Por Nadia Fink. Cuando faltan horas para que el Palestino de Chile juegue su partido contra el Zamora de Venezuela por el grupo 5 de la Copa Libertadores de América, una mirada sobre un club que lleva a un pueblo que resiste en sus colores y en su piel.
El año pasado, una imagen recorría el mundo y sorprendía a los distraídos aficionados futboleros: mientras que Estado Israelí perpetuaba una nueva ofensiva contra la franja de Gaza, mientras 800 personas eran asesinadas –la tercera parte de ellos, niños–, el 20 de julio, en su debut por el Apertura 2014, los jugadores del equipo de fútbol Palestino de Chile, salían a la cancha con Palestina en su piel. ¿El motivo? A principios de año habían decidido que, en cada camiseta, el número 1 representara el mapa de Palestina. Luego de varias polémicas y repercusiones, la Asociación Nacional de Futbol Profesional en Chile (ANFP) les exigió que sacaran el mapa del atuendo y, por eso, cada uno de ellos, llevaba un dibujo del mapa en sus antebrazos.
En ese partido de locales contra el Cobreloa, además, hicieron un minuto de silencio por las víctimas en la franja de Gaza.
Las solidaridades se multiplicaban pero la FIFA (¡ay, la FIFA!) metió la cola una vez más: a mediados de julio, en plenos ataques contra la franja de Gaza, el equipo marroquí Raja Club Athletic de la ciudad de Casablanca iba a disputar un partido amistoso contra el Espanyol. Desde hacía semanas habían programado salir a la cancha con una camiseta que rezara “Todos con Gaza”. Sin embargo, la información se filtró y el club recibió un mensaje de la empresa organizadora del evento donde le recordaba el reglamento de la FIFA en el que se prohíbe mostrar “lemas o mensajes de contenido político en partidos de fútbol, incluso en amistosos internacionales”.
A pesar de que el equipo no pudo llevar sus mensajes, no fue posible acallar a la hinchada del equipo local, que durante todo el partido coreó canciones con consignas de solidaridad con Gaza y desplegó banderas de Palestina es sus tribunas.
Pero volvamos a Chile y al Club Deportivo Palestino, club fundado en 1920 por colonos árabes en la ciudad de Osorno, y que lleva, además del nombre, en su camiseta los colores de la bandera palestina, que flamea en tres tiras verde, roja y blanca.
Después de 36 años de ausencia en la Libertadores (su última participación había sido en 1979, cuando llegó a las semifinales y perdió con quien sería el campeón, Olimpia de Paraguay), el Palestino recayó en el grupo 5 después de eliminar nada menos que a Nacional de Montevideo, tres veces campeón de la Copa. Allí, además del Wanderes y el ya mencionado Dep. Zamora, comparte grupo con Boca Juniors.
Estadísticas más o menos, lo destacado de “los arábes”, como los llaman, es que son quienes representan a la colonia palestina de Chile, conformada por unas 400 mil personas, la mayor comunidad fuera de medio oriente. Tanto es así que la cadena de televisión satelital Al Jazeera transmite en directo todos los partidos que disputa en la Libertadores.
Incluso el propio presidente del Gobierno Palestino, Mahmud Abbas, dijo tras la clasificación: “Quiero que sepan que nos identificamos con Palestino como segunda selección nacional para el pueblo palestino. Ustedes han levantado nuestros colores y nos han dado voz en los momentos más difíciles”.
Hay quienes insisten en que el fútbol es un deporte, o un juego. Quienes intentan despojarlo de significados, de mística o de símbolos. Que tratan de ser objetivos para definir un gesto o valorar una actitud. Por más que lo intentemos, no sabremos cómo dejar de emocionarnos cada vez que el gol de Maradona se repite en una pantalla: por el gol, sí, pura magia; pero también por los ingleses que quedan en el camino.
Y entonces, si el Palestino juega, paramos la oreja, espiamos las tribunas, resistimos junto con ellos la invasión de su pueblo, el despojo de sus territorios y de sus vidas. Detrás, un equipo que intenta el juego, y que sigue intentando aun cuando pierde: el entrenador argentino Pablo Guede –responsable del ascenso de Nueva Chicago en 2013– le dio una impronta a partir de las influencias de Tito Vilanova, Pep Guardiola, Bielsa y Mourinho, según sus propias palabras.
A pesar de no haber viajado a Venezuela para el partido de hoy (se quedó en Chile junto a otra de las figuras del equipo, César Valenzuela), porque para Guede la prioridad parece ser el campeonato local, el capitán Leonardo Valencia expresa lo que significa para los propios jugadores representar a todo un pueblo: “Sabemos que los hinchas acá y también en Palestina estarán muy pendientes de lo que hagamos. Representaremos a Chile y a un pueblo que no lo viene pasando bien, y a ellos intentaremos entregar una nueva alegría”.
El delantero Marcos Riquelme agregaba sobre el juego que intentan desplegar: “Es siempre tratar de jugar, nunca bajar los brazos pese a ir en desventaja”, y otra vez los símbolos aparecen y las analogías se vuelven inevitables. Mientras en Palestina cuando las bombas no caen sobre el territorio, el fútbol se ve diezmado y atacado una y otra vez por la avanzada israelí; en Chile cada partido es una excusa para mostrar un territorio que se quiere ocultar, una lucha que genera adhesiones en cada rincón del mundo y, nada más ni nada menos, un equipo que intenta jugar y nunca bajar los brazos.