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    Home»Sin categoría»Alegórica Clara
    Sin categoría

    Alegórica Clara

    24 septiembre, 20126 Mins Read
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    Alegórica Clara

    Por Chiqui Nardone. Para seguir apostando al poder de la ficción, un nuevo aporte de literatura para la sección cultura de Marcha*.

    Podría ser la historia común de un sentimiento innegable. Quizás la sucesión de hechos azarosos que determinan el comienzo de una razonada relación. La multiplicidad de casualidades entrecruzadas entre seres atados a un destino divino o a la simple belleza reflejada. La apariencia como punto de partida de un conjunto de cualidades compartidas. Exaltados los sentimientos por las proyecciones propias en la otra persona. ¿Acaso será la presente un himno al amor o una burla a la palabra repetida y a las costumbres occidentales impuestas y manifiestas en las acciones diarias?

    Pero si hay algo indomable, impenetrable, es eso mismo: La contradicción.

    Era un sueño. No tenía pies en la tierra muda. No tenía manos en el desierto. No la permitía en las inclemencias del tiempo, soñado. Era borrosa, incandescente, brillante, de extremidades totémicas; imposible. Una historia perdida en el subconsciente de la vigilia apremiante. Una realidad en el sueño de mis esperanzas matutinas. La mentira de mis falsos augurios. Creencias en la superación de un dolor incesante que arremetía como un fuego sagrado y que descendía arrogante por las venas de la mañana candente, del sol esfumado.

    No era un sueño. Me despierto y estiro la mano para alcanzar la caja vibrante. Suena la música clásica y el sol me quiebra las esperanzas. Y me digo: Es la realidad latente. No hay que conformarse con la ligereza del cuerpo. Hay que actuar por encima del espíritu. Rodearlo y entre escaramuzas de cotidianeidad vagar por la galaxia de lo inesperado que me espera en la esquina. Clara. Me esperás para ir al trabajo. Sos mentira. Verdad es el asfalto, la ventana entornada, la mujer limpiando, el albañil construyendo y la mirada del niño que me entra extraña.

    Clara no te conozco, estás ahí obsoleta, como suspendida en gelatina. No sé quién sos, si naciste de la tierra trémula, de un óvulo de medianoche. No existís. Sos una germinación que insinúa continuamente algo por suceder. Estás esperando en la nieve, o en la amazona de una ciudad sin construir. No tenés rostro, sos una nariz que sangra, dos cejas que se unen y unos ojos que se machucan en un tiempo de diapasón.

    Nunca te vi, sos una proyección de mis experiencias, una falsedad feliz, la cicatriz no hecha, un amanecer de pájaros sin despegar.

    Clara te veo en el vagón. Sos todo y no te conozco.

    Y nunca te toqué. Tocarte, si nunca te sentí. Sentir, sentís Clara. Porque viajás inesperada, desfallezco por esa mirada no dirigida, languidezco por saberte tanto.

    Perezco por anhelarte.

    Quimera Clara. Morí y volví a nacer por imaginar un encuentro. Te veo todos los días en la penumbra pero nunca atiné una palabra. Nada. Cero: Sigue el día y presentí que eras mi sombra y que el silencio te cubría en un manto de  polvo.

    Un museo, una estatua petrificada en los recuerdos. Una momia de mil siglos que renace de mi pesadumbre.

    El día en la ciudad es gris, aquella verja puntiaguda, la displicencia, me tienta paso a paso. Miro el cielo, el cielorraso de la oficina, el cielo final del día. Los autos contraídos, arrebatados, bocinas al compás y el humo que se arremolina. El arrullo de  mi corazón inquieto pregunta dónde estás. Allá en el tumulto o en el purgatorio. Hablando al viento o rezando al desasosiego. Entre el barullo y la lejanía está tu figura. Encastrada en los grafitis, en los surcos de  las veredas. Dale, sos una nube, Clara.

    Mi madre, mi padre o mis hermanos. El abuelo de la guerra. La fotografía sin luz.

    No es razón de ser ni tiempo lineal, Clara. La mañana fue mi infancia, el mediodía es baladí, el presente son estas paredes de cal perpetua que me fagocitan. El presente me dice que ayer estaba impoluto, hoy tengo mil amores, mañana no te vi, camino por el puente de asfalto y estás digna, incorruptible.

    Tic Tac Clara. Tic, reloj.  Aguja que me pincha, golpe. Pórtico a la calle, nuevamente.

    Me arrastro pensando en cómo debería ser un conocerte racional. Establecer las bases de un cariño predispuesto, puesto. Confinarse a las bellas artes de las caricias aplicadas dosificadas en dosis bien habidas. Sentir el borde de un abismo humano cuando una sonrisa te recorre de diente a diente. Que olores frescos, Clara. Putrefacto es olvidar.

    Qué voy a olvidar si el recuerdo es negro. No gozo de tales añoranzas. Cómo sos Clara, soy  Haroldo. El gusto es mío. Atroces piernas, benditas uñas, en punta. Sien. Cien. Qué gran conciencia, ese cerebro no es terrenal.

    Me desperezo, estoy erguido .Si te vas, si me conocés, impuro y soñador. No te voy a despedir. Recién te estoy imaginando. Bienvenida. Y tu recuerdo me susurra en el oído, me canta despacio. Volvé al pasado, al frente y al futuro porque aún te estoy amalgamando.

    Irrefrenable. Nervioso y bien peinado con ansias de este encuentro. Un paseo por la feria para agraciarte y complacerte. Una ropa raída, una presencia gallarda para animarte.  Perfumado de pasiones que no adivino. Un niño, Clara. Dónde será el lugar dichoso para el florecer de este otoño con árboles desnudos.

    Allá te espero, en la plaza del centro, en Callao y Corrientes, alojado en una habitación de vitrales. En la iglesia. Soy ateo confeso. Te estaba esperando, linda pollera. Forma de Campana. Tiemblo y sueno. Trémulo me decís, es la palabra. 25 años, educado e informado.

    Me imaginabas distinto, seguramente. Un hombre seguro. Sin dudas, sin dudas.

    Y ahora vuelve la música, llegó el canto de los pájaros, las margaritas en flor. El ombú mira indiferente el nacimiento de este cariño no concebido. La multitud gira el perfil para observarnos. Sus vidas de desayuno, reclamos y burocracias detienen la frenética pantomima. Clara, ya te quiero. No cruzamos pensamientos ni  miradas. La realidad naranja. Hemos cambiado el paradigma. Entonces: Parásito, mariposas, hormigas, zorro, león, elefante. Sos todo eso, Clara. Hermosa, insignificante, ausente. Todo, nada para mí, vacía, no te conozco, algún día te conoceré, nada, un poco, ínfima.

    Podrías perpetuarte en tu rol de dama perfecta siempre y cuando entiendas que no soy capaz de acercarme ni de atrapar tu aliento porque representás el principio de algo, el final de mi vida, el primer placer, el engendro amor. El último. Oxímoron. 

     

    * Si queres colaborar con la sección cultura de Marcha enviando un relato, podes hacerlo a la casilla de correos: relatos@marcha.org.ar

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