Por Claudia Korol. La belleza del mundo ha palidecido con la noticia de la muerte de Alina Sánchez, conocida en Kurdistán como Lêgerîn Çiya, médica internacionalista argentina caída en Kurdistán el 17 de marzo de este año.
Quienes la conocimos, no podemos sostener tanto dolor, porque sabemos que hemos perdido a una mujer revolucionaria de una inmensa sensibilidad y ternura, de una claridad gigantesca en sus convicciones, de una enorme profundidad y seriedad en el análisis y en la determinación a la hora de la acción.
Su sonrisa, sus explicaciones extensas y pacientes sobre la cultura, la historia y la geografía de Kurdistán, sobre la revolución de las mujeres, sobre la experiencia de ese pueblo, nos son inolvidables. En el recorrido que la llevó desde Argentina (Río Negro y Córdoba), hasta su formación como médica en Cuba, y su integración en la experiencia kurda en Rojavá y en otros territorios, Alina, Ale, Ali, Lêgerîn, creó los puentes para que entendiéramos que el patriarcado capitalista libra una guerra mundial contra las mujeres y contra nuestros pueblos, y que mundial es la respuesta que necesitamos realizar. Frente a sus guerras mundiales, multiplicamos la fuerza de nuestras revoluciones internacionalistas.
Alina era una muchacha de mirada clara, diría la canción. Era una sanadora no sólo de las heridas de guerra, sino también de las heridas del alma. Alina era una militante de tiempo completo, como lo son las compañeras kurdas. Alina era seria y alegre. Una persona llena de luz y de humildad revolucionaria.
Haberla conocido, y haber compartido algunos pequeños tramos de su vida, alcanza para sentirnos más comprometidas que nunca con sus sueños, que son los nuestros. Cuidar y defender a la revolución de las mujeres en Kurdistán. Alzar nuestras voces y nuestros gritos por Afrin. Exigir que se termine el genocidio turco y el silencio cómplice de los gobiernos de Rusia, EE.UU., Europa y América Latina.
Haberla conocido nos obliga también a mirar a los ojos a nuestros compañeros y compañeras de lucha y exigir una respuesta colectiva solidaria con la lucha de Kurdistán que sobrepase las declaraciones pálidas. Nos exige individual y colectivamente entregarnos, Ali, a una lucha dura, prolongada, intensa, como lo hiciste cada día a cada hora, en cualquier rincón del mundo, para que la belleza siga latiendo en nuestros corazones, tan cercanos al tuyo, mientras estemos vivas en las luchas de los pueblos.