Por Juan Manuel De Stefano. Mientras Arruabarrena ajusta algunas tuercas del engranaje del equipo, los refuerzos empiezan a acoplarse y a marcar diferencias. El trabajo del técnico se basa en inculcarles a sus dirigidos una mentalidad positiva y ganadora.
Su mano se ve, se percibe y se palpa. Va mucho más allá de un triunfo de local por 2 a 1. Hay tiempos lógicos y naturales para que un conjunto de nombres respetables se convierta en un equipo, no se pueden saltear etapas en el armado de un plantel para que la mecanización de movimientos, las cuestiones tácticas y el conocimiento entre los jugadores sean inmediatos.
En eso anda Arruabarrena, ordenando a un grupo amplio en cantidad y -por fin- generoso en jerarquía individual. La realidad indica que Boca sabe a qué juega y no es un dato menor. Luego de la pésima campaña de Bianchi, al ex lateral izquierdo le tocó “meter mano” en un equipo muy limitado. Y el tema de la cabeza de sus dirigidos es clave para lograr objetivos importantes. La motivación, la seguridad y el orden, son preceptos que en este ciclo son prioritarios.
Se logró encauzar y darle confianza a jugadores muy valiosos ( Cata Díaz, Gago, Meli, Colazo, Marín, Erbes) que carecían de seguridad y rodaje. Una vez que la base estaba medianamente armada, empezaron a llegar los refuerzos: Lodeiro, Osvaldo, Pérez, Torsiglieri, Peruzzi, entre otros, y se fueron acomodando. La idea de Arruabarrena indica -en general- salir a atacar en todos lados, presión alta en cuanto a la intensidad, no dar una pelota por perdida y defender la camiseta como si fuera la última vez.
El mensaje es claro y los jugadores parecen captarlo y aceptarlo en buena medida. El triunfo ante Defensa y Justicia en la Bombonera demostró el peso de las individualidades por sobre el funcionamiento. Lo natural, nada que sorprenda en esta instancia. Pero hay indicadores positivos para el futuro: la dupla central titular parece ser Díaz- Torsiglieri. Se entienden bien, son duros y eficientes en el mano a mano. Meli, Gago y Lodeiro se complementan en todas las funciones que un mediocampo debe poseer: marca, juego, transición rápida, buena técnica y personalidad para pedirla cuando las papas queman. Y en la delantera, Osvaldo ratifica con goles lo que le falta en el circuito de juego del equipo. Hoy parece más cómodo aguantando y descargando atrás o a los costados y yendo a buscar el cabezazo, que ofreciéndose como descarga u opción de pase. Es importante en cuanto a la calidad para definir y en la cantidad de opciones de gol que tiene por partido.
El problema de Boca se está dando en el armado del equipo. Ocurre que el jugar con tres delanteros en un fútbol tan mezquino como el argentino (se celebra la valentía y hay que reconocer que la nueva camada de entrenadores utiliza bastante este esquema) tiene repercusiones en cuanto a la tenencia de la pelota. En el encuentro ante Defensa y en la mayoría de los partidos, Boca debe sacar a un delantero y poner un volante para equilibrar y que no le ganen el medio. ¿Se justifica mantenerlos, entonces?
Para ir a un caso concreto, el Burrito Martínez no termina de despegar. Delantero de generoso despliegue, no es ni el 50 % del jugador desequilibrante que supo brillar en Vélez. En general sale del equipo casi fundido, corre mucho y produce poco. Y ni hablar cuando juegan Lodeiro y tres puntas. El uruguayo se convierte casi en un hombre orquesta que debe estar dispuesto a luchar, correr y jugar en dosis similares. La alternativa más tentadora sería ponerlo de enganche definido con Gago, Erbes y Meli cubriéndole las espaldas y asociándose en el juego. Palacios cada vez que juega lo hace bien y Calleri es un diamante en bruto que, cuando se calme, será un delantero fenomenal.
Por el lado del técnico la cosa parece ser muy clara: apuntar a todos los frentes y recuperar la mentalidad ganadora de antaño. El Vasco heredó -por decisión propia- muchas cosas del mejor Bianchi. No hay quejas de los que no juegan, ni declaraciones explosivas de ningún integrante del plantel. Serio, trabajador, profesional y obsesivo (se acuesta a las 21:00 y se levanta a las 04:00 de la mañana para ver videos), apunta a sacar lo mejor de sus dirigidos con pautas claras de trabajo. Y lo cierto es que el sentir del entrenador es correspondido por sus jugadores dentro del campo de juego.
Quedan varias batallas por librar pero se percibe un ciclo con buenas perspectivas. De algo no puede haber dudas: la transformación de Boca queda en manos de Arruabarrena. Un experto, un hijo pródigo de la casa, un verdadero mecánico mental.