Por Silvana Iovanna Caissón. ¿Qué fue Cromañón? ¿Qué es Cromañón? ¿Cómo nos impactó Cromañón? ¿Cómo nos atravesó como jóvenes? Pulsión de vida sobre pulsión de muerte. A 10 años, se sigue buscando justicia y acceso a la cultura. Cromañón es una y muchas cosas.
La transmisión de radio de la madrugada del 30 de diciembre de 2004 contaba pibe por pibe de los que habían caído. La masacre en el boliche República de Cromañón, en pleno Once, a pasos del microcentro porteño, dejó un saldo de 194 muertos y más de 700 heridos. Fue la masacre más dura que le tocó vivir a nuestro país en lo que respecta al rock, y la que más golpeó a lo más preciado de esta sociedad, su divino tesoro: los jóvenes.
Diez años más tarde, nos preguntamos si vale la pena seguir indagando en lo que aquella noche sucedió, si fue tal o cual pibe el que tiró la bengala, si los jóvenes se drogan en los recitales, si llevaron a sus hijos, en síntesis, si el estigma que se construyó en torno a los jóvenes fanáticos del rock tuvieron que ver en esto o no. Estaban, aceptaban estar, pero no a cambio de la vida.
Diez años después, sobrevivientes y familiares siguen señalando culpables y responsables. Diez años después podemos sentarnos a reflexionar: ¿qué fue Cromañón? ¿qué es Cromañón? ¿cómo nos impactó socialmente? ¿cómo como jóvenes nos atravesó? ¿qué nos robó y qué nos dejó? Movimiento sobre masacre. Pulsión de vida sobre pulsión de muerte.
República de Cromañón fue un boliche en el que bandas del llamado rock del under argentino, o lo que fue el rock chabón de los `90, tocaban una y otra vez para hacerse más conocidos. Un salto a la fama es lo que el circuito y el negocio de este rock terminaba prometiendo y, con una suerte que se traducía en firmar lo que sea y poco me importan las condiciones en las que se haga el recital, terminaba garantizando.
En ese sentido, y recordando lo que dijo el Indio Solari, Cromañón era una bomba que se iban pasando todos y le explotó a Callejeros. Después de aquel 30 de diciembre de 2004 Cromañón, sin el “República de”, pasó a ser y significar una y muchas cosas a la vez.
Pérdida, robo, hurto. Desvalorización de la vida humana. Cromañón robó lo más preciado que un padre o madre pueden tener, sus hijos, robó sensaciones, sueños, ilusiones, se robó la adolescencia de muchos jóvenes.
“A mi Cromañón me robó la adolescencia. Me la profanó y me dijo pum, golpe de realidad, esto es el sistema en el que vivimos, esta es la forma, no hay un cuidado de nuestra comunidad, no hay garantías de acceso a todo para todos, a la salud, a la educación, al trabajo, a la cultura. Cromañón me dio un golpe de realidad pero violento”, relató con mucho dolor en su voz Ayelén Stroker, sobreviviente con apenas 15 años y hoy parte de Movimiento Cromañón. En una extensa conversación de mucha confianza Ayelén contó que Cromañón la obligó de alguna manera a quemar etapas de su adolescencia, la empujó a la búsqueda de justicia y a entender qué es y qué no es en este país la justicia. “Yo no soy la misma que antes de Cromañón. Esto nos transformó. Y creo que lo que me salvó fue la lucha, el estar en la calle vinculada con los compañeros. Y el sentir que hacemos algo para cambiar esto. No sé hasta qué punto lo logramos, pero lo intentamos. Y hacer algo es no quedarse parado viendo cómo te matan. Salí adelante gracias a mi familia y mis amigos, pero no todos lo tienen. Eso a mí me mantiene relativamente íntegra. Tuve que aprender a vivir con esto y transformar esa culpa de estar”, compartió como parte de su reflexión.
Facundo Miguel Nívolo, sobreviviente y parte de la Coordinadora por Cromañón, abrió sus recuerdos y afirmó: “Cromañón para mí significa la pérdida de mi mejor amigo. En ese momento, me di cuenta de que la vida era más frágil de lo que yo pensaba a los 18 años. Estando internado en terapia intensiva, en una especie de jaula blanca, me di cuenta de lo que extrañaba mi barrio, me empecé a dar cuenta de lo importante que eran muchas cosas cotidianas que yo hacía sin pensarlo. Lo primero que hice cuando salí de estar internado fue caminar de la estación Florida, por la calle Baigorria, después Vélez Sarsfield, hasta la casa de fotos, aunque no tuviera nada para buscar, pasaba por la placita de Munro y volvía. Esto para mí era sinónimo de vida. Me cambió mucho la cabeza. Me hizo buscarme más”.
Arturo García, con fuerza y dolor contó, “Cromañón me robó lo más preciado que yo tenía: mi único hijo varón. Y tengo otras dos hijas y nietos pero mi hijo no va a volver. Lo que más bronca me da es que dijeron que no cuidábamos a nuestros hijos. Y me pasé toda la vida cuidándolo. La negligencia de todo un sistema corrupto me lo robó”. Actualmente Arturo es parte del grupo de padres y sobrevivientes Que No Se Repita y desde la organización pelean por hacer justicia para sus hijos y sentar a todos los culpables al banquillo.
Masacre y no tragedia, o como dicen por ahí, si se puede prevenir no es accidente. La cultura joven no fue la misma antes y después de Cromañón. Ese rock que cantaba en contra del sistema terminó poniendo de manifiesto las mismas lógicas a las que puteaba y se resistía. La lógica Cromañón reveló el negocio de la música, quién se lleva qué parte en los recitales, a qué costo y a costa del disfrute de qué sector social se puede lucrar. La lógica de la industria cultural pasó a fabricar pequeñas bandas con escaso capital inicial, a las que hombres y mujeres de importantes y ocultas firmas, podrían dar lugar. Bajo esta lógica, República de Cromañón funcionaba bajo habilitaciones truchas, negociadas entre el dueño del boliche República de Cromañón, Rafael Levy, su responsable, el empresario Omar Chabán, la policía y el Gobierno de la Ciudad, como puntas del iceberg que luego los juicios lograron visibilizar.
“Fue un proceso a través de los juicios el ubicar las responsabilidades, las culpabilidades y toda una discusión que se da a través de eso, en la que la sociedad también acompañó y pudimos ver cómo la misma sociedad asimiló a Cromañón como parte de un todo. Por ejemplo, cómo pensar la gestión pública en la Ciudad, qué significa el acceso a la educación, a la salud, al trabajo, a la cultura. Nos damos cuenta a través del movimiento que el acceso a la cultura es parcial, que las condiciones se garantizan para ciertos sectores y que no hay un cuidado real en los espacios públicos. En el caso de la cultura, el cuidado de los jóvenes se puso en discusión a partir de Cromañón. ¿Qué cuidado requieren los jóvenes en la Ciudad? Antes no se pensaba en eso. Lo principal que pone de manifiesto Cromañón es la lógica de la mercantilización de la cultura, de que para acceder, para ser una banda conocida también tenés que transar con esa lógica. Y Callejeros es el ejemplo de eso, algo que a muchos les cuesta ver y analizar como parte de un eslabón necesario de esa cadena. Que no es lo mismo hablar de responsabilidad que hablar de culpabilidad, que incluso para la Justicia se computa distinto. Cuando pienso en Callejeros yo los hago responsables, no culpables, porque quizá no hubo conciencia, no hubo capacidad para medir la magnitud del descuido de lo que se estaba armando. Pero sí hubo una completa responsabilidad en lo que compete a la seguridad del lugar, a la venta de entradas, al uso de las bengalas”, comentó Ayelén Stroker sobreviviente de la masacre de aquel 30 de diciembre.
No es el hecho en sí sino el por qué llegamos a lo que llegamos. Si las bases sobre la que se monta un negocio, sobre las que se piensa un servicio ya sea público o privado, son corruptas, entonces la vida humana no vale nada. Si lo que importa es la acumulación y el capital, la vida humana no vale nada.
El juicio del 2009 no dejó conforme a ninguno y por eso apelaron. En el 2011 se modificaron las causas y así los Callejeros y funcionarios públicos fueron condenados. Este fue el primer juicio en el que se logró sentar a los funcionarios y condenarlos al menos a dos años de prisión. Fue histórico. La culpabilidad fue más que la responsabilidad. Y los juicios visibilizaron la negligencia con la que se construye la Ciudad.
De este modo, diez años después y como parte de los Juicios, se puede leer y entender Cromañón como una lógica, como una forma sistemática de funcionar en distintos niveles. Por eso el Movimiento Cromañón logró sentar al banquillo a los diversos actores y establecer social y judicialmente diferentes eslabones de responsabilidad y culpabilidad en la causa.
Constante disputa entre la pulsión de vida y la de muerte. Las consecuencias que sobrevivientes, padres y madres sufren son permanentes, y son tanto físicas como psicológicas. Por ejemplo, muchos de los sobrevivientes sufren de los pulmones por no haber recuperado la totalidad de su funcionamiento, porque no fueron asistidos de manera correcta luego de la tragedia. El Estado estuvo ausente, no hubo asistencia integral entonces el bienestar y la salud de los sobrevivientes varió en función de sus espacios de pertenencia, de la contención, de sus condiciones socioeconómicas, y sobre todo de su familia.
El peor enemigo es la tristeza. Aproximadamente dieciseis pibes sobrevivientes se suicidaron después de Cromañón, unos veinticinco entre madres y padres murieron de cáncer y varios que hoy están con problemas oncológicos. “Todo esto pasa por la tristeza, por la depresión y si nosotros hacemos como que no pasa nada ahí, el Cromañón no se detiene nunca”, explicó Facundo a Marcha.
Cromañón, 10 años de Movimiento en defensa de los Derechos Humanos. Justicia y pulsión de vida. El Movimiento de Cromañón lo formaron madres, padres y sobrevivientes como espacio para impulsar los juicios y organizar actividades para que la lógica Cromañón no se repita, pelear por los Derechos Humanos y cuidar la vida también en momentos de disfrute y esparcimiento cultural.
En estos diez años, el Movimiento tomó vida propia, se unió para pelear en los juicios y se organizó en diversos espacios, la murga, el avisar –que ahora es la 30 de diciembre-, el grupo PASO, el grupo Familias por La Vida, y el más reciente, la Coordinadora. “Es interesante ver los distintos momentos del movimiento, la diversidad por la que está compuesta y el proceso que hicimos en estos diez años para entender qué significa Cromañón. Fuimos entendiendo en la lucha, en la calle, en el juicio, en las actividades en el pensar que Cromañón nos pasó a todos”, compartió Ayelén.
En el movimiento se pueden pensar tres grupos etarios y cada uno distinto. Los más chicos, los que de alguna manera crecieron con el Movimiento, fueron procesando, entendiendo los pasos, las actividades, el tema de los juicios, el tema de la responsabilidad. Después están los que al momento de la masacre tenían entre veinte y treinta años, y quienes vivieron estos diez años con otra intensidad y claridad, los que pudieron sacar pibes, salvar pibes y llevar adelante el Movimiento. Por último, los familiares que se organizaron y sostuvieron la lucha con el dolor de la falta.
En este sentido Ayelén reflexionó: “Creo que a todos nosotros en un principio el movimiento nos juntó, nos empoderó y nos identificó en el dolor y después en la necesidad de hacer algo y de transformar. Todos vimos eso. Todos teníamos tan fuerte adentro el dolor y la ausencia que si no lo transformás, te destruye”.
El Movimiento es entonces un grupo que articula todos estos grupos, con sus diferencias sobre cómo llevar adelante acciones y políticas, aunque todos coincidieron en que había que llevar adelante el juicio pero que eso no era todo. La lucha era más que el juicio. Y durante todos estos años se encontraron formas para transformar el dolor y la angustia en construcción y en lucha.
El primer tiempo del movimiento lo sufrió mucho. La criminalización, la estigmatización de los jóvenes fanáticos y sus familiares. Como ya fue citado, los medios y funcionaron atacaron y estigmatizaron al Movimiento como hijos de despojados, descuidados, jóvenes irresponsables, drogadictos, alcoholizados. Entonces quienes componen el Movimiento también tuvieron que vérselas con esto. Por eso un sector del Movimiento ha organizado charlas en colegios, encuentros en todo el país, se juntaron firmas para sacar la Ley de Reparación, se hicieron talleres de RCP y primeros auxilios para, como sociedad, poder ayudar en casos de catástrofes e incidentes de semejante magnitud, se creó una murga, nacieron bandas que armaron algunos sobrevivientes, pintadas, murales, intervenciones públicas, marchas de todos los treinta de cada mes hasta hace un año en el santuario que se armó en la cuadra de Cromañón, en el barrio de Once.
El primer juicio en el 2009 fracturó la articulación. Mucho tiene que ver cómo operó el poder judicial, el poder político y el discurso de los grandes medios. El movimiento unido logró bastantes cosas, incluso, a nivel social. Pero ese juicio sienta al banquillo a la banda de música Callejeros y eso provoca la reacción de todo un sector, principalmente joven, que no consideran que el grupo tenga que cumplir con pena alguna.
Asimismo, después de tantos años, después de tantos juicios, juicios con penas negociadas, juicios con comisarios impunes y subcomisarios culpables, y de tanto manoseo mediático, fue difícil sostener un grupo de tantos damnificados unidos.
Desde la mirada de Facundo y la Coordinadora, “el Movimiento tuvo un objetivo principal durante los primeros siete u ocho años, que era llegar a los juicios. Una vez que se logra llegar a los juicios, el de Cromañón 2 se termina en el 2012, hay un decaimiento. Y cada juicio para mi marcó una etapa. Ahora el movimiento tiene que buscar objetivos nuevos. El surgimiento de la Coordinadora, de la cual soy parte fundadora, fue la necesidad de ocuparse de los familiares y sobrevivientes en términos de salud primero”.
Ley de reparación. Luego de la masacre, los sobrevivientes recibieron un subsidio que no tenía un marco legal por lo que muchos lo rechazaron. Fue la primera jugada estratégica del Gobierno para acallar las denuncias. Hasta Callejeros apareció en la cola de los subsidios pidiendo indemnización. Asimismo, en estos últimos dos años se bajaron arbitrariamente cantidad de subsidios de sobrevivientes y familiares, sin aviso, sin marco legal. En ese tiempo hubo mucha gente que quedó sin cobertura alguna. Y lo más preocupante es que 600 pesos a jóvenes y adultos que sobrellevan su vida luego de una masacre como Cromañón, que en muchos casos les ha ganado la depresión, 600 pesos no le significan nada.
La recientemente promulgada Ley de Reparación Integral para la Ciudad de Buenos Aires le da un marco legal a la asistencia y subsidios. Consiste en atender psicológica y físicamente a los damnificados, en dignificar la vida de sobrevivientes y familiares. La idea es sacar a la víctima de la estigmatización pero garantizándole una asistencia completa. Es decir, asistencia psicológica y médica de por vida, la creación de una bolsa de trabajo para sobrevivientes, planes de terminalidad de finalización de la escuela secundaria. Todo esto como parte de la reparación.
Sin embargo, lo único que se logró fue el subsidio. Si bien la Ley fue reglamentada, el Gobierno de la Ciudad no lo cumplió con el resto de los artículos.
Por eso, la Coordinadora piensa pelear por una Ley de Reparación Integral a nivel nacional. “El año que viene le tiene que exigir al gobierno nacional que la aplique en todo el territorio, es decir que saque una ley federal”, aseguró Facundo.
Otro ejemplo de corrupción e injusticia. Durante los primeros años, el Movimiento logró instalarse como un actor social, logró instalar la causa, hacer responsables al Gobernador de la Ciudad Aníbal Ibarra, a Chabán, a Callejeros, a comisarios y subcomisarios, a bomberos, y a Levy, el dueño del complejo Cromañón, un hotel de Once y toda la parte del estacionamiento, además de que después se descubrió que es dueño de talleres clandestinos y es proxeneta, un mafioso y corrupto de Once.
Además, el Movimiento logró abrir las causas a la morgue y al SAME. Causas que luego fueron frenadas y cajonadas.
Este año, el grupo Callejeros salió en libertad. Y puso otra vez en debate el grado de responsabilidad y culpabilidad que les compete a quienes aceptan crecer en su negocio a costa de cualquier cosa. Pero también salieron una serie de funcionarios sobre lo que los medios masivos no dijeron nada. “Eso es una pérdida grande para nosotros. Y de alguna a manera eso retrotrae bastante la causa”, afirmó Ayelén.
Poco después, el único culpable privado de su libertad, el chivo expiatorio de Omar Chabán, murió arrepentido carcomido por un cáncer fulminante en su domicilio junto a sus familiares y amigos.
Por último, aunque no en menor medida pues genera más bronca e impunidad, este mismo año el entonces Gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, que también fue absuelto, se postuló como candidato para el mismo cargo del que fue destituido después de Cromañón. Un negligente al volante de la Ciudad de Buenos Aires.