otros casos me sale una obra derecho, y ahí la llevo al grupo a ver qué les parece. No hay una manera definida en ese aspecto.
¿Cuándo y por qué se fundó el Bachín Teatro?
CG: Nosotros nos conocemos de la Escuela de Arte Dramático, que estaba deviniendo en el IUNA. Entramos en el ´99 a la escuela, cuando empezaba a desaparecer como terciario porque la pasaban a lo universitario. El IUNA fue un decreto de Menem, la pasaron así, de una. Nosotros entramos en un momento de bastante ebullición política. Todos los que después conformamos el Bachín veníamos además del interior a Buenos Aires a pelear el mango día a día, yo soy de Tres Arroyos, Manuel de Mar del Plata, Julieta de Córdoba, Marcos de Pehuajó. Eran cosas que nos acercaban. Nosotros nos llevábamos bien como personas, nos encontramos en el compañerismo, con una similar cosmovisión de vida. La Escuela ese año estuvo tomada mucho tiempo, terminamos ese año como pudimos y al año siguiente nos encontramos con muchas ganas de hacer teatro y dándonos cuenta que la escuela no nos estaba conteniendo, porque el programa en ese momento no era lo que uno esperaba. Nos encontramos diciendo “hagamos teatro, intentemos trabajar juntos”. Ahí estuvimos leyendo obras y un día Manu comentó que tenía algo escrito y que le gustaría dirigirlo. Lo leímos y nos encantó. Así arrancamos.
¿Qué obra era?
MSI: El apoteórico final organizado, que terminó siendo esa primera obra del grupo.
CG: Ahí nos encontramos haciendo una obra, con esa obra llegamos a Liberarte, que para nosotros era un verdadero emblema, era el lugar del teatro independiente posdictadura. Presentamos el video, como hacen todos, y les gustó la obra. En ese momento estaba Juano Villafañe dirigiendo la sala y de ahí la conexión con el Centro Cultural de la Cooperación después. Manu tenía 22, 23 años, Juano vio el perfil ahí, la dramaturgia distinta para la época y la edad que teníamos. Nos habló del proyecto del CCC y nos invitó a participar. Todavía no existía ni el edifico del CCC, era el año 2000, 2001.
Al segundo año nos preguntamos, ¿y ahora qué hacemos? ¿Cómo seguimos? ¿Armamos un grupo? Y ahí Manu dijo, “Yo estoy escribiendo otra obra”, y así seguimos.
Nosotros veíamos una posibilidad de estructurar un teatro, de generar una estética, un lenguaje, seguramente sin estas palabras en ese entonces, pero que nos seducía más que la idea de “creación colectiva”, que a veces puede hacer que un compañero con cierto saber quede subsumido por la idea de lo colectivo. A veces las cosas pueden suceder de otro modo y no está mal. Creemos que se fuerza de la misma manera cuando se impone una jerarquía porque sí, que cuando se impone una horizontalidad por decreto. Pero eso también fue discusión en su momento, cómo funcionar, y definimos hacerlo así. No por imposición sino porque era algo que nos atraía artísticamente.
Tenemos 14 años de grupo, es un numerito, hay que mantener y conciliar un montón de cosas, y a veces partís de lo más simple, ¿qué querés hacer el año que viene? Y volvés a elegir. Nosotros nos reinventamos cada año, permanentemente pensamos cómo seguir, porque en realidad nada ni nadie va a esperar este tipo de teatro hoy, con lo cual o vos confiás conscientemente en lo que querés hacer y salís para adelante, o se esfuma, y ahí el peso ideológico y político que le sumamos a esto.
MSI: Y hay un elemento más, en todos los espectáculos que decidimos hacer tiene que haber un elemento que nos invite a estudiar. Ahí sí hay una acumulación permanente. Así fue cuando hicimos Siberia, nuestra segunda obra, sobre el éxodo hacia España pos crisis 2001, nuestro ingreso a algunos elementos de la política lo hicimos con una obra que se llamaba Charly. Con el caso de Mariano Moreno y su teatro de operaciones o con Teruel y la continuidad del sueño es más obvio, pero nos sucede en todas las obras.
Además, haber elegido Brecht como un camino también nos llevó a eso. No podés entrar en Brecht profundamente si no tenés algunos elementos del marxismo. Entonces nos pusimos a estudiar marxismo, hicimos cursos, lecturas, con Profesor y todo. Terminábamos expresión corporal, cortábamos y nos sentábamos con el tipo y estudiamos el materialismo histórico…