Por Oscar Blanco y Emiliano S*. A pocos días de tanto homenaje de calendario por el décimo aniversario de la muerte de Pappo, para conocer mejor su obra y no sólo su imagen te presentamos la primera parte de un análisis de una de sus históricas bandas, Riff.
“Acá no hay rock, el único grupo de rock es Riff.
Acá se le llama rock a todo y no todo es rock.
Piero hace canciones de protesta,
Seru Giran hace canciones blandas,
Spinetta hace Poesía, León Gieco es un trovador,
etcétera. Pero nadie hace rock salvo nosotros”
Pappo, Revista Pelo, Febrero de 1982.
Pappo era ya una leyenda viviente del rock nacional, desde sus comienzos en la primera versión de Los Abuelos de la Nada, pasando luego por Los Gatos y más tarde conformando su propio grupo, Pappo`s Blues; pero su vigencia, en esta coyuntura histórica propuesta, no tuvo que ver con su adhesión a una corriente nueva como el pop o modernos como aggiornamiento, tal el caso de Charly García, sino que fue el gestor e impulsor de la irrupción del heavy metal en nuestro medio, o al menos le dio visibilidad e identificación.
Su grupo Riff fue un referente fundamental en la irrupción de este estilo de rock en la Argentina. Música activa imbuida de cierto desenfreno con la dureza del metal como oposición a la blandura de los años de la contracultura del rock nacional y la violencia contra la no violencia y el pacifismo de los hippies: “Agresivo, sin ningún motivo;/ ya no importa, lo que puedan pensar.” (“Rayo luminoso”, Ruedas de metal, Riff, 1981).
Con Riff, el rock pesado rompe con el pacifismo y apela a la violencia, después de Malvinas, después de tanta represión y ataduras sociales, desde que se comienzan a hacer sentir las consecuencias de las políticas económicas neoliberales impuestas por la dictadura militar con una incipiente desocupación que sobre todo comienzan a sufrir los jóvenes de clase baja, el público preferencial del rock duro o pesado; la incitación a la violencia promovida por el rock duro de Riff, con sus cadenas y camperas negras motoqueras, implicaban un escape, un desatarse, una forma de libertad de aquel que empezaba a ser postergado y marginado. “La paz no existe, sostienen los ‘metálicos’, existe la guerra y a la violencia hay que responderle con la misma moneda. Su actitud violenta es una prefiguración, un ‘aviso’ al sistema de lo que le espera como resultado de su propia violencia disimulada” (Vila, Pablo, 1985: 141). “Megáfonos recomiendan,/ use máscara de gas,/ hay oxígeno vencido/ en esta farsa de la paz.” (“Pantalla del mundo nuevo”, Contenidos, Riff, 1982). Un equivalente violento de la propuesta de Virus, que estaba dirigida a un público representativo de las clases medias, de desestructurar el cuerpo mediante el baile.
La vertiente de Riff del heavy metal despliega en sus letras un imaginario basado en un tipo de cine, las road movies, películas sobre las carreteras que atraviesan grandes planicies o desiertos, típicas de un estilo de cine norteamericano que pasó a ser de culto, y películas de ciencia ficción que también transcurren en grandes carreteras pero después de un colapso mundial de las economías basadas en las máquinas y los combustibles, de las cuales la trilogía de Mad Max de George Miller también se convirtió en cine de culto.
Estas letras al desplegar ese imaginario se constituyeron en verdaderas claves alegóricas para criticar y denunciar las políticas económicas neoliberales que sólo podían ser posibles mediante la exclusión social. Como Riff se constituye en los finales de la dictadura, todavía arma su poética a partir de un imaginario que es una clave para hablar de lo social en Argentina, procedimiento típico en los años de dictadura para poder eludir la censura y la persecución represiva del régimen militar; como, por ejemplo, fue el caso del uso de la ciencia ficción en Spinetta/Invisible, por ejemplo “El anillo del Capitán Beto”.
La poética de Riff, en parte apropiándose de esas recurrencias de la ciencia ficción, se articula sobre dos ejes. El primero se conforma a partir de una denuncia de la ciudad moderna y su violencia de exclusión en la cual se iba convirtiendo Buenos Aires y el resto de las principales ciudades Argentinas, la sociedad de las nuevas máquinas, las nuevas tecnologías -informática, computadoras, videos, preeminencia de la televisión, comunicaciones satelitales y celulares, etc.- y el sujeto emergente a partir de aquella nueva situación. El segundo eje se despliega al articular un otro sujeto que se oponga a ese nuevo estado de cosas. Una serie de temas, en sus letras, interrelacionan las críticas a la modernidad y la emergencia de una nueva subjetividad. “Relámpagos violetas no me dejan ver,/ la ciudad que es sólo lujuria, dinero y placer” (“Profanador de tumbas”, Macadam, 3, 2, 1, 0, Riff, 1981), “La ciudad del mundo nuevo/ duerme su sueño de paz,/ ve la vida en un video/ y se le va la vida, creo” (“Pantalla del mundo nuevo”, Contenidos, Riff, 1982).
La crítica a la ciudad moderna y el advenimiento de nueva tecnología articula, por un lado, una oposición a las políticas neoliberales que trocan lo que fue la industria nacional en meras oficinas de importadores. Es interesante observar que la tapa del CD editado por Riff en 1982 presenta al grupo dentro de un conteiner o contenedor en donde llegaban las importaciones y que el disco se llame Contenidos, implicando, por un lado, que la gente estaba desconteniéndose de la opresión en el final de la dictadura, y por otro, señalando una política, comenzada por la dictadura militar y que luego será continuada por la democracia, como una forma de dominación que sellaba el fin de lo poco que quedaba de la industria nacional. Lo cual, además, marcaba el advenimiento del imperio del sistema financiero en la economía, en donde el dinero y su posesión van imprimiendo un tipo de vida en la ciudad moderna, al tiempo que opera sobre una merma en las emociones que sólo comienzan a expresarse vicariamente en la contemplación de una “pantalla de video”.
Simultáneamente, en el campo interno del rock que está surgiendo en esos años como oposición al “rock nacional”, Riff despliega una confrontación con los grupos llamados modernos porque considera que sus críticas elaboradas desde el humor y la ironía son otra forma de adaptación al sistema -instancia de oposición al pop que, con sus diferencias, es coincidente con los grupos punk y rockers-.
Es así que la perspectiva del estilo metálico de Riff -con sus componentes de gótico agresivo y terror futurista- propone una subjetividad que implica una identidad contestataria a lo que se ve como el sistema impuesto, la nueva ciudad moderna. El tema que ya en 1981 lo condensa es “Ruedas de Metal”, la irrupción del motoquero argentino imbuido de una concepción anarco-nihilista, pero que establece lazos de solidaridad con los que considera sus pares: “Todo lo que tengo,/ no te lo voy a dar,/ pero compartiremos,/ por lo menos la mitad” (“Ruedas de Metal”, Ruedas de Metal, Riff, 1981).
La subjetividad motoquera de esta vertiente de lo metálico se propone como un héroe que exhibe una violencia liberadora contra el sistema, que se traduce en “violar las reglas”, “profanar” lo establecido, y tensionar, llevando al extremo, lo que el sistema considera peligroso. Como en Matrimonio del cielo y del infierno de William Blake se invierte las concepciones del bien y del mal. Un tema como “Profanador de tumbas” (Macadam 3…2…1…0…, Riff, 1981) denuncia que lo que se constituye como el bien, la forma de vida que impone el sistema, en realidad es el mal: “y ahora en toda la gente gobierna el mal”.
Las formas de vida impuestas por el sistema, primero en tanto dictadura militar, y ahora continuadas por la democracia, comienzan a internalizarse en la gente, de allí la necesidad de oponerle otra subjetividad, que en el caso de Riff implica una reacción conformada a partir del imaginario antes descripto, provenientes de filmes de ciencia ficción (sobretodo Mad Max), y que es, además, la traducción y adaptación en nuestro medio de grupos de rock metálico como Motorhead.
Si el sistema, encarnado en las letras de Riff por la “ciudad ultramoderna”, la “ciudad del mundo nuevo”, considera y ubica en el mal a todo lo que se le opone, a todo lo que lo denuncia, a toda subjetividad que intenta revelársele, el gesto desafiante de esta subjetividad anarco motoquera es colocarse en el lugar del mal, un mal liberador que se opone al mal que se disfraza de bien. Un héroe que persigue y espera un cataclismo final liberador contra el sistema, mientras sueña la revuelta: “Sabía que algún día el mundo iba a estallar,/ que culminaría en una destrucción total” (“La espada sagrada”, Riff VII, Riff, 1985). Una inflexión apocalíptica en la que la destrucción de ese mundo nuevo, encarnado en la ciudad ultramoderna, aparece como un alivio para los expulsados por ella, para los que no cuajan en ella; una expiación, una violencia punitiva sin finalidad, como la ira de Dios que es metáfora de la violencia del proletariado para Walter Benjamín, que no funda un nuevo estado de derecho, sino que destruye el establecido, instancia anarquista de su pensamiento.
*Este es un fragmento levemente reescrito del capítulo dedicado a Riff presente en el libro Las letras de rock en Argentina, de la caída de la dictadura a la crisis de la democracia -1983-2001-, publicado por Colihue en el año 2014 y escrito por ambos autores de esta nota.