Por Juan Manuel De Stefano. Gallardo y Arruabarrena encarnan el cambio de estilo, de ideas y de manejos. Con otros fundamentos y enunciados que demuestran ser igual o más exitosos que los de sus antecesores.
Se acabó. Era hora. El tan ansiado recambio se imponía como algo ineludible e irremediable. La psicología aplicada al deporte, cuerpos técnicos más y mejor poblados, en síntesis la descentralización del poder de la que tanto se habla en otros campos.
Que se entienda, no se trata de incorporar al fútbol propiamente dicho como una rama compleja de la ciencia. Pero sí se trata de jerarquizarlo y hacerlo cada vez mejor, de inculcarle herramientas y matices, de que se desarrolle libremente dentro del campo abarcando el todo fuera de él. Pero tampoco se trata de denostar a la gente (entrenadores, en este caso) por lo que marca su documento: no es una defensa de la juventud como tal. Se trata de capacidad, humildad y respeto. La gente cambia, se renueva, se aggiorna a las nuevas formas… O no lo hace, y ahí reside la diferencia, no es que sólo la marque la edad.
Si bien hay que reconocer que en otras sociedades se sindica al individuo entrado en años como una fuente inagotable de sabiduría, de conocimiento y de referencia para la juventud. Por estas latitudes –por el contrario– se está muy lejos de aquellas formas y pensamientos: en general, el calificativo de viejo va acompañado de otros insultos o improperios que no vienen al caso.
Hecha la salvedad, lo cierto es que en el análisis puntual lo que se quiere demostrar es la diferencia entre unos y otros. Para poner dos casos específicos e importantes por el lugar que ocupan se puede tomar a Marcelo Muñeco Gallardo y a Rodolfo el Vasco Arruabarrena. Con apenas un puñado de años ejerciendo la profesión, se manejan ante dirigidos y periodismo con una soltura que sorprende. Para ellos capear la adversidad es cosa de todos los días. Convivir con la presión y tomarla con naturalidad es su mandato principal.
Y no deben tenerse en cuenta sus antecedentes (muy ricos, por cierto) como jugadores, porque hay infinidad de casos de ex jugadores que jamás estuvieron a la altura de las circunstancias y cuentan con igual –o más– pergaminos que el Muñeco y el Vasco. Cuestiones como el famoso manejo de grupo, el día a día en clubes de tamaña envergadura, la atención al periodismo y lidiar con la opiniones en contra, los cuestionamientos de los hinchas, las urgencias de los dirigentes; son atendidas con serenidad, buena predisposición y argumentos sólidos.
Parece haber concluido la era del “enrostrar triunfos y trayectoria” en las que el cuarto poder se veía atemorizado, atacado e, inclusive, enjuiciado por los dedos inquisidores de los “Dioses del fútbol argentino”. Bianchi, Ramón Díaz, Mostaza Merlo, Coco Basile… y siguen las firmas. Hoy en día, con la nueva camada de entrenadores, las conferencias de prensa pasan por otro lado. Gozan de buena salud, se respira otro aire, se puede llegar a más conclusiones que en otros tiempos y se escuchan argumentos en lugar de ninguneos o frases sin sentido. O explicaciones en lugar de justificativos que no conducen a nada. Parecen haberse acabado las aseveraciones tales como: “Yo soy un ganador, pibe”; “Perdimos porque nos levantamos mal, nada más”; “Sólo los imbéciles no cambian de opinión, y yo soy un imbécil”… etc. La soberbia le deja lugar a la humildad.
Para ir a nuestros ejemplos concretos, lo de Gallardo en River el semestre pasado fue magnífico. Su manejo de los tiempos, el estilo que le imprimió a un equipo que venía de ser campeón, la tranquilidad tras algún resultado adverso y sus convicciones para sostener la idea madre resultaron ciertamente llamativas teniendo en cuenta la poca experiencia y su corta edad. La sapiencia de Arruabarrena para manejar a un plantel que se venía de “devorar” a un prócer como Bianchi, los mensajes claros ante el periodismo y el plantel, la naturalidad para tomar decisiones complicadas y ,desde lo futbolístico, los méritos para lograr un buen rendimiento con un plantel rico en cantidad y no tanto en calidad. El Muñeco, con un mejor manejo del idioma, con argumentos y explicaciones bien fundadas desde lo discursivo y lo didáctico. El Vasco, siendo mucho más directo, con un discurso un poco más básico pero, no por eso, menos claro. Sus mensajes llegan por lúcidos, simples y cargados de ese aire honesto y bonachón que emana del ex lateral izquierdo.
Va de suyo que no se trata de ser amigo del periodismo, no reside aquí la fundamentación ni el origen de estas líneas. Hay otro camino por tomar en cuanto al deporte más hermoso del mundo. Habría que preguntarle a Bianchi, a Merlo o a Basile, por nombrar a algunos, qué ocurrió en sus últimas experiencias. Merlo ascendió con Colón, es cierto, pero en la Academia le costó horrores el día a día en cosas que, en principio, no debería costarles a entrenadores tan reconocidos. ¿Basta sólo con conocer de fútbol, táctica, estrategia o manejo de grupos? Claramente, no. El trato con chicos en la era de la Play no puede ser el mismo que el que se les dispensaba a los de la década de 1980 o 1990.
Esta máxima tan simple y remanida es, o debería serlo, el punto de partida para abrirse a nuevos horizontes del conocimiento. Y no se circunscribe a lo estrictamente futbolero. Como vimos, se destaca por otros ítems importantes que incumben a lo periférico. Las nuevas formas no aseguran –como es obvio, por otra parte– ganar siempre. Pero es innegable que dentro de la búsqueda del resultado, es lo que más se parece al ideal, al menos de este humilde cronista. Es bueno saber que a pesar de las distintas personalidades, estilos de juego y otras yerbas, el ejemplo de los Pekerman, Bielsa, Sabella y Martino, entre otros, marcan el paso del querido fútbol argentino. Ya no quedan dudas, se acabó. Era hora. La hora de la Generación.com.