Por desidia o complicidad, el crimen de la concejala feminista de Río de Janeiro aún no fue esclarecido. Hoy la pregunta es quién y por qué mandó a matar a Marielle. En este aniversario recuperamos la memoria de su práctica política y exigimos justicia.
Por Nosotres Sim
14 de marzo de 2018. Una concejala de Río de Janeiro es ejecutada a tiros en la calle. La noticia se replica vertiginosa, el rostro de Marielle Franco emerge en las pantallas como una foto revelada. Junto a ella también es asesinado su chofer, Anderson Gomes.
No lo dimensionamos en ese instante, pero dos movimientos espacialmente opuestos se producen en simultáneo: las pancartas en reclamo de justicia se elevan mientras una semilla se hunde en la tierra. En los cinco años siguientes la semilla se vuelve raíz y se multiplica. El legado de esa mujer negra, lesbiana, favelada, feminista y socialista popularmente electa y cobardemente asesinada se vuelve tarea: luchar en todas partes del mundo contra el fascismo patriarcal y racista.
A fines de 2018, su familia fundó el Instituto Marielle Franco, para reivindicar su memoria y para sostener frente al Estado brasileño una pregunta: ¿Quién mandó a matar a Marielle y por qué? Mientras demandan incesantemente esa respuesta, dan testimonio. Permiten que su historia no quede inmóvil en una imagen de archivo, hacen oír su voz y replican sus prácticas de vida, su entendimiento de la política como un permanente pensar con otrxs para otrxs. Y, sobre todo, como la forma de arrancarle privilegios a la tradición y de hacer de los espacios institucionales ámbitos habitables para quienes viven en las favelas, para mujeres, para negrxs, para lesbianas, gays, travestis y trans.
Marielle conocía las dificultades que enfrentan las mujeres, las personas racializadas y las provenientes de los sectores populares para tener voz en los espacios de decisión. Había vivido esas trabas en carne propia. Provenía de la favela de Maré, en la zona norte de Río de Janeiro y trabajaba, estudiaba, maternaba y militaba a la vez. Sabía, también, que ninguna llega sola sino a través de la lucha colectiva. Su elección como concejala por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) se inscribe en un momento histórico en el que las mujeres brasileñas comenzaron a cuestionar la escasa representatividad que tenían en la política institucional.
Una vez en la banca buscó que otras pudieran involucrarse y participar en los ámbitos institucionales de poder. Quiso acortar la distancia material y simbólica que hay entre un barrio pobre y el lugar donde se decide el futuro de una ciudad. Su hacer en la Cámara Municipal de Río de Janeiro fue popular, colectivo, disruptivo, de puertas abiertas. Pensaba sus proyectos con las personas directamente afectadas, daba cuenta de sus acciones en las plazas.Se ocupó de temas como el derecho al aborto, la visibilidad lésbica y la prevención de la violencia de género; siempre con la voz de las protagonistas.
Marielle vivía y encarnaba las identidades por las que luchaba, pero además buscaba que esa experiencia personal-colectiva se multiplique como una planta que deja caer nuevas semillas en las simientes.
El femicidio de Marielle Franco no fue azaroso. Hubo un plan de ejecución que buscó dar un mensaje de disciplinamiento a todo lo que ella simbolizaba. Un día antes de ser asesinada, había denunciado las violaciones de derechos humanos por parte de militares en la región de Irajá, al norte de Río.
Sobre la autoría intelectual del crimen, el ex gobernador del Estado carioca, Wilson Witzel, denunció las vinculaciones entre el femicidio y la familia del ex presidente Jair Bolsonaro. El accionar irregular de la Policía no permitió —en cinco años— identificar a todos los responsables.
La falta de respuestas cruje en una democracia herida tras seis años de desgobierno fascista y hoy, para el gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, echar luz sobre los hechos es un mandato ético. El nombramiento de Anielle Franco —hermana de Marielle y también militante— como ministra de Igualdad Racial puede ser leído como una señal del compromiso del actual gobierno con la verdad.
Una voz que se multiplica
El año pasado el pueblo brasileño debió decidir entre fascismo y democracia. En las elecciones que enfrentaron a Bolsonaro y a Lula hubo un récord de candidaturas LGBTIQ, negras e indígenas. La memoria de Marielle Franco vivía en la esperanza de superar colectivamente el hambre y la muerte. Desde Marcha cubrimos ese proceso en los días previos a los comicios y en cada entrevista preguntamos: ¿Cómo seguir sus pasos?
Desde el Instituto Marielle Franco respondieron contando sobre la campaña “Estamos prontas” (“Estamos listas”), de apoyo y fortalecimiento a liderazgos colectivos, llevado adelante en conjunto con Mulheres Negras Decidem (Mujeres Negras Deciden), una colectiva que impulsa candidaturas de mujeres negras. “El legado de Marielle no se limita solo a la política, sino al activismo, al cuidado y a abrir puertas a las jóvenes negras que van llegando”, afirmaron desde el IMF.
Mónica Benicio, compañera de Marielle y actual concejala de Río de Janeiro, respondió: “Todo lo que Marielle era en su vida y en su quehacer político fue revelado al mundo a través de la tragedia que fue su asesinato. Pero exige una respuesta positiva, que no tiene que ver con el miedo y con la barbarie. Todo lo contrario. Es preciso que haya más lucha para que hayan más Marielles y para que todo lo que se identifica con su memoria florezca con más fuerza en todo el mundo”. Y agregó: “Su legado y el de Anderson viven en toda persona que luche por una sociedad justa”.
Dani Balbi, la primera diputada trans electa en el Estado de Río de Janeiro, reflexionó: “Seguimos sus pasos enfrentando los males del capitalismo, del fascismo, del nazismo, del autoritarismo, del machismo y del racismo, haciendo del púlpito del plenario un espacio de fortalecimiento de las voces de las mujeres negras. Pienso que ese es el camino que a Marielle le gustaría: no permitir que las casas parlamentarias en Brasil sean sólo espacios formales, sino que sean espacios de enfrentamiento para transformaciones radicales de las estructuras del Estado”.
Hace cinco años la violencia política ejecutó a una mujer que transgredió los límites de la tradición institucional en su escaño y en las calles. Pero no lograron acallar su voz, borrar su historia, impedir que germine su acción-semilla.
En una entrevista de 2017, Marielle Franco afirmó: “El feminismo es importante para garantizar que las mujeres no estén en posiciones secundarias. Para evitar el estatus de invisibilidad en que muchos quieren colocarnos. Para que podamos ocupar espacios en que seamos protagonistas”.