El enfermero Ayven Huaranca Murillo está privado de su libertad tras haber socorrido a víctimas de la Masacre de Senkata. Desde entonces, se encuentra en la Cárcel de San Pedro, en La Paz, bajo la causa de “sedición, instigación al delito y terrorismo”. La Delegación Plurinacional Feminista incorporará su denuncia al Informe Sin Fronteras.
Por Camila Parodi y Sara Ordoñez desde La Paz
Uno de los primeros vídeos que sirvieron para denunciar la represión llevada a cabo por el gobierno de facto contra el pueblo boliviano durante el mes de noviembre fue realizado por Ayven Huaranca Murillo. Su único delito, por el que se encuentra privado de su libertad, fue asistir a víctimas de la Masacre de Senkata y realizar una denuncia en la que solicitaba el refuerzo de primeros auxilios. Que su vídeo se haya viralizado y que, por ende, haya servido para romper el cerco mediático impulsado por las empresas de comunicación en complicidad con el Golpe, mucho tiene que ver con su situación actual de encierro.
Como parte de la Delegación Plurinacional Feminista visitamos a Ayven. Encontrarlo no fue fácil, durante nuestros días en La Paz, la Fiscalía de la Ciudad de La Paz se encontraba “descomprimiendo las cárceles” por la superpoblación desatada a partir de las detenciones armadas e ilegales desde noviembre. De forma que los días de visita se redujeron y largas colas de familiares se desplegaban a los alrededores de los penales. Una vez adentro y tras recorrer los pasillos oscuros y laberínticos logramos dar con el ingreso a la Muralla donde se encontraba Ayven. La Muralla es el centro de aislamiento de la Cárcel de San Pedro que funciona como dispositivo de castigo.
“Tenían balas de guerra, tanques, helicópteros, mientras que los alteños sólo respondían con piedras”
No sabíamos cómo íbamos a ser recibidas, el miedo se seguía respirando en el aire, pero una vez abierta la Muralla nos reconocimos por su sonrisa. No tuvimos que decir nada, un instante de abrazos como si nos conociéramos de toda la vida y rápidamente a sentarse para no llamar la atención. Intentamos profundizar en nuestro objetivo de la visita pero no fue necesario, “yo salvo vidas no he hecho nada malo”, interrumpió Ayven. El enfermero sabe bien de que se trata, inclusive suspiraba al imaginar si no hubiera intervenido, pero luego dijo: “no podía hacer como si nada, fue horrible lo que vi”. Ayven se reconoció como una persona sensible y eligió mostrarlo, sabe bien que es esa cualidad personal lo llevó a actuar: “soy amable con todas las personas que me rodean, no puedo ser ajeno, no me gusta la injusticia”.
“Yo no he hecho nada malo, ¿en qué lugar hice incitación? -se preguntó Ayven, y reforzó- ¿en qué momento dije que salgan a pelear?”. Las preocupaciones del enfermero Murillo son muy oportunas, sabe bien que cumplió con su profesión y no desconoce que es por esa misma vocación de salvar vidas que lo castigan. “No había nadie que me reemplace”, explicó Ayven al adentrarse en el recuerdo de aquel 19 de noviembre, “eran balas de fuego, quemaban, necesitábamos gente con conocimiento porque la sangre salía como chorros”, aseguró. Nos contó que desde su trabajo, le dieron la posibilidad de no asistir a la Sala de Salud por el conflicto pero que en ese entonces él ya se encontraba cerca y eligió ir. “Al ver los heridos me levanté mi moral por ayudar”, manifestó, pero también reconoció “ahí empieza mi martirio, me empiezo a quedar y me comprometo”. Sabe también que su compromiso está fundado en una responsabilidad profesional, “el mismo artículo 3 del Convenio de Ginebra del 49 explica que durante un conflicto interno tengo que ayudar”.
Su relato fue claro, Ayven se propuso salvar las vidas que llegaban con heridas graves, incluso, nos explicó, se acercó al frente donde se encontraba el ejército para avisar que estaba atendiendo “yo salvo vidas”, afirmó y sostuvo: “yo iba de lado a lado con una bandera blanca como símbolo de paz”. Sin embargo, en su recuerdo, ningún herido del ejército se acercó y sabe porqué “tenían balas de guerra, tanques, helicópteros, mientras que los alteños sólo respondían con piedras y gomas prendidas fuego”. “Hay municiones que se abren inmediatamente en las heridas, estas eran distintas, el gobierno sostiene que no reprimió, pero lo que yo vi”, explicó Ayven, que tan sólo durante su permanencia en la sala recordó haber atendido a más de veinticinco personas con heridas graves y seis fallecidas.
Hasta ese momento, la intervención de Ayven como profesional de la salud no había tenido mayor repercusión; sin embargo, su situación cambió a raíz de una entrevista realizada por un periodista de televisión. Al referirse a Ayven como un doctor, en ese intercambio tuvieron argumento suficiente desde el gobierno de facto de la autoproclamada Jeanine Añez para acusar al enfermero Murillo como “falso doctor” o “dirigente encubierto”. Ayven lo desmintió, “yo no conocía a nadie, lo que he hecho nadie lo ha hecho, gritaba impotente, aplicaba gasas que me alcanzaban los vecinos y hacia torniquete, y ahora estoy aquí desprotegido” se lamentó y reafirmó, “hice una labor que nadie hizo cuando es obligación de cualquier médico, yo juré salvar vidas”.
“Acá saben que soy inocente”
Al día siguiente, policías de civil destuvieron a Ayven en su trabajo en el Hospital Materno Infantil, con el pedido de que realice una declaración como testigo por su aparición en las redes sociales. “Son dos horitas”, recordó Ayven que le dijeron, de forma que con consentimiento y la intención de colaborar accedió. Eran las seis de la tarde según recordó. Aquí se activó el dispositivo que denuncia tras denuncia podemos constatar: la Fiscalía Especializada de La Paz, en complicidad con la policía, detuvieron a cientas de personas con el argumento de testificar. Luego, sin explicación, son demoradas, retenidas, maltratadas, discriminadas y en gran parte de las historias torturadas y amenazadas.
“Querían que dijera los nombres de los dirigentes”, explicó Ayven, refiriéndose a las personas que habían coordinado la resistencia y toma de la planta de Senkata, “pero yo no los conozco, incluso me dieron un puntazo en la pierna para que hable, pero no los conozco, me mostraban una gillete y me decían si no hablas te vamos a cortar”. El enfermero Murillo denunció haber estado más de cinco horas demorado y torturado por policías de civil. A continuación, lo llevaron a la celda judicial sin posibilidad de comunicarse con su familia y recién alrededor de las seis de la mañana, volvieron a acercarse a él pero sólo para continuar la tortura sin explicaciones. “Me sacan un diente y me lastiman el pómulo” un golpe que, hasta el día de hoy mantiene y le molesta. A las ocho de la mañana lo llevan a declarar con un abogado de oficio. Allí recordó que intervino uno de los sargentos presentes, diciendo que confirmaron -tras una investigación- que se trataba de un terrorista, termina la audiencia con la acusación de “sedición, instigación pública a delinquir y terrorismo”.
Desde entonces, uno de los pocos enfermeros que ayudó a controlar la situación tras la Masacre de Senkata se encuentra detenido. Al ingresar al penal nuevamente fue torturado, nos mostró sus marcas y relató procedimientos de tortura explícita. Relató que tras la represión, sus hijos/as se encuentran con mucho miedo y problemas de salud mental. “Mi papá es un héroe dice mi hijo, y a mí eso me levanta pero también entristece porque me han visto como el peor delincuente por salvar vidas”, expresó angustiado Ayven. Su esposa, ahora único sostén del hogar, también le cuenta que desde su trabajo le piden que “tenga perfil bajo y no lo nombre”. Él sabe que las empresas de comunicación han intervenido en la mirada de la sociedad, pero no deja de preocuparse, nos explicó que sólo confía en su familia, como así también en los otros detenidos con los que comparte la Muralla, “acá saben que soy inocente, me sacan la culpa, son las primeras personas que me ayudaron y para la sociedad sólo somos criminales”.
En la primera audiencia tras su detención, donde deberían haberle otorgado la prisión domiciliaria, le solicitaron que comprara cámaras de seguridad, cierre ventanas y contrate a dos custodios. Ante este pedido, la familia de Ayven tramitó el pedido de los custodios, pero se le es negado por falta de oficiales. Tras lograr un avance y presentarlo, en la próxima audiencia, la fiscalía insistió -sin pruebas- con que Ayven Huaranca Murillo es “terrorista”. Durante la audiencia, realizada el pasado 13 de febrero, la jueza a cargo reconoció que Ayven debe tener prisión domiciliaria. Sin embargo, relató, “lo suspenden por terrorista”. Esta interrupción se debió a la intervención del Ministerio de Comunicación que, como contraparte del delito de terrorista hacia el Estado, denuncia que debe continuar en prisión.
Hasta el día de la fecha, el enfermero Ayven Huaranca Murillo continúa privado de su libertad como así también de su derecho a la defensa y a la salud por haber salvado la vida de aquellos que, para el gobierno de facto deberían haber sido aniquilados. Ayven asistió a quienes resistieron con sus cuerpos al avance del Golpe de Estado sobre su territorio. Hoy, si bien una tristeza profunda lo invade no deja de enfocarse en lo que le gusta y hace bien como su familia y su formación en salud. Lee libros de anatomía y se mantiene actualizado con los temas relativos a la tesis que debería haber entregado en diciembre para finalizar su capacitación en neonatología. Ayven sabe que no es el único, existen cientas de personas que, como él, se encuentran privadas de sus derechos básicos por haber defendido su autonomía en el marco de un Golpe que, historia a historia, confirma sus características racistas y fascistas.