Por Inés María Correa. El 11 de mayo se recordó un nuevo aniversario del asesinato del Padre Carlos Mugica, un ser emblemático que dedicó su vida a los más pobres.
Como durante estos 38 años, se realizó una misa donde participaron quienes lo conocieron y quienes adhieren a su compromiso. Para entender lo que motivó al mismo López Rega a ordenar el asesinato de este curita villero, basta conocer algunos de sus pensamientos y parte de su historia, recopilada en el libro escrito por Jorge Vernazza en 1996, “Padre Mugica. Una vida para el Pueblo”.
“Nos podrán matar, pero no quitar la vida eterna. Temamos a quienes nos pueden anestesiar el alma y el corazón. Tengamos miedo a esta sociedad en la que vivimos, que algunos llaman de consumo, aunque sólo sea de consumo para algunos y de hambre para muchos”, decía Mugica. “Sociedad que nos quiere hacer creer que la felicidad está en el auto, en el departamento, en el confort, en el estatus, en el apellido, en el prestigio. Hace dos años y medio, un pequeño grupo de sacerdotes hicimos una manifestación, un pequeño gesto, delante dela Sociedad Ruralen Palermo, donde se realizaba la exposición del confort. Fuimos con un cartel muy grande que decía ‘Confort para pocos y hambre para muchos”.
Mugica tenía muy claro que con cada exposición pública se jugaba la vida por lo que creía debía hacerlo: los pobres y su liberación. Sostenía que el pueblo, los más pobres, eran peronistas, creía en ese proyecto político y por él se jugó, más allá de las contradicciones que él mismo veía.
Carlos Mugica, o el Padre Carlos a secas, como lo llamaba la gente de la villa de Retiro, se llamaba Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe y nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930. Fue el tercero de los siete hijos del matrimonio formado por Adolfo Mugica (ex diputado conservador del período 1938‑1942 y ex ministro de Relaciones exteriores del presidente Arturo Frondizi en 1961) y Carmen Echagüe, hija de terratenientes adinerados de Buenos Aires. Como él mismo afirmaba, en su niñez y adolescencia el mundo de los pobres le era totalmente desconocido.
“Siempre digo que hay que eliminar la miseria de las villas, pero no las villas. Hay que eliminar lo que tienen de promiscuidad, lo que tienen de imposibilidad para la intimidad de la gente, pero no hay que eliminar esa vida austera de comunicación entre todos. El ideal de la vida cristiana está en tener lo necesario, lo conveniente, y nada más”, explicaba. “Quizá lo conveniente sea tener algunas cosas, un mínimo confort porque el que no tiene nada y vive obsesionado por lo que va a comer al día siguiente, también está totalmente materializado.”
“Nuestra obligación es estar firmemente al lado de los humildes. Sigue habiendo desocupación, subsisten muchas injusticias. Recientemente, un funcionario elegido por el pueblo tuvo el caradurismo de hacer una fiesta pantagruélica para el casamiento de su hija, mientras el pueblo aún sufre explotación y hambre. Esas cosas las tenemos que denunciar. Yo hice una denuncia en un reportaje que me hicieron para la revista Siete Días, pero esa parte la sacaron, porque en realidad hay libertad para expresar, pero no mucha. El sistema capitalista sigue en pie, y nos sigue haciendo creer, a través de todos los medios de difusión, que la felicidad está en el tener”.
Hacia el año 1973la Triple AAA, Alianza Anticomunista Argentina, ya funcionaba como grupo parapolicial. En este contexto, Carlos Mugica no encuadraba en ninguno de los límites de lo aceptado por ese grupo.
El curita, dentro de su propia e íntima convulsión había pasado de ser capellán de colegios de los barrios más acomodados dela Capital Federala ser el cura de la villa de Retiro, y sin amedrentarse, seguía sus prédicas. El viernes 2 de julio de 1971 una bomba estalló en la casa de Gelly y Obes 2230, pero aunque la bomba afectó edificios y automóviles (la propiedad privada que tanto defendían los adversarios del Padre Carlos), nadie resultó herido. Fue en este momento que en un reportaje pronunció su clásica frase: “Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”. Las amenazas continuaron, y dos hombres irrumpieron en el piso donde se encontraba el cuartito de Mugica, pero no pudieron concretar nada porque no se encontraba en su domicilio.
Ya con el peronismo gobernando, Mugica aceptó ser nombrado asesor ‑sin remuneración- del Ministerio de Bienestar Social, pero poco después se desvinculó públicamente de este cargo, por discrepancias con el titular del mismo, José López Rega, ya que para Mugica, “no había comunicación entre el ministerio y los villeros”. Muchos han visto en esta discrepancia abierta y manifiesta con López Rega los motivos de su asesinato. Una noche, ante un grupo de vecinos de la villa, Mugica expresó: “López Rega me va a mandar a matar”.
El 11 de mayo de 1974, sábado, a las 8 y cuarto de la noche, cuando Mugica se disponía a subirse a su coche Renault 4‑L azul, estacionado junto a la iglesia de San Francisco Solano, en la calle Zelada 4771 de Villa Luro, donde había celebrado misa, fue tiroteado por un individuo con bigotes achinados, que se bajó de un coche estacionado muy cerca. Este personaje sería Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la lopezreguista Triple A, luego jefe de custodia de Manuel Fraga Iribarne en España. Cinco disparos de ametralladora «Ingram M-10» le impactaron el abdomen y el pulmón. El tiro de final lo recibió en la espalda. El padre Vernazza, que salió de la iglesia al oír los disparos, corrió a ver qué pasaba y con ayuda lo cargó a un viejo Citroën. El cuerpo agonizante de Mugica llegó al Hospital Salaberry, donde murió. Agonizando, alcanzó a exclamar a una enfermera: “¡Ahora más que nunca tenemos que estar junto al pueblo!”. Eran las nueve de la noche.
El entierro fue una multitudinaria manifestación. Sus villeros, a los que tanto quería, le llevaron en hombros hasta el cementerio deLa Recoleta, en el corazón del Barrio Norte. Cada año, con su recuerdo, se actualiza el compromiso.