Por Guillermo Edgar, desde México. Se cumplieron cinco meses de la desaparición de los 43 estudiantes que provocó la visibilización del drama humanitario que vive el país. Un caso que, además, despertó la paulatina toma de conciencia de un pueblo que paga con miles de víctimas (no sólo 43) una guerra ajena.
Fueron cinco meses, también, de movilización articulada, de avanzar en la comprensión de lo que está sucediendo en México, de buscar por nuestra propia cuenta a los normalistas de Ayotzinapa y a más de 20 mil personas que también están desaparecidas.
El 24 de febrero se conmemoró en México el Día de la Bandera, en alusión al aniversario de la promulgación del “Plan de Iguala” por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, que representó la consumación de la independencia en 1821 iniciada por Miguel Hidalgo en 1810. Dos días después, en ese mismo lugar, Iguala (estado de Guerrero), se cumplieron cinco meses de la desaparición de los 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa.
La visibilidad en medios de comunicación y redes sociales en torno a esta desaparición contrasta con las más de 20 mil desapariciones en todo el país en los últimos ocho años. Por estos días, ya nadie tienen dudas de la participación del Ejército mexicano en estas desapariciones, han circulado incluso fotografías tomadas por militares de estudiantes del mismo grupo esperando ser atendidos en una clínica local. Por eso se habla de un crimen de Estado, por la participación de policías municipales y del Ejército Federal y una serie de actores paramilitares en coordinación o permisividad mutua.
La sociedad mexicana sigue esperando las explicaciones de los militares: ¿porqué no actuaron para impedir la desaparición de los jóvenes?, ¿cuál fue su papel además de tomar fotografías y tener presencia pasiva en la calle mientras los estudiantes eran masacrados?
Lamentablemente, esta situación no es privativa de la comunidad estudiantil de las escuelas Normales Rurales, ni siquiera del propio Estado de Guerrero, ya que solamente en la ciudad de Iguala -además de los 43- hay mas de 120 familias que buscan a sus parientes, incluso desde 2008 hay quienes buscan a sus hijos desaparecidos (“levantados”, como se dice en México).
La situación es mas grave aún en Tamaulipas. Recordemos las dos masacres en San Fernando, frontera con EEUU -en las que la participación del Estado fue evidente ya que las autoridades migratorias detuvieron a las víctimas y luego las entregaron a sus extorsionadores y posteriores ejecutores-, las centenares de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (Chihuahua), las ejecuciones sumarias de finales de 2014 en Tlatlaya, los periodistas secuestrados y asesinados en Veracruz… Hay una situación intencional de guerra contra la población civil, nos cuesta mucho trabajo darnos cuenta de que son mucho más de cinco meses. Y son muchos más de 43…
Cuando gobierna el narco
¿Qué hay detrás de esta guerra provocada? Cuando ya la marihuana es legal en varios estados de EEUU, y el mercado del contrabando de drogas esta reacomodándose, no perdamos de vista que los principales destinatarios y responsables-beneficiarios de la estructura económica del contrabando son los propios estadounidenses. Pero ya vemos que se trata de tráfico de personas, extorsión, trafico de armas, saqueo de recursos naturales, desregulación de las leyes de protección ambiental, entre otras causas.
Al igual que en Colombia, miles de desplazados han sido despojados de sus tierras en todo el país, y paralelamente hay un cambio en la escala de la confrontación entre bandas paramilitares que van ocupando estos territorios de manera ilegítima: los EEUU (de la misma forma que arman y entrenan a los “freedom figther ” moderados” de Siria, que venden a sus cautivos para montar los grotescos videos de las ejecuciones del Estado Islámico) han metido armas de guerra en México con el -supuesto- fin de rastrear a los carteles de las drogas, como lo aceptó el gobierno norteamericano cuando se develó el programa llamado “Fast and Furious”.
La resistencia, a pesar de todo
¿Que le queda a la gente trabajadora de las zonas urbanas que es víctima de esta situación? Aquellas personas que llevan años resignadas a tener en sus familias una víctima “colateral” de esta nueva versión del colonialismo, viven con miedo ya que muchas veces son amenazadas si se atreven a reclamar sus derechos. En el caso de Iguala, la gente esta perdiendo el miedo, se reúnen cada martes en los sótanos de una iglesia los familiares -en su mayoría mujeres- de los otros desaparecidos. De los mucho más de 43…
Emergen muy lentamente desde los sótanos nuestras “madres de las plazas mexicanas” en Guerrero, en Chihuahua, en Michoacan y tal vez algún día suceda en Tamaulipas. Con la consigna de “no descansaré hasta encontrarte” realizan búsquedas de fosas clandestinas por su cuenta, sin ayuda significativa del gobierno. Dramáticamente, expresan que si no fuera por la desaparición de los 43 normalistas y de la solidaridad internacional que el caso despertó, nadie sabría de estos más de 120 casos anteriores y posteriores al de los estudiantes de Ayotzinapa.
El gobierno local y estatal las ignora, y únicamente el gobierno nacional hace como que las reconoce, casi para contenerlas pero sin involucrarse realmente en las investigaciones. Sólo les da fuerza la solidaridad de algunas organizaciones de DDHH y eventuales visitas de periodistas, intelectuales o profesores universitarios, pero logran ponerse de pie por su valentía y por sentirse acompañadas entre sí. Se saben vigiladas por quienes seguramente sí saben en qué cerro o en qué cañada están los restos de sus hijos o sus hermanos, pero esto no le impide reunirse y organizarse. Están comenzando a asumir -a veces a costa de sus propias vidas- tomar las riendas de su sufrimiento y de su dolor.
La situación en el norte de México ha tenido fatales consecuencias cuando familiares de personas levantadas (desaparecidas o asesinadas) tratan de movilizarse por su cuenta, como fue el caso de Marisela Escobedo, asesinada al buscar justicia para su hija también asesinada, sin lograr crear un colectivo que les presente la mínima defensa de no actuar en soledad.
Parece que esta pequeña gran diferencia podría ser la clave, aunque por ahora los resultados tangibles no hayan sido significativos en cuanto a recuperación o identificación de sus familiares. En estos días retornan las movilizaciones populares en las principales ciudades mientras se repiten las detenciones arbitrarias y recrudece la represión contra quienes protestan y buscan organizarse para cambiar la situación.
Twitter @guilledgar