Por Rocío Altinier. En momentos de debate sobre sexualidad y cine gracias al estereotipado fenómeno promovido por Cincuenta sombras de Grey, Marcha se remonta al film de Von Trier donde el sexo une lo placentero y lo desgarrador. Una película menos “presentable” sobre el deseo femenino.
Lars Von Trier completa su “trilogía de la depresión” con Nymphomaniac (2013). El provocador director danés explora, a través de los relatos sexuales de Joe, los lugares más placenteros y más desgarradores del sexo. Trier logra condensar en sus films lo sonoro, lo visual y, por qué no, lo teórico (con suerte se aprende algo de matemática o historia en sus films) para exponer y reflexionar sobre el cuerpo femenino y su experiencia.
Rammstein funciona como preludio a la narración de Joe (Charlotte Gaisburg) sobre una vida marcada por una búsqueda continua, al punto de ser insoportable, de placer sexual. De aquí en más una lista de elementos para pensar la experiencia de una mujer adicta al sexo: numerología, religión, Bach, el teorema de Pitágoras, Talking Heads, profecías satánicas, Freud y otras locuras en principio inconexas que Trier logra conectar con una precisión sólo digna de él mismo, mediante dos relatos que se unen: el de la protagonista, que narra después de ser encontrada por Seligman (Stellan Skarsgard) golpeada en la calle, sus experiencias sexuales más inocentes y también más humillantes (averigüen porqué 5+3 son para Joe “los números humillantes”). Y la de este hombre aún virgen, lector apasionado, que hará de escucha, confesor y juez de la historia de esta mujer marcada por el estigma de lo que ella llama una “sexualidad prohibida”.
Joe divide su propio relato en ocho capítulos que narran cada etapa de la vida, siempre con la sexualidad en primer plano (¿No tiene la experiencia propia también diversos relatos sexuales que pueden agruparse para construir una historia?): desde los juegos con su amiga encerrada en el baño, las consultas al libro de medicina de su padre: “nervus dorsalis clítoris” repite esta pequeña Joe en voz baja, hasta las sesiones de sadomasoquismo y el encuentro en un hotel con los llamados por Joe “hombres peligrosos” para poder lograr un orgasmo inalcanzable.
Los flashback, interpretados por Stacy Martin que interpreta a la joven Joe, recorren todas estas experiencias sexuales que muestran al sexo en todas sus facetas: como descubrimiento, diversión y placer. Pero también como humillación, dolor y culpa.
Las escenas de sexo explícito y la crudeza de las imágenes del film de Trier se alejan de aquellas escenas de sexo adornadas y románticas a las que nos tiene acostumbrados muchas veces Hollywood, para acercarse a algo más real, donde el sexo, además de ser placentero, puede ser también vergonzoso, humillante y perverso. Trier muestra ese resto que es más íntimo, más real, que conocemos pero que no suele mostrarse en pantalla grande: la belleza y la crudeza del sexo, todo junto, al mismo tiempo.
El film se divide en dos volúmenes que fueron estrenados por separado, y que juntos componen una obra de más de cinco horas. El punto de inflexión entre ellos puede decirse que es el esperado encuentro con Jerôme (Shia LeBaouf). Sí, todavía hay lugar para el amor en un espíritu depredador como el de Joe (la metáfora animal aquí es perfecta), aunque ella se defina como una rebelde, una luchadora en contra de la idea del amor: “para mí el amor era sólo sexo más celos”.
Pero Jerôme reconoce su problema: “si tienes un león, tienes que alimentarlo…”. Dejo para los interesados la tarea de descubrir de qué va esta historia de amor marcada por algo que va desde el desprecio hasta la entrega completa por el otro.
Puede pensarse a Trier como un provocador: explora lugares muchas veces incómodos y dolorosos y experiencias que marcan tanto a la psiquis como al cuerpo. El cuerpo y la mujer ocupan un lugar importante en el trabajo de Trier como algo que se expresa desde las imágenes que nos brinda hasta las temáticas que aborda: su “trilogía de la depresión”, como él llamó a la serie de films que se completa con Nymphomaniac (Antichrist y Melancholía son los anteriores), hace una referencia explícita a los temas que marcaron sus últimos trabajos, todos protagonizados por mujeres con sus características humanas expuestas al punto de lo insostenible, lo desesperante. Quizás eso sea parte de lo provocador también.
Cuerpo expuesto en primer plano, un cuerpo que pide más todo el tiempo, algo inalcanzable cada vez: “siempre demandé más de la puesta de sol. Más espectaculares colores, cuando el sol golpea el horizonte. Ese es mi único pecado” dice Joe.
Composición de algo que no es poco atrevido, señoras y señores: el relato de una experiencia femenina.
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