Siguen los diálogos con el DT y escritor Ángel Cappa. En esta oportunidad, el fútbol deriva en lo que se metió a fondo desde hace años: las candidaturas políticas. De Macri a Lammnens, la charla deriva en una aguda mirada de las próximas elecciones.
Por Gabriel Casas / Foto: Archivo DyN
Hola, Ángel, ¿cómo estás? Seguro que muy bien.
Esta vez quiero que escribamos directamente sobre política y la influencia de los dirigentes de los clubes como plataforma para el destino del país y no sobre el fútbol como ese juego y deporte que tanto nos apasiona. Como ya sabemos, la presidencia de Macri en Boca fue su plataforma para saltar primero a intendente de la Ciudad, y después a presidente de la Nación.
Si hay algo que no entiendo, es por qué un sector importante de nuestra población cree que un dirigente de un club pueda ser un candidato potable para la política mayor por los éxitos deportivos (casi puramente en fútbol) que se hayan logrado en su gestión. Y no lo digo exclusivamente por Macri. Ahí lo tenemos a Matías Lammens (a quien respeto mucho) como candidato a intendente de CABA. Y a la inversa, un dirigente y sindicalista histórico como Hugo Moyano, se baja de la CGT para hacer una buena gestión en Independiente, y tratar de que no se lo vea como es en realidad.
Moyano, a mi entender, quiere ser el primer presidente argentino que provenga directamente del sindicalismo trabajador. Una especia de Lula, digamos (sin ofender a Lula, por supuesto). Es su anhelo máximo, pero en su fuero íntimo sabe que su figura provoca tanto rechazo en un sector muy grande de la población, entonces juega sus fichas en Independiente para revertir un poco su imagen negativa y así, sentarse como siempre en la mesa grande de la rosca política. En los dos primeros años de Cambiemos, apoyó claramente a Macri. Ahora es su enemigo y es aliado de Cristina, quien antes era su enemiga. Cosas de la rosca, ¿viste?
Macri, después de fracasar con Bilardo y el Bambino Veira, con equipos de estrellas y estrellados, hizo la llamada del celular de dios. Encontró en Bianchi y en sus éxitos con los jugadores, que después una mayoría fueron ídolos del club, al mejor “jefe de campaña” para lanzarse al barro político en la otrora Capital Federal. Y para mi sorpresa, aunque no tanta, ganó la intendencia y hasta fue reelegido. No importa los negociados impuros que hizo Macri para él y los suyos, con Boca, con CABA, y ahora con el país directamente. Macri es CEO, aunque dude de que esté capacitado hasta para eso. Sí sabe mucho de negociados de la empresa familiar que su padre hizo crecer a límites insospechados en sus comienzos, siempre a costa del Estado (con la dictadura militar, con el correo, con las autopistas, etc).
Y Marcelo Tinelli quiere volver al éxito deportivo del fútbol en San Lorenzo (ya lo tiene con el básquet, pero no es lo mismo), para apostar a su salto grande. Tinelli no se anda con chiquitas. Será candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires o a presidente de una alternativa que surja por afuera del peronismo kirchnerista o del macrismo. No quiere querer pegado ni a Cristina, ni a Macri.
Con el desastre que hizo Macri en estos cuatro años (y los ocho que venía de hacer en CABA) en educación, salud y trabajo (las tres patas que deberían andar bien en cualquier gobierno para darle satisfacción a la población), debería quedar en claro que ser “exitoso” en un club de fútbol de los grandes, no significa que ello se pueda replicar en la política en serio.
Bueno, Ángel, me gustaría saber tu opinión al respecto.
El abrazo de siempre,
Gabriel.
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Hola Gabriel.
El cuestionamiento tuyo se refiere a que muchos dirigentes políticos aprovechan su paso por el deporte, principalmente el fútbol, para llegar a donde se proponen. Y esto ocurre, creo yo, por la popularidad que da el deporte en general y el fútbol muy en particular en nuestro país.
Boca, por ejemplo, es una enorme vidriera popular, y a pesar de que Macri tuvo una actuación bastante mediocre en el club donde estuvo a punto de ser destituido por una asamblea de los directivos (y, según he leído, fue salvado por su padre que puso mucho dinero para que el hijo continúe) y finalmente acertó con Bianchi, con quien de todos modos no terminó de la mejor manera.
Y aunque otros clubes no den semejante popularidad, también los mantiene permanentemente en la prensa y eso los ayuda muchísimo a que la gente los conozca.
Como la gente en general es apartada de las cuestiones políticas y reducida a su papel de público de su propio destino que otros resuelven, entonces la popularidad es un factor decisivo para quienes tienen el propósito de “conducirlas”, por decirlo de algún modo.
Ahora veo en Argentina que el asunto político se ha polarizado: o sos K o sos anti K. Da la impresión de que no hay alternativas. Y si sos K no se admiten críticas ni análisis que comprometan. Y si sos anti k o macrista, en este caso concreto, tampoco tenés posibilidad alguna de un pensamiento crítico y a pesar de la situación desastrosa en la que está el país por las medidas del gobierno, tanto en lo económico como en lo social, tenés que aceptar que es un paso para un futuro mucho mejor. Es decir, tanto en un caso como en otro en vez de ciudadano crítico, tenés que ser una especie de feligrés adherido a una religión.
A mí me parece entendible que la mayoría de la gente tenga la necesidad urgente de echar a este gobierno inepto que solo benefició a una parte de la élite dominante, y que dejó el país atado al Fondo Monetario. Y creo, también, que tal vez la mejor decisión para ese noble propósito es Cristina.
Y este proceso me recuerda a la vuelta de Perón en el 74. Era la única opción de echar a los militares y, en principio, de empezar un camino nuevo tanto en lo económico como en lo social. Sin embargo, la falta de crítica hizo que muchos militantes se aturdieran con el bombo y el “Perón, Perón”, y no vieran que ya no era el mismo Perón ni el mismo peronismo. Y que el actual se inclinó decididamente a los sectores más reaccionarios, incluyendo la creación de la triple A y otros métodos represivos para sacarse de encima a lo que en otro tiempo era “la juventud maravillosa”.
Actualmente, si no vemos que confiar en que Alberto Fernández, que estuvo en contra de la ley de medios y del impuesto al campo, y formó parte de una lista nada menos que con Cavallo, es poco menos que una inocentada inadmisible. Está puesto ahí para tranquilizar a los sectores económicos que no encuentran en Cristina una garantía total de que algo tiene que cambiar para que todo siga igual. Y entonces Cristina lo exhibe a Alberto Fernández como esa garantía.
Si no vemos que pagándole al FMI como no se cansa de prometer Fernández será imposible que la gente tenga el alivio que está esperando, y si no vemos que Massa aplicará la represión militarizada como tantas veces prometió, si no vemos que Cristina se enorgullece de ser más capitalista que Macri, demostrando una sólida ignorancia acerca de lo que significa el capitalismo, o en todo caso una confesión de ser lo mismo que combate, es que no queremos ver nada. Y eso nunca puede ser bueno.
Ya sé que hay límites y entre Macri y Cristina habrá diferencias que significarán de todos modos una cierta mejora a corto plazo (el hecho de no ver a Macri ya sería una mejora), pero es indudable que dentro del capitalismo dependiente no hay casi nada de margen para avanzar hacia una sociedad justa y auténticamente democrática.
Y por último te digo que hay alternativas. Yo veo al Frente de Izquierda Unida muy diferente a lo que fue el troskismo y el mismo comunismo hace algunos años. Ahora se parte de la problemática argentina, de nuestros problemas, y los análisis se hacen con nuestras herramientas ideológicas y no con el europeísmo de otros tiempos.
Veo gente muy valiosa como Myriam Bregman, Del Caño, Del Pla o Castillo, con argumentos y programas que los partidos mayoritarios ni tocan, ni lo mencionan.
Ya sé que con esa alternativa no se le ganará a Macri, pero al menos habrá varios diputados en el Congreso para que digan la verdad y sean una ventana por donde respirar.
Gabriel, en otra ocasión seguiremos hablando de este tema, que también me apasiona, y por supuesto de fútbol.
Un abrazo grande y hasta la próxima.
Ángel.