Por Silvana Iovanna y Romina Verrua / Foto por Silvana Iovanna
A casi un siglo de la primera experiencia de transmisión en nuestro país, una reflexión sobre las transformaciones, los roles y modelos para la radio que queremos.
Casi desde el surgimiento de la televisión se pronostica la desaparición de la radio. Pero, como había afirmado Orson Wells, la radio es “la mayor pantalla del mundo”, un medio poderoso por su técnica y lenguaje, un medio hecho por y para la imaginación.
Así, con la imaginación por delante, radio vive y se ha transformado y reinventado numerosas veces. Analógicas, digitales, abiertas, la radio como herramienta de organización sigue siendo parte de procesos políticos y sociales.
Pensar en el surgimiento de las radios comunitarias, en Argentina, en Uruguay, Ecuador, Colombia, pero también las radios mineras y sindicales en Bolivia, las pertenecientes a organizaciones militantes en Salvador y Nicaragua, es encontrar otros modos en que las comunidades configuraron herramientas y medios para organizarse, expresarse e incidir en sus realidades.
Comunitarias, populares, alternativas, como queramos llamarlas, la radio como herramienta al servicio social se ha multiplicado en nuestro país en los últimos treinta años más que en sus inicios.
La radio FM ha habilitado y fortalecido procesos de organización como la experiencias de la asamblea de Andalgalá en Catamarca, los Qom en Formosa, la radio de la Asociación Gremial de Trabajadores y Premetro (AGTSyP) en Ciudad de Buenos Aires, las Radios campesinas en Santiago del Estero, Mendoza, Córdoba y San Juan.
A partir del debate por una nueva Ley de Radiodifusión Argentina y la posterior sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la posibilidad de fundar radios con fines no comerciales -que no fueran públicas- y a la vez el fortalecimiento de nuevas radios públicas (en todos los niveles estatales) y el crecimiento de las comerciales, complejiza el ámbito mediático público en función de la utilización del espectro radioeléctrico y la sustentabilidad de los proyectos.
Pero también es posible pensar en otras conversiones de la radio: las escolares, que posibilitan procesos de aprendizaje comunicacional entre la comunidad escolar y paredes afuera; las experiencias de “radio taller” que se realizan en marcos institucionales –movimientos sociales, organizaciones sindicales, centros de apoyo escolar, hogares de ancianos, centros vecinales, cátedras universitarias, centros culturales- y que culminan en un formato radial a transmitir en alguna emisora. Asimismo, las emisoras, como la porteña Borda o la uruguaya Vilardevoz, en el marco de hospitales psiquiátricos forman parte de propuestas de labores sobre la oralidad y la expresión para sus internos.
La infinidad de radios web que emiten día y noche a lo largo y ancho del mundo configuran la última experiencia radial de nuestra época. Un medio muy económico y eficaz de transmisión y recepción que utiliza desde las PCs hasta los dispositivos móviles para llegar a sus oyentes. Comerciales, públicas, privadas, cooperativas, comunitarias, todas están incursionando en este nuevo formato. Donde se la busque, la radio está.
Así, a 95 años de una primera transmisión, precaria y experimental, el nuevo escenario radial da cuenta de la supervivencia de los múltiples modos de hacer radio. El desarrollo tecnológico, el uso de los elementos del lenguaje radial, los modos de comunicar y generar información, los modos de gestión, y en especial los objetivos político-comunicacionales configuran los diversos modelos de comunicación y el actual mapa de medios.
Resulta difícil imaginarse que la radio va camino a desaparecer. Casi un siglo después de su aparición en el país, y luego de haber estado presente en cambios legales, históricos, políticos, técnicos, cabe seguirse preguntando ¿qué radio queremos? ¿Por qué y para qué seguimos eligiendo la radio? A la vez, frente a la diversidad de experiencias y proyectos que coexisten hoy, ¿no sería pertinente hablar de las radios en vez de “la radio”? Si ya no es el éter lo que las une, qué es lo que se constituye en el punto de unión de estas múltiples formas de radiar.
María Cristina Mata, en su texto La radio: una relación comunicativa, señala que existen diversas maneras de pensar la radio: como medio de difusión, como práctica significante y como experiencia cultural. Es decir, sintética y respectivamente, como propalación; como un espacio de diálogo, pugna y consenso entre los “productores” de la radio y los “receptores”; o como parte de procesos culturales de los cuales forman parte y así también transforman.