El retiro de las tropas de ocupación militar estadounidense y la consecuente toma de poder de los talibán ha generado preocupación en Afganistán y en el mundo. En la memoria colectiva persiste el recuerdo del régimen de terror que vivió la población afgana con la aplicación extremista de la sharía o ley islámica por parte de los talibán; sobre todo por la vida y los derechos de quienes más fueron vulneradas durante este período, las mujeres y las niñas.
Por Luciana Mazzini Puga
Entre 1996 y 2001, las mujeres debían usar burkas en todo momento, tenían prohibido educarse después de los ocho años y trabajar fuera de sus hogares. Tampoco podían salir a la calle sin un “Mahram” -“tutor” masculino-, ser atendidas por un médico varón, realizar actividades con propósitos recreativos, hacer deportes, estar en radios o televisión, elegir su vestimenta o usar maquillaje, dejar ver sus tobillos, reír en voz alta y asomarse a un balcón. Esto es lo que denuncia la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por su sigla en inglés), una organización que lucha por la democracia y los Derechos Humanos desde 1977. En ese período, las niñas eran forzadas a unirse en matrimonio y aquellas mujeres que infringieron estas reglas fundamentalistas, recibieron azotes, palizas y agresiones verbales en público. Además, fueron modificadas la nomenclatura de calles y plazas que incluían la palabra “mujer” y se prohibieron las imágenes de mujeres en revistas, libros, muros de casas y tiendas. En pocas palabras, los talibán negaron e invisibilizaron a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres.
Durante la ocupación estadounidense (2001-2021), las mujeres han conquistado progresivamente algunos lugares de autonomía y derechos, como el de educación, trabajo y participación política, aunque no han sido prioridad para el gobierno. Según un informe del Banco Mundial, la tasa de matriculación de mujeres en enseñanza superior en Afganistán es del 1% y se posiciona como la más baja del mundo. Además, World Vision señala que entre el 60 y el 80% de los matrimonios en Afganistán son forzosos y más de un tercio de las niñas afganas son obligadas a unirse a varones antes de los 18 años.
Al regresar, el poder el talibán ha dado un mensaje más conciliador al afirmar que habrá “más derechos” en el marco de la ley islámica, pero el pánico ha resurgido en la población justamente porque la aplicación ortodoxa y fundamentalista de esta ley fue lo que oprimió a las mujeres afganas y podría significar un fuerte retroceso en materia de derechos.
En los últimos días, este miedo se vio reflejado en distintos episodios. Zarifa Ghafari, la primera mujer en ocupar el cargo de alcaldesa en una ciudad de Afganistán, aseguró que está “esperando” a que los talibán “vengan por gente como ella y la maten”. Por su parte, la periodista Lailuma Sadid pidió al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que “por favor, no reconozcan al Talibán, no nos pongan en la misma situación”.
Otra preocupación es el futuro de aquellas mujeres divorciadas o sin familia que se presenta aún más incierto. En un informe publicado en conjunto por el periódico británico The Guardian y el medio afgano Rukhshana -previo a la victoria talibán- dos mujeres divorciadas relataron su vivencia: “Si los talibán se apoderan de Kabul, no nos permitirán vivir la vida independiente que vivimos hoy. Ni siquiera podremos salir de nuestras casas porque no tenemos mahrams”, y agregaron: “Estamos muy preocupadas por los matrimonios forzados. Si vienen por nosotras así, acabaremos con nuestras vidas”.
Varias preguntas surgen a partir de los acontecimientos de los últimos días. ¿El gobierno talibán implementará el mismo régimen del terror veinte años después? ¿Habrá una ampliación de derechos para las mujeres afganas? ¿Ellas podrán continuar estudiando y trabajando con este gobierno misógino y patriarcal?
Resultará de vital importancia el accionar de las mujeres afganas que han logrado un empoderamiento en los últimos años y ya han comenzado a movilizarse, así como también las denuncias por parte de las organizaciones feministas mundiales para alertar sobre las condiciones de vida en Afganistán. Es completa responsabilidad de los organismos internacionales y los líderes mundiales que sigan muy de cerca los movimientos del ejercicio de poder talibán y condenen la más mínima violación a los derechos humanos de las mujeres y la población entera, a la vez que garanticen las condiciones de migración y acogida en otros países de los sectores más vulnerables.