Por Noelia Leiva.
La cantautora uruguaya dialogó con Marcha sobre el cambio de paradigma que hace falta, según su mirada, para generar equidad. Acerca de la música como herramienta y la felicidad como sinónimo de autonomía.
Una ‘perra mala’, una ‘pecadora’, una ‘sola’ orgullosa de estarlo. La cantante uruguaya Ana Prada se convirtió para una amplia porción del público argentino en una de las intérpretes más comprometidas con la ruptura de paradigmas. Será blonda y delgada como reclaman las vidrieras, pero no es ni sumisa ni ninguna santita. Desde sus letras y las interpretaciones de sus videoclips, desafía la obligatoriedad de ser mujer-sexy-heterosexual. “Está bueno para las mujeres que tratemos y luchemos por ser independientes”, definió en una entrevista exclusiva para Marcha.
Una Ana que huye de un convento cuando otra, que la deslumbró, la pasa a buscar. Una Ana con rulos al viento en bicicleta. Una Ana acostada en el verde pasto, mientras le canta a su Paysandú. Las imágenes de la artista en su obra la pintan desprejuiciada, en tiempos de ‘princesitas’ del rock o del pop. Es relajada al hablar pero contundente, como cuando canta. Su claridad se traduce en el contenido de sus letras al punto que -sin buscarlo, asegura- se consolidó en una de las intérpretes elegidas por un vasto sector del movimiento antipatriarcal. Al mismo tiempo que regresó a los escenarios íntimos de Buenos Aires con su propuesta acústica “Como en casa”, que reúne temas de sus tres discos, reflexionó sobre el feminismo y el arte.
-Como mujer, ¿considerás que tu rol en al arte puede ser una herramienta de lucha por la equidad de los géneros?
-Como mujeres siempre estamos haciendo camino al andar, en todos los senderos. Hasta no hace muchos años, la mujer no tenía derecho a trabajar fuera de casa, a menos que fuera secretaria o azafata. A todas nos decían que era lo mejor que nos podía pasar. No era común vernos en un puesto de poder, tanto en empresas como en el Poder Ejecutivo. Con los años ganamos un montón de terreno en el ámbito laboral, que tiene que ver con un cambio de paradigma, de pensamiento sobre la mirada de la realidad y el mundo.
-¿En qué consiste ese cambio?
-Se trata de modificar un paradigma patriarcal, muy machista, que se ve en todos los lugares. El mundo tal como hoy lo vemos es el resultado de la mayor participación de los hombres en las decisiones, a nivel de las resoluciones políticas, empresariales, comerciales, de explotación del planeta. Todo lo que tenga que ver con áreas de poder es masculino. Creo que asistimos a un cambio de mentalidad de ese esquema. Esperemos que las nuevas generaciones sean adultos y adultas más tolerantes respecto de sus roles. No se trata de ser iguales sino de tener igualdad de derechos y oportunidades.
–Entonces, ¿el arte es una vía para generar esa otra realidad?
-Cualquier cosa que comunique puede cambiar. La música es algo de rápido consumo, portátil, que llevás en el teléfono. Una herramienta muy potente que te deja pensar. Hay grandes canciones revolucionarias que buscan los cambios sociales; aunque las canciones de amor y desamor seguirán acompañándonos siempre.
-¿Hay músicas o cantantes que hayan elaborado ese tipo de arte que sean referentes en tu obra?
-Tengo referentes como Violeta Parra, la Negra (Mercedes) Sosa en su rol de intérprete, Teresa Parodi, con quien compartimos disco (llamado “Y qué más). También están (Alfredo) Zitarrosa y Aníbal Sampayo, un compositor de Paysandú como yo. Suelen poner muy sobre el tapete la vida de los pobres, de los más necesitados. Se compromen con el arte, no con su ego; entonces lograron trascender.
–Entre los sectores excluidos, las mujeres y niñas suelen ser principales blancos de violencia. ¿Cómo lo analizás en tu país?
-En Uruguay siguen muriendo muchas mujeres, victimas de sus esposos o novios. También mueren muchas niñas y niños. Mientras toleremos este comportamiento absolutamente primitivo, mientras no podamos domar a la fiera que parece que en los hombres sale, no podemos decirnos civilizados. Mientras haya muertes, tendremos tanto por qué luchar.
–En Buenos Aires, el próximo 3 de junio se espera una movilización masiva en repudio de los femicidios. ¿Participarás?
-Sí, me invitaron. Me parece que es una oportunidad para compartir con luchadoras por la paz y los derechos de las mujeres. Me llena el alma que me inviten (a esta clase de acciones). No es algo que busqué, pero agradezco infinitamente. Me siento muy honrada.
-¿Cuál sería tu consejo para las mujeres que escuchan tu música pero todavía no se animan a salir a la calle a reconquistar sus derechos?
-Mi madre me decía a mí y mis dos hermanas que, hasta el último día, como mujeres teníamos una sola obligación: ser felices. Una forma de alcanzar esa felicidad es defender lo que nos haga bien, algo propio. No es que sea necesario ser una empresaria exitosa; que sea como se pueda, en el ámbito que se pueda, con quien se ama y por quien se es amada. Esto es bueno para las mujeres, para que tratemos de ser independientes, de tener nuestro pesito pero, sobre todo, es cuestión de conservar la autoestima y la dignidad frente a los y las demás.
-Una reseña sobre su presentación de ayer de “Como en casa” y la segunda parte de la entrevista se incluirán en la edición del martes de Marcha, en la sección Cultura-