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    Arturo Jauretche y la libertad crítica

    27 diciembre, 20127 Mins Read
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    Arturo Jauretche y la libertad crítica

    Por Mabel Bellucci.* Acerca del escritor, ensayista y político argentino Arturo Jauretche, ícono del pensamiento nacional y popular.

    En épocas en que aún la polémica representaba un modo de oratoria generadora de inclemencias políticas y también de consensos se mantenía viva la figura del intelectual autodidacta, sin poderes académicos o políticos y de mordacidad criolla. 

    Todos estos varoncitos solían debatir a través del género ensayístico y el periodismo escrito. Su recorrido temático abarcaba desde impugnar el régimen de los poderes, las conductas de las diferentes clases y grupos sociales, los hilos socioculturales de las sociedades periféricas, las formas de dominación imperialista de turno, las interpretaciones de la historia pasada y presente hasta esgrimir el sentido común como base argumentativa.

    Arturo Jauretche (1901-1974) representaba de todo un poco, un bricolage de talantes: escritor, pensador, periodista, intelectual, militante y sociólogo sin graduación. Tenía el don de encariñarse con tal o cual capilla política e ideológica, pero no siempre estaba dispuesto a alinearse a la palabra redentora de un partido, es decir, salía o entraba sin tener el carnet vencido. Básicamente, se movía por los entornos de las instituciones, cuestión de no perder su libertad crítica.

    Don Arturo se aproximaba a este perfil de gladiador de la escritura, de la retórica y de la lucha de trinchera. Para los amigos y entusiastas seguidores, armaba con su estampa una performance singular. Se lo recuerda con sombrero negro de copa redonda; moño negro que sustituía a la moda de la corbata y tiradores clásicos que imponían respeto pese a develar la edad del usuario. Su historia fue larga, tan larga como la del siglo XX en la Argentina.

    De Don Arturo se conocen muchas piezas de su vida tanto privada como pública: la amistad  que lo unía con el poeta Homero Manzi, su egreso por la Facultad de Derecho, el entusiasmo por el movimiento yrigoyenista dejando atrás las ofertas del partido conservador, su entrañable relación militante-intelectual con el consagrado escritor y ensayista Raúl Scalabrini Ortiz.

    Admiró a los radicales insurgentes, por ello, en 1933, intervino en los levantamientos armados en Corrientes, en San Joaquín y Paso de los Libres, donde fue capturado y enviado a prisión.  Detrás de las rejas, escribió su poema gauchesco El Paso de Los libres, la epopeya de Julián Barrientos, prologado por el eximio Jorge Luis Borges. Una segunda edición, en 1960, llevará el prólogo de Abelardo Ramos.

    En 1934 lanzó el Manifiesto de los Radicales Fuertes. Esa declaración representó un antecedente de lo que más tarde sería el movimiento FORJA (Fuerza de Orientación Radical dela Joven Argentina). Junto con Raúl Scalabrini Ortiz, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane, entre otros, crearon ese espacio de izquierda disidente del radicalismo, de temple antiimperialista, con proclamas a favor de la soberanía popular y de la revolución latinoamericana.

    Poco después, el sustrato emblemático de FORJA integrará los amplios contenidos del peronismo originario y se disolverá una parte entre sus filas y otra entre las del radicalismo. Para las generaciones futuras, esta agrupación se convirtió en un territorio de referencialidad política e ideológica. Sus manifiestos aún suenan familiares a oídos de los nacionalistas populares. Con dudas, Jauretche adhirió desde el inicio al peronismo. Luego, logró desempeñar el cargo de presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires a partir de 1946 y hasta 1951, a través del cual desarrolló una política crediticia para el desarrollo de los proyectos de industrialización.

    Fue un periodista de fuste. Fundó el semanario El ’45 para defender los años del peronismo, criticando duramente la acción política, económica y social que asaltó el poder en manos de La Libertadora, pero fue clausurado al tercer número. Asimismo, colaboró en los Semanarios Azul y Blanco y Segunda República (1955-70). De su cuño se reveló el trastocamiento liberal del concepto “libertad de prensa” por el de “libertad de empresa”.

    Las botas enfundas de castigos y odios lo persiguieron con sus perros guardianes y decidió exiliarse en Uruguay. Después del Cordobazo, en 1969, su afinidad con la emblemática CGT de los Argentinos, liderada por el dirigente gráfico Raimundo Ongaro, lo llevó a sumarse a la Comisión de Afirmación Nacional de la Central.

    Once libros conformaron la vasta producción de Jauretche: El Plan Prebisch – Retorno al coloniaje (1955); Los Profetas del Odio (1957); Ejército y política (1958); Política Nacional y Revisionismo Histórico (1959); Prosa de Hacha y Tiza (1960); Forja y la Década Infame (1962); Filo, Contrafilo y Punta (1964); El Medio Pelo en la Sociedad Argentina (1966); Manual de Zonceras Argentinas (1968); Mano a Mano entre nosotros (1969). Un año más tarde, prologó el libro editado por el Sindicato de Luz y Fuerza  La Prensa. Cien contra el país. Y como un eximio observador de la vida cotidiana, escribió su autobiografía: De Memoria- Pantalones Cortos, en 1972.

    Su presencia se hacía relevante por la infinidad de charlas y debates que llevaba a cabo, artículos periodísticos; carta de lectores; como así también sus intervenciones en el mundo televisivo y radial de los años sesenta.

    Como hombre de su época y generación, Jauretche no trastabillaba frente a una mujer. Más aún: se mostraba respetuoso pero, a la vez, ajeno y distante. No era cuestión de flaquear en su bravura viril. La historia cuenta que al menos tres no pasaron desapercibidas para él.

    Por ejemplo, con Eva Perón mantuvo un vínculo tenso y, por momentos, se plantearon duros enfrentamientos públicos y privados. Él era un peronista a su manera. Desconocía las tiradas de oreja y, en simultáneo, le molestaban las expresiones laudatorias.

    Hacia 1964, en una de las primeras presentaciones de la obra musical de Ariel Ramírez La Misa Criolla, Don Arturo vislumbró de lejos a  la consagrada Victoria Ocampo. Por más que el locutor, Antonio Carrizo, hizo alusión a la presencia de ambos en la sala, ellos omitieron la posibilidad de ser presentados cara a cara. Esta preciosista de las letras, amante enardecida de los imposibles, intentó seducir a nuestro sabueso polemista, aunque él mostró cierta resistencia al embate de la femme fatale de la revista Sur.

    Dice la leyenda que a lo largo de un año acentuaron entre ambos un frondoso epistolario, entregado en mano por un cartero particular. Todo hace suponer que gastarían tinta y papel en afirmar o persuadir en torno a los intrincados tiempos políticos que estaban viviendo como a los tensos sentidos sobre la cultura nacional. Más de las veces, las cartas del caballero eran acompañadas por una bandeja de medialunas a modo de reivindicar la repostería criolla frente a la francesa. Si bien fue un secreto, igualmente, se intuyó que se guardaron en un cofre sellado en casa de uno de los fundadores de FORJA, Darío Alessandro.

    Otra preciosista crítica y díscola en su glamour fue Paloma Efron, popularmente conocida como Blackie. Dueña de una aguda inteligencia y de una singular aptitud para el diálogo fluido, cultivó desde los inicios en la televisión argentina en el histórico Canal 7 y también en la radio un periodismo directo y coloquial. Don Arturo fue su entrevistado de honor. Ambos, lanzaban chispas coloreantes de sarcasmo e ironía en encuentros no siempre cortesanos.

    Hacía su parada en la confitería de Esmeralda y Córdoba. Allí, Jauretche acostumbraba a jugar su tiempo entre charlas, peleas y diagnósticos con amigos, conocidos y adversarios de su generación como así también con los jóvenes militantes de los setentas. En un sinnúmero de veces no solía acordar con las batallas emprendidas por las organizaciones político-armadas peronistas. El escritor y amigo Ernesto Goldar recuerda que fue tan díscolo que, en 1973, votó al Frente de Izquierda Popular.

    Al fin y al cabo, nuestro francotirador de la prédica y de la acción dispone de una callecita propia en los umbrales porteños, una escuela, una Universidad Nacional, un Centro de Estudios Históricos, una Cátedra Nacional de Economía Política de la UBA, un Ateneo y una agrupación de Venado Tuerto llevan su nombre y hasta la banda roquera Los Piojos lo levanta de su tumba con el tema San Jauretche. Por suerte, por diferentes caminos no se lo olvida, aunque por momento se lo recuerda de manera desvirtuada.

     

    * Activista feminista queer. Integrante del colectivo editor de Herramienta.

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