El reciente suicidio del ex presidente peruano Alan García previo a su detención desató múltiples interpretaciones y debates. Quién era Alan García y qué impacto tiene su último accionar en la política peruana.
Por Paulo Rosas
Las razones que motivaron a Alan García a quitarse la vida la mañana del miércoles 17 de abril nunca serán del todo claras. En la carta que se leyó en su funeral dos días después del suicidio –y que fue entregada por el mismo García a su abogado unos tres meses atrás–, el ex presidente señalaba que su suicidio era “una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios” que, según él, querían verlo tras las rejas sin haber sido condenado por ningún crimen.
Cierto es que García Pérez, que gobernó el Perú en dos ocasiones (1985-1990 y 2006-2011), nunca fue sentenciado por los delitos que se le imputaron, que iban desde casos de corrupción en sus dos mandatos hasta crímenes contra la humanidad. Sin embargo, no es cierto que el ex líder del Partido Aprista Peruano haya sido declarado inocente. Los delitos de corrupción de su primer gobierno que se le acusaron prescribieron y otros continúan empantanados en el Poder Judicial peruano, como el de la masacre de El Frontón.
Los casos de corrupción de su segundo gobierno, en cambio, sí lo alcanzaron. Si bien fue excluido de casos como los Petroaudios y los Narcoindultos, ambos perjudicaron ampliamente su popularidad. Ello devino en su estrepitoso fracaso en las elecciones presidenciales del 2016, en las que quedó en quinta posición, con poco más del 5% de las preferencias.
Más aún, fue la corrupción de Odebrecht la que le valió la orden de detención preliminar por 10 días que, finalmente y de acuerdo al relato del día de la ejecución de la captura, le hizo tomar la decisión fatal de dispararse en la cabeza con una de las cuatro armas que tenía en ese momento en su casa.
Volviendo a lo anterior, es por este contexto que las palabras de García en su carta suicida no bastan para afirmar que su versión es totalmente creíble. Uno de los efectos de su lamentable fallecimiento, además de dejar sin padre a sus hijos –uno de ellos, aún menor de edad–, es truncar para siempre las investigaciones en su contra y borrar la posibilidad de restituir a los afectados de sus presuntos crímenes.
Finalmente, hay un efecto más y es cómo afectará el suicidio de García a los otros políticos acusados de corrupción por el caso Odebrecht. Ahí aparecen el ex presidente Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori, lideresa del partido fujimorista Fuerza Popular, ambos con orden de prisión preventiva vigente –Kuczynski, de 80 años, permanece en una clínica debido a su estado de salud–. Pero también conocidos adversarios de García, como los ex presidentes Alejandro Toledo y Ollanta Humala, el primero prófugo en los Estados Unidos y el segundo, con impedimento de salida del país tras haber sido apresado junto a su esposa y liberado el año pasado.
Hoy, en el Perú, partidarios de García acusan tanto a los fiscales y jueces que ven el caso Odebrecht como al gobierno de Martín Vizcarra de influir, directa e indirectamente, en la muerte del ex mandatario y ex líder del Apra. Estas acusaciones, sin ningún sustento lógico y con evidentes intenciones políticas, están siendo también apoyadas por los sectores cercanos a los otros políticos acusados. Solo el tiempo dirá si estas presiones tendrán influencia en un sistema judicial que, lejos de ser perfecto, permite por ahora que los políticos enfrenten la justicia en vida, algo que parece ser un lujo en Latinoamérica.