Por Javier Torres Molina, desde Río Negro. A un año del asesinato de Carlos Soria se divide el Frente para la Victoria en la provincia y se construye un relato sobre su figura que omite datos relevantes sobre su trayectoria política y personal. Perfil de un político de “raza” y con prontuario.
Carlos Soria fue el primer y hasta ahora único justicialista en ganar una elección a gobernador en Río Negro desde la recuperación democrática de 1983.
Gobernó veintiún días la provincia hasta que su mujer Susana Graciela Freydoz le disparó con su propio revólver Smith & Wesson Special calibre 38 en la habitación de su chacra ubicada en las afueras de la ciudad de General Roca, en la madrugada posterior al festejo por la llegada del año 2012.
La elección a gobernador la ganó prácticamente sin decir cual sería su plan de gobierno, eligiendo cuidadosamente a los medios de prensa con los que se entrevistaría, evitando así responder sobre la foto en que acompañaba al criminal de guerra nazi Erich Priebke o por su pasado menemista o duhaldista. Su mejor campaña fueron los 28 años ininterrumpidos de gobiernos radicales y el haberse acoplado a tiempo al kirchnerismo.
La primer audiencia que concedió –incluso antes de reunirse con su gabinete- fue con Nicolás Van Ditmar, representante legal del magnate Joe Lewis quién todavía no permite el libre acceso al Lago Escondido en El Bolsón a pesar de que existen fallos judiciales que así lo indican. Seguramente el apoderado del magnate lo interesó por algunos de sus emprendimientos comerciales que son resistidos por sectores de la comunidad como la construcción de un aeropuerto en cercanías de su mansión.
En esas tres semanas que Soria gobernó, la legislatura provincial aprobó una serie de proyectos que había enviado y que generaron una fuerte polémica en distintos sectores. El primer proyecto que se aprobó ni bien asumió implicó un verdadero “salariazo” para su bolsillo ya que el sueldo de gobernador pasó de 12 mil a 40 mil pesos, sin que los salarios de los trabajadores fueran ni siquiera actualizados.
A su vez derogó la ley que prohibía la utilización de cianuro en las actividades mineras, poniendo a disposición de las empresas extractivas y contaminantes a toda la provincia. Por si eso fuera poco, pasó a disponibilidad a todos los empleados estatales de la planta permanente del estado provincial, medida que afectó a más de 22 mil trabajadores, ya que un tercio de ellos eran “vagos y ñoquis”, según la expresión del extinto gobernador al fundamentar esa decisión.
Divisiones en el oficialismo
Como corresponde según la ley de acefalía provincial, asumió tras el asesinato de Soria su vicegobernador Alberto Weretilneck, quién deberá culminar su mandato.
El actual gobernador pertenece al Frente Grande provincial –el socio menor en la provincia del partido justicialista en la conformación del Frente para la Victoria- y fue por dos periodos consecutivos intendente de la ciudad de Cipolletti.
Integró la formula con Soria luego de que Bautista Mendioroz perdiera la interna a gobernador por la UCR y quedara trunca la posibilidad de un alianza que incluía a otros sectores autodenominados progresistas.
Si bien desde un principio contó con el apoyo del gobierno nacional y de todo el justicialismo, con el transcurrir de los meses se distanció del hombre fuerte del PJ en la provincia luego del asesinato de Soria como lo es el senador nacional Miguel Pichetto.
Sin que existan diferencias en cuanto al proyecto político de fondo –por ejemplo no hubo objeciones en la reciente ley de renegociación de áreas petroleras- y más por una cuestión de egos personales, la interna en el Frente para la Victoria atraviesa toda la gestión de gobierno, donde las renuncias y remociones de funcionarios de acuerdo a su alineación en los diferentes sectores han sido moneda corriente en el último año.
De un lado una parte del justicialismo con varios intendentes apoya a Pichetto –que prácticamente ya ha lanzado su campaña para seguir ocupando una banca en el senado – e incluso legisladores que le responden han conformado un nuevo bloque en la legislatura. Por su parte, apoyan al actual gobernador además del Frente Grande varios sectores del justicialismo, entre ellos quienes quedaron huérfanos hace justo un año.
De las medidas que tomó Soria, la única que se derogó fue el pase a disponibilidad de los empleados públicos. Weretilneck intenta imprimirle a su gobierno un perfil kirchnerista –esperando contar con el mismo apoyo institucional desde nación que tiene Pichetto- para lo cual coloca en su gabinete a distintos funcionarios que han pasado por el gobierno nacional.
Por ejemplo en el área de seguridad, además de poner a un civil al frente de la policía provincial, nombró a Miguel Bermejo, quién fuera funcionario de la ministra de seguridad nacional Nilda Garré. Del mismo modo eligió como ministro de desarrollo social a Ernesto Paillaleff, quién se desempeñaba en el ministerio que comanda Alicia Kirchner y es el referente provincial del Movimiento Evita.
Además Weretilneck designó en derechos humanos al ex presidente del Foro Argentino de Radios Comunitarias Néstor Busso e intentando darle algún tipo de tinte setentista a su gabinete colocó al ex jefe montonero Fernando Vaca Narvaja como ministro de obras públicas, que llegó a la función pública de la mano del propio Soria al nombrarlo gerente de la empresa provincial de trenes, que en buena parte de su mandato no estuvo en funcionamiento.
Un relato incompleto
Las primeras versiones oficiales daban cuenta que Soria había muerto accidentalmente al manipular su arma. El 3 de enero todavía el diario Río Negro afirmaba que se trataba de “un accidente doméstico” y bajo el título “La muerte de un luchador” en su editorial se refería a “la tenacidad y el arrojo que hicieron tan notable a Carlos Soria”.
El relato que se construye en la actualidad sobre su figura lo define como un político de raza y da cuenta de un hombre pasional.
De ningún modo se hace referencia por ejemplo a la denuncia que se le efectuó por encubrimiento cuando integraba como diputado nacional la comisión bicameral que investigaba los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA, ni sus proyectos para endurecer las penas, ni sus aprietes a los jueces cuando estaba al frente de la SIDE o a los periodistas en la provincia cuando le realizaban preguntas que no le gustaban.
Tampoco se indaga en sus aspectos personales respecto a la violencia domestica y en el juicio oral que condenó a Susana Freydoz a dieciocho años de prisión los diferentes testigos hicieron hincapié en que ella era víctima de los “celos enfermizos” y que tenía sus facultades mentales alteradas, sin siquiera profundizar en las posibles causas que originaron esa situación.
Sólo desde el Frente Popular Darío Santillán del Alto Valle –además de denunciar la participación de Soria en la Masacre de Avellaneda- se refirió a esos aspectos cuando repudió la decisión del gremio de los docentes rionegrinos (UNTER) de homenajear al gobernador asesinado poniéndole su nombre a un barrio: “Pero además, es sabido que la manera autoritaria y violenta con la que Carlos Soria supo servir al poder también se manifestó en su condición varonil, como fiel representante de una masculinidad hegemónica dispuesta a mostrar siempre virilidad. La UNTER bien debe conocer las numerosas versiones y denuncias existentes por hechos vinculados a violencias de género que hoy pretenden ser presentadas como un ‘drama familiar’, (según señala la prensa regional y nacional). Fácil argumento al que se recurre para ocultar y hasta embelesar figuras públicas, como si las vidas privadas nada tuvieran que ver con los desempeños en la vida política”.