Por Laura Cabrera. Marcha dialogó con Mayra Bottero, la directora de La lluvia es también no verte, documental que relata a través de testimonios y material de archivo los diez años de lucha de quienes sufrieron la tragedia en República de Cromañón.
Ni una bengala ni el rock and roll
30 de diciembre de 2004. Miles de personas esperaban los primeros acordes de Callejeros en República de Cromañón, el boliche ubicado en Once. Pero, ¿qué fue realmente ese lugar? Fue aquél local bailable en donde esa noche entraron alrededor de 4000 personas, aunque su habilitación indicaba que la capacidad era de 1031. Cromañón fue ese lugar cuyas salidas de emergencia se encontraban cerradas con candados, el mismo lugar en donde se ejecutó un servicio de rescate que poseía muchas fallas, donde las normas de seguridad no se cumplieron, donde la fiesta del rock no tuvo lugar.
Desde ese punto de partida, existen dos momentos: el antes, una historia plagada de corrupción e irregularidades que, de no haber existido, no hubieran dado lugar a lo que hoy representa para los argentinos una de las tragedias más grandes de los últimos diez años. Pero también está el después, los diez años que siguieron desde entonces, con características similares a las del pasado, con una herida abierta que se expande ante cada nueva injusticia, cuando las víctimas mueren por falta de asistencia, cuando aumenta la sensación de que aún sigue existiendo impunidad ante los hechos.
En ese contexto pone el ojo Mayra Bottero, directora del documental La lluvia es también no verte, en donde con material de archivo y entrevistas a sobrevivientes y familiares de víctimas, relata los diez años que pasaron en la larga lucha por exigir justicia.
Tras el pre-estreno de la película, Bottero dialogó con Marcha sobre el 30 de diciembre de 2004, su visión personal desde la cercanía con los hechos y la profesional, aquella que la llevó a filmar y denunciar.
-La lluvia es también no verte habla de lo que la tragedia dejó en 10 años, ¿sobre qué puntos te centraste?
La película se teje con relatos de sobrevivientes y familiares de los fallecidos acerca del camino que emprendieron en búsqueda de justicia. Nos preguntamos cómo se hace para ganar fortaleza frente al dolor y salir a una lucha que los transforma inevitablemente. En ese camino de relatos ellos van contando cómo ocurrió Cromañón y lo relacionan con otras muchas muertes evitables que se producen por negligencia y corrupción.
-La tragedia te tocó de cerca porque una de las víctimas era un amigo tuyo, pero también desde una cuestión generacional porque en 2004 eras una adolescente, como tantos de los que estuvieron esa noche en el recital, ¿cómo crees que tomó el hecho esa generación de adolescentes?
Creo que sí, es una marca generacional. No hay quien no recuerde esa noche, la desesperación por saber que los suyos estuvieran bien. Pero también, para mi fue la caída de una gran máscara. Recuerdo los recitales como espacios para compartir con los otros que sentían parecido a mí. Y también lo recuerdo como un lugar en dónde encausar una necesidad (propia de los más jóvenes) por manifestarse políticamente. El rock era para mi eso, una manifestación política. Lo que entendí después de Cromañón es que, en el ‘estado de las cosas’ en el cual vivimos, todos estamos sumergidos en la corrupción, y que para manifestarse en contra de eso hace falta más que cantar una canción. No creo que así lo hayan sentido todos, pero sí ha significado una herida que nos duele y nos pesa.
-¿Qué pensás diez años después?
10 años después pienso que Cromañón duele mucho porque sigue sucediendo en todas partes, todos los días. Que cuando la gente piensa “¿qué más quieren las familias de Cromañón?” no entienden que lo que necesitan es sentir que esto no volverá a pasar. La realidad es que sigue el poder político anidado al económico y sus intereses, y que el servicio de seguridad es una fachada para negociosos peligrosos que lastiman la integridad y la dignidad de la población. Creo que esa estructura monstruosa sigue vigente y eso es lo que destruye a quienes pasan los días soportando una ausencia en su mesa. Pero también creo que la experiencia que el “movimiento Cromañón” vivió es importante, y quedará en los cimientos de nuestra memoria social. Es cierto, el mensaje es grande y su huella pequeña. Pero es una huella y vale la pena, valió la pena porque se están cumpliendo con las etapas judiciales, y han logrado decirnos a gritos que la vida merece el esfuerzo.
-Hace algunas semanas, un sobreviviente de Cromañón se suicidó, por lo que las víctimas siguen aumentando, esta vez por la falta de contención y de una ley que los ampare, ¿por qué pensás que en diez años nunca se trató el proyecto de Ley de Reparación Integral para víctimas y familiares de Cromañón?
Lamentablemente, todo depende de los intereses políticos y su egoísmo. No solo es urgente la asistencia a las víctimas, si no la seguridad de un sistema de rescate que funcione para el futuro. Necesitamos un sistema de salud pública que realmente pueda competir con la asistencia privada (por supuesto yo preferiría que la segunda no existiera). El sistema de salud es otro espacio de terrible corrupción que debe ser desenmarañado cuanto antes si queremos terminar con el sufrimiento de la población. Lo que vivieron los sobrevivientes es el horror en estado puro. Y eso no se llega a comprender. Necesitan del amor de todos porque aunque pase el tiempo los recuerdos resurgen y lastiman. Y el amor de una sociedad se traduce en la contención que el Estado pueda ofrecer. Ojalá los gobiernos lo entendieran realmente y lo pusieran en funcionamiento sin mezquindad ni hipocresía.
-Luego de la primera función ¿Qué te transmitió el público?
No la hemos estrenado aún. Hicimos una función de pre estreno para acompañar las actividades de conmemoración por los diez años de Cromañón. Estamos trabajando para que llegue a las salas muy pronto. Por suerte, la experiencia de esa primera función fue muy buena. Tratamos de trabajar con mucho respeto y me lo han agradecido. Los comentarios han sido muy buenos y la respuesta es siempre acerca de que pudimos retratar gran cantidad de las voces. Creo que eso es lo más valioso.