Se fue Montenegro. El día llegó. Y no fue como se esperaba: retirándose con la camiseta que más emociones le dio. De las buenas y de las malas. Porque el fútbol es eso, un sinfín de emociones, que Rolfi supo generar en cantidad. Por Ramiro Bringas.
Daniel Gastón Montenegro, o Rolfi a secas, puso fin a su romance con Independiente ayer por la tarde. Un romance que tuvo varias idas y vueltas, pero que fue intenso como pocos. Comenzó allá por 2000, cuando llegó a préstamo por seis meses proveniente del Olympique de Marsella. En ese torneo, tuvo un gran rendimiento y empezó a ganarse el corazón del hincha rojo a base de goles y buen juego, como la historia manda. Luego, se fue por su cotización demasiado alta, pero regresó poco después. En 2002, de la mano del empresario Daniel Grinbank, que lo compró y lo cedió a Independiente, donde salió campeón del torneo Apertura como parte vital del equipo que, por ese entonces, dirigía Américo Rubén Gallego. Su gran rendimiento lo depositó nuevamente en Europa, pero ya se había ganado el cariño de la gente para siempre.
Ya en 2004, decidió volver al país, pero no para reencontrarse con su amor del pasado, sino para comenzar un pequeño nuevo romance. River se hizo de los servicios de Montenegro, algo que molestó y mucho a los hinchas de Independiente. Tanto es así que, cuando tuvo que jugar en la entonces vieja Doble Visera, recibió el reproche de la gente y cometió un error, como tiempo después él mismo reconoció, que le costaría caro: al marcar un gol, lo gritó de cara a la popular local, que entre bronca y dolor, se lo recordaría por muchos años.
Pero el amor no entiende de razones y a veces es impredecible. Y a pesar de que no olvida, sabe perdonar. Por eso, dos años más tarde, Independiente y Rolfi intentaron recomponer su situación y regresó a la institución de Avellaneda para comenzar su tercer ciclo en el club, el cual duraría hasta 2009, cuando nuevamente su buen rendimiento le provocó que emigrara otra vez. Esta vez, valga la redundancia, al América de México. Todo parecía indicar que sería su última etapa en Independiente.
No obstante, en 2013, las noticias que llegaban desde la Argentina acerca del estado de quién fue y será su gran amor, no era el mejor. El Rojo peleaba el descenso y parecía difícil sacarlo de ahí. Y él, que nunca ocultó lo que sentía por el club aún estando separados, decidió volver al país para reencontrarse una vez más.
En las buenas y en las malas
La vida y el fútbol quisieron que Independiente no pueda evitar el doloroso descenso y debió bajar a la segunda categoría, con Rolfi sin poder hacer demasiado. Pero cuando todos pensaban que no se quedaría, el capitán plantó bandera, demostró cuánto quería al club y se quedó a su lado para pelear en el dificilísimo torneo de la B Nacional e intentar depositarlo nuevamente al lugar del que nunca debería haberse ido. Tanto es así que en el epílogo del campeonato, cuando todo era negro y parecía que nada ni nadie podía poner las cosas en su lugar, en una tarde fría y oscura en Alta Córdoba, Montenegro sacó un misil de su pie izquierdo que rompió la red del arco de Instituto, que también peleaba el ascenso, para devolverle la esperanza a toda la gente, que lo abrazó a tantos kilómetros de distancia.
El Diablo volvió a Primera y Rolfi, que tenía un contrato altísimo e impagable, volvió a demostrar su sentimiento y redujo casi un 50 por ciento del mismo para quedar ligado a su amor. Todo era color de rosas, hasta que llegó el pasado diciembre.
Jorge Almirón, DT del Rojo por estos tiempos, desistió de su juego y le comunicó a los directivos que no lo tendría en cuenta, decisión que fue avalada por la Comisión Directiva y dejó a Rolfi al margen del primer equipo. Tras varias declaraciones polémicas y de un final que estaba anunciado y era inevitable, no le quedó otra que irse. Así, ayer por la tarde, Montenegro dejó Independiente para volver al club del cual es hincha: Huracán.
Independiente se queda sin el jugador más representativo del siglo XXI en el club, que convirtió 69 goles en 240 partidos. Se va por la puerta de atrás desde lo contractual, pero con la frente alta y por la puerta de adelante desde el corazón del hincha. Porque el verdadero hincha le reconocerá eternamente lo que dio por el club. Porque volvió cuando nadie quería hacerlo. Porque se quedó cuando todos querían irse. Porque demostró una y otra vez que, a pesar de no haber nacido en el club, quiere a Independiente más que muchos otros jugadores si lo hicieron. Porque quedará por siempre en la memoria del hincha aquel campeonato de 2002, los goles a Racing, su invicto personal contra el rival de toda la vida, la lucha por volver a Primera y el cariño que siempre demostró.