Producción colectiva
En clara danza de precandidatos, se realizó el discurso de apertura de sesiones parlamentarias del último año de Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de la Nación. Marcha estuvo afuera del Congreso.
Del lado de adentro de un prolijo bar de Congreso, una señora de rulos definidos y atuendo en matices de rosa almorzaba sin quitar su vista de lo que sucedía afuera. Un vidrio la separaba de la caravana de banderas blancas y celestes que copaban la plaza y las calles aledañas al epicentro legislativo nacional. Al menos, un vidrio la separaba. Esas micro distancias que en lo simbólico no son tan reducidas aparecieron cada vez que se acudía a las imágenes mentales del #18F. Ayer, mientras Cristina Fernández de Kirchner inauguraba el 133º período de sesiones legislativas ordinarias, en el centro porteño también hubo lluvia pero pocos paraguas, también hubo mucha gente pero que baja de sendos micros, también hubo consigna pero fue lo contrario al silencio.
La presencia de los y las jóvenes fue contundente. Y, otra vez, el ejercicio de comparar el resultado de la movilización kirchnerista con la de febrero encuentra una diferencia: entonces todo fue solemnidad, pretendida aflicción encarada por personas de, en promedio, medio siglo de edad. Esta vez, con la estructura del Estado al servicio de la convocatoria, la consigna fue mostrar la alegría que pretende instalar el oficialismo como consigna del “proyecto” y de la conquista de la política en mano de los y las de menos de treintipico.
Fotos: Andrés Acosta, Facundo Nívolo, Guillermo D’Ambrosio y Noelia Leiva