Se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Manuel Puig, uno de los principales narradores argentinos del siglo XX. Marcha lo recuerda con un breve repaso por su vida y a través de un fragmento de su obra.
El 22 de julio de 1990 fallecía en la ciudad mexicana de Cuernavaca uno de los íconos culturales argentinos de todo el siglo XX. Un ataque de vesícula obligó a una operación de urgencia que no pudo superar. Se iba, lejos, casi olvidado, como aún se mantiene por fuera de ámbitos especializados, Manuel Puig.
El arte pop y el cine funcionaron como influencias y fundamentos explícitos de su narrativa, como puede verse en su primera novela, La traición de Rita Hayworth (1968), o en The Buenos Aires Affaire (1973).
Antes de esta última, se había convertido durante aquellos esperanzadores, rebeldes, rupturistas y revolucionarios años sesenta y setenta en un reconocido escritor gracias a Boquitas Pintadas (1969), llevada al cine por Guillermo Torre Nilson en 1974.
Como tantos otros y, otras, debió exiliarse durante la última dictadura militar por amenazas tanto de los golpistas oficiales como de la Triple A, en su caso debido a su prédica por la libertad sexual y por su homosexualidad. Entonces se radicó en México, lugar donde escribió la obra que lo catapultó mundialmente a la fama: El beso de la mujer araña (1976), cuya versión musical fue furor en Broadway por largos años. Entre 1978 y 1980 vivió en Nueva york, lugar en el que redactó Pubis angelical (1979), también con gran éxito en su versión cinematográfica y best seller en España mientras se prohibía en nuestro país.
En 1980 se fue a vivir a Río de Janeiro. Ese año publicó Maldición eterna a quien lea estas páginas, una de sus novelas menos conocidas, al igual que Sangre de amor no correspondido, de 1982. Volvió finalmente a México, lugar donde murió dos años después de la aparición de su última obra narrativa: Cae la noche tropical (1988).
Juan Manuel Puig -tal su nombre completo- había nacido el 28 de diciembre de 1932 en un pueblo bonaerense de nuestra pampa seca, General Villegas. Nos dejó también varias obras de teatro -entre ellas, Bajo un manto de estrellas (1983), El beso de la mujer araña (1983, versión dramática), La cara de villano (1985) y Recuerdos de Tijuana (1985)- y el desparpajo de convertir en literatura géneros menores como la carta y hasta el chismerío pueblerino. Fue uno de aquellos que permitieron la transformación estructural de la narrativa nacional, esa generación de autores que engloba apellidos tales como Conti, Viñas, Walsh, Cortázar, Saer; quienes, cada uno a su manera y con su estilo, ayudaron a cambiar la forma de narrar en la Argentina.
Por eso hoy, en este nuevo aniversario de su muerte, Marcha lo recuerda a través de un breve fragmento de El beso de la mujer araña. Que lo disfruten, a su memoria:
Molina: ¿Qué pasó conmigo, Valentín, al salir de aquí?
Valentín: La policía te vigiló en todo momento, controló tu teléfono, todo. Quien primero te llamó fue un tío, tu padrino, y te dijo que no volvieras a meterte con menores. Le contestaste lo que se merecía, que se fuera al carajo, que en la cárcel te habían enseñado lo que era dignidad. Te llamaron tus amigos, y por teléfono se trataron de Greta, de Marlene, de Marilyn, y la policía pensó que podría ser un código. Conseguiste un trabajo como vidrierista y un día por fin llamaste a mis compañeros. Llevaste a tu mamá al cine, y le compraste revistas de modas. Y un día te encontraste con mis compañeros, pero te había seguido la policía, y te arrestaron. Mis compañeros desde el coche en fuga te balearon a muerte, como lo habías pedido vos, en caso que te agarrara la policía. Y nada más… Y a mí, Molina, ¿qué me pasó?
Molina: Te torturaron, mucho… y se te infectaron las heridas. Un enfermero se compadeció y a escondidas te dio morfina, y soñaste.
Valentín: ¿Con qué?
Molina: Soñaste que dentro tuyo, en el pecho, llevabas a Marta, y que nunca más se iban a separar. Y ella te preguntó si no te daba lástima lo que me había pasado, mi muerte, por culpa tuya según dijo ella.
Valentín: ¿Y qué le contesté?
Molina: Le contestaste que yo había muerto por un ideal noble y desinteresado. Y ella dijo que no, que de eso nada, que yo me había sacrificado para morir como una heroína de cine más. Y vos le dijiste que eso yo sólo lo sabría. Y soñaste que estabas con mucha hambre, al escaparte de la cárcel, y que habías llegado a una isla salvaje, y en el medio de la jungla te encontraste una mujer araña que te daba de comer. Y ella estaba triste ahí sola en la selva, pero vos tenías que seguir su lucha, y volver a tus compañeros, con las fuerzas renovadas, por la rica comida que te había dado la mujer araña.
Valentín: ¿Y al final me salvé de la policía, o me volvieron a agarrar?
Molina: No, al final te fuiste de la isla, contento, a seguir la lucha con tus compañeros, porque era un sueño corto, pero era feliz…