Por Laura Salomé Canteros* – @laurasalome
El uso –y abuso- de las violencias machistas es una problemática social que tiene una causa y un sentido instrumental por parte de quienes la ejercen: controlar y dominar a las mujeres y a las personas del colectivo lgtbi. Ante eso, el cuerpo empoderado es una estrategia necesaria de la práctica política colectiva. Entrevistamos a Maitena Monroy, profesora de autodefensa feminista (AF), fisioterapeuta y militante de la Asamblea de Mujeres de Vizcaya, en España.
Un tono de voz, la negación de la propia identidad al eliminar nuestros nombres (no, no soy tu muñeca), una postura, tu espacio vital reducido o formas de comunicación no verbales agresivas o invasivas como situaciones concretas de agresión o violencia sexista. Los brazos separados para imponer los límites, mirar sin miedo pero sin prepotencia y nunca bajar la mirada, el reconocimiento de una misma como sujeta y la eliminación de los mandatos del género como obstáculos para actuar, como estrategias de prevención dentro de la autodefensa feminista.
Para conocer los argumentos por los que las sociedades, permeables a las violencias machistas, evidenciaron la necesidad de la organización para las autodefensas feministas, dialogamos con la autora del manual “Curso de autodefensa feminista para mujeres”, Maitena Monroy Romero, fisioterapeuta y militante de la Asamblea de Mujeres de Vizcaya, en España. ¿Terminan los días de la excesiva victimización? ¿Podremos trabajar en imaginarios simbólicos y construcción de sentido en los que dejamos de ser pasivas sin capacidad de hacerle frente a las agresiones físicas sexistas? Algunas feministas parecen ya haber saldado esa discusión.
-¿Qué se hace en un taller de autodefensa feminista?
Las dinámicas de los talleres se dividen en dos partes, una teórica y que representa aproximadamente el 70% de los cursos y un 30% práctica en la que pensamos diferentes situaciones de violencia, verbal, psicológica, de acoso de baja intensidad, violencia física, sexual, y a partir de ahí evaluamos en cómo solucionarlas. La parte de respuesta y ejercicios físicos es lo último a utilizar y en caso de que nuestra vida corra peligro. Es por esto que, las personas que plantean que la autodefensa feminista (AF) favorece la violencia es porque, bien la desconocen, o bien tienen enormes resistencias a los cambios, o porque seguimos viviendo en una dicotomía violencia o pacifismo sin vías intermedias.
Mucha gente piensa que la autodefensa feminista está vinculada con la defensa personal, que es una buena herramienta pero que no tiene nada que ver con la AF, porque en ésta última lo que analizamos en los talleres es el marco teórico feminista: qué es la violencia y cómo se sustenta a través de las producciones culturales.
-¿Qué se enseña, qué se aprende?
En los talleres de AF como primer elemento de la violencia se toma a la simbólica, después la violencia material, y luego la estructural. Porque cuando pensamos en violencia machista, solemos pensar en violencia física, sin embargo la que más se ejerce en todo el mundo contra las mujeres es la de control, la psicológica. Poder visualizar todas las formas de violencia es uno de los ejes de la autodefensa feminista. Una vez visualizadas todas las formas de violencias, con acciones individuales y colectivas, no para actuar frente a esas situaciones concretas, sino para erradicar la violencia, que es nuestro objetivo final, se trata de aportar a vivir en una sociedad de justicia, donde la justicia social sea una norma de convivencia, donde los derechos de las mujeres sean respetados en la teoría y en la práctica y donde las mujeres tengamos una vida libre de violencias.
La AF es una herramienta política para concienciar y para cambiar la lente con la que miramos la violencia contra las mujeres, entender que es un problema de vulneración de derechos humanos y que por tanto nos compete al conjunto de la sociedad actuar y a partir de allí, ver cómo, aunque no nos sintamos víctimas directas de la violencia, todas somos víctimas en la medida en que recibimos como mínimo alguno de los dos formatos: la simbólica y la estructural.
-¿Cuál fue la recepción del manual de autodefensa feminista en los ámbitos activistas?
El manual fue promovido y financiado por una institución con la que colaboro, el área de igualdad de Vitoria, y fue la respuesta a la demanda que muchas mujeres nos trasladaban, de tener la parte teórica de los cursos en papel para poder consultarla. Así que, la acogida ha sido muy buena tanto de la versión en papel como el formato online que es descargado frecuentemente.
-¿Cuáles son las reacciones más notorias o inmediatas en quienes se inscriben en los talleres?
Al finalizar el curso les pedimos a las mujeres que nos digan que se llevan del curso o qué les aportó. Las palabras con las que más frecuentemente describen sus sensaciones son: empoderamiento, solidaridad, conocimiento, ganas de seguir avanzado, luchando, fuerza, seguridad, entusiasmo. Me parece que incluso en su síntesis son bastante clarificadoras sobre el impacto de los cursos en sus vidas.
-¿Qué le contestarías a quienes sostienen que la AF es “violenta”?
El feminismo, sus acciones, actividades, reivindicaciones y diferentes expresiones han sufrido siempre una fuerte contestación cuando no un rechazo visceral por parte de quiénes o bien desconocen dichas propuestas o bien no les interesa un cambio de paradigma. Yo, reivindico el feminismo pacifista, no creo en el uso de la violencia como instrumento de resolución de conflictos. Los cursos de autodefensa feminista, al menos como yo los entiendo, reivindican fundamentalmente el derecho a una vida libre de violencia. La AF también es una herramienta política de empoderamiento y sororidad entre mujeres. No enseñamos meras técnicas de defensa personal sino que planteamos desde un marco teórico feminista el significado y repercusión de la violencia sexista en todas sus expresiones. No queremos vivir aterradas por la violencia sexista y no queremos que los machistas nos tengan miedo. Queremos que no existan, que ningún varón ni ninguna institución se crean superiores, el amo ni el señor de ninguna de nosotras.
*Nota originalmente publicada en Comunicar Igualdad
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