Por Agustín Bontempo /@agusbontempo
En las últimas horas se conoció la decisión del gobierno argentino de retirarse como accionista de Telesur, al mismo tiempo que suspendería la señal en TDA. Ejemplo de una pluralidad que brillará por su ausencia.
Es un hecho a todas las luces que las grandes discusiones que se dieron en los últimos años acerca del rol de los medios lograron que gran parte de la sociedad sepa que detrás de cada noticia, de cada información, siempre hay intereses. Más allá de los resultados concretos (que, por ejemplo en Argentina, no solo no se pudo desmantelar ningún monopolio, sino que nacieron nuevos), esta mirada crítica es un paso adelante.
Dicho esto, no es necesario redundar demasiado acerca de la decisión política que el gobierno argentino ha tomado al deshacerse del casi %15 de las acciones que tiene del medio multiestatal Telesur (integrado además por Venezuela –socio mayoritario–, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Uruguay). A esto, se le suma que el canal no estará más en el servicio de Televisión Digital Abierto (TDA), y que se suma al acto de censura que desde principio de marzo había promovido el cableoperador Cablevisión por motivos “comerciales y de nivel de audiencia”.
Antecedentes
Una de las grandes inquietudes que el actual gobierno que encabeza Mauricio Macri había impulsado en sus meses de campaña fue la falta de apertura de voces en nuestro país. Efectivamente, no solo el multimedio Clarín cooptaba la opinión Pública, sino la imposición de algunos pocos periódicos de tirada nacional, los grupos mediáticos encabezados por Hadad, Cristóbal López y los vaciadores Szpolski y Garfunkel, entre otros.
Sin embargo, no fueron estas las preocupaciones sino la existencia del monopolio del Estado y la Ley de medios 26.522 o, como osaban llamarla, la ley mordaza, desconociendo o tergiversando el sentido real de una norma discutida durante cuarenta años y que recolecta, incluso con falencias, lo mejor de la democracia.
Entre las avanzadas contra la apertura de voces se destacan algunas medidas trascendentales como la creación del Ministerio de Comunicaciones a cargo de Oscar Aguad y dentro de esta órbita, el naciente Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), que absorbe el AFSCA y la AFTIC, quitando la autarquía que los organismos de regulación tenían.
Asimismo, hace pocas semanas se creó la Comisión que redactará el anteproyecto de Ley de Comunicaciones, para terminar de dar por tierra con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Los motivos
El ministro de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, aseguró que la salida de la Argentina de Telesur se debe a razones de “Pluralidad y austeridad”. Según el ex ministro de cultura porteño, nuestro país no tiene ninguna injerencia en las decisiones directivas y periodísticas y que en ese sentido, destinar dinero no era productivo.
Si a esto se suma la decisión de Cablevisión de sacar el canal de su grilla por una cuestión de audiencia, se genera un tándem argumentativo sostenible pero, realmente, falaz.
Si bien es verdad que Telesur tenía una clara posición proselitista hacia algunos gobiernos y movimientos, también era una referencia de jerarquía a la hora de criticar decisiones y medidas de otros gobiernos enaltecidos por las grandes corporaciones y que suelen gozar de impunidad mediática. En esta línea, aunque existan cientos de medios alternativos que resisten y combaten a los monopolios desde hace décadas, el tamaño y la potencia de Telesur son centrales para enfrentar al discurso único y hegemónico de los patrones del mundo.
La medida se suma a la cooptación, sin pluralismo, que se está haciendo de los medios públicos como TV Pública, Paka Paka, Canal Encuentro, entre otros.
Estas avanzadas están avaladas en la opinión pública (y publicada) de los grandes medios locales e internacionales acerca del derroche económico, por un lado, y la falta de audiencia, por el otro. Nadie en su sana razón puede creer que Telesur tiene menos audiencia que otros canales que sí se mantienen en la grilla o que la línea política es menos independiente que la cadena norteamericana CNN. Sin embargo, ese aval mediático que promovió Clarín para sacarlo de su grilla es el soporte para que el gobierno pueda tomar la decisión política y arbitraria de acallar una nueva voz.
Se sabe, hace muchos años ya, que los discursos que circulan en los medios no deciden nuestras prácticas sociales pero sí determinan las decisiones de las mismas. En ese sentido, la férrea lucha por el control de los medios dentro del bloque de la burguesía atenta, hoy más que nunca, contra la transformación cultural, en el sentido más amplio de la palabra, que hoy las y los argentinos y latinoamericanos debemos llevar adelante para nuestra real y definitiva independencia.