Por Francisco J. Cantamutto. Ante la movilización del próximo miércoles de un grupo reducido de fiscales en reclamo por la resolución del caso Nisman, Clarín la promueve y la oposición de derecha se suma con entusiasmo. La izquierda se negó a acompañar pero surge la pregunta: ¿no se movilizan igual cuando los muertos los ponen los sectores populares?
Decía el pensador Carl Schmitt que la esencia de lo político se esconde en la lógica amigo-enemigo, tensión que podía aplicarse a cualquier ámbito de la vida. Sobre esa base, el recientemente fallecido Ernesto Laclau explicó la forma del populismo, sostenida en polarizar al interior de la comunidad política entre el pueblo como soberano y el pueblo legítimo como los relegados, desplazados, dañados. Todos somos el pueblo, pero algunos son más pueblo que otros, y esa diferencia se irá desplazando una y otra vez, conteniendo a distintos actores según el momento. Esta forma de construir hegemonía se sostiene en la capacidad de dividir el campo político en antagonismos tan fuertes que impidan tomar terceras posiciones: o se está con el pueblo, o se está contra él. Y una parte de la disputa es, justamente, determinar cuál es “el pueblo” y quién está con él.
El kirchnerismo se construyó sobre esta lógica de polarización desde el inicio, cuando el poco conocido Néstor Kirchner asumió como presidente y recuperó las demandas que las organizaciones populares habían puesto sobre el tapete durante largos años previos. Aunque Kirchner no tuviera ninguna relación previa con este movimiento popular, logró modificar el campo político de modo que su figura quedara representada del lado de esos demandantes, contra sus enemigos, aquellos que defendieron el neoliberalismo más acérrimo.
Con esta forma de legitimarse, el gobierno enfrentó quizás su mayor desafío político hasta ahora: el conflicto con la Mesa de Enlace del agro en 2008. Su argumento fue que esas organizaciones eran una corporación con intereses particulares, pero el gobierno debía velar por el interés de la totalidad política. Contra la demanda egocéntrica, el Estado se erigía en nombre del pueblo.
Las patronales agropecuarias quisieron romper esta asociación, aludiendo a un pasado glorioso del “Granero del mundo”, entonando himnos y diciendo defender instituciones de la república, lo que atrajo a los partidos mayoritarios de oposición, que empezaron a debatirse cómo representar esta nueva demanda. Para ello, había que resolver dos grandes problemas. Uno era que el discurso constitucionalista sobre la división de poderes apuntaba en realidad contra la potestad del Poder Ejecutivo de fijar alícuotas: la Mesa de Enlace nunca pudo superar su barrera corporativa de bregar sólo por la eliminación de las retenciones. Su particularismo lo hacía difícil de representar como interés general. El otro problema era que asociar al agro concentrado y empresarial como el pueblo no era muy fácil de hacer creíble.
La expansión de la representación
Cuando en 2011 el kirchnerismo ganó las elecciones con el 54% de los votos, el discurso de representaba la totalidad social se vio modificado, para empezar a hablar de la mayoría. Al afirmarse sobre esa mayoría, abrió una brecha que la oposición patronal buscó explotar, pasando a hablar de “la gente”, sustituto bienpensante y clasemediero de “el pueblo”, agotada de los atropellos de un gobierno desenfrenado sin interés por negociar con las minorías y que se olvida de sus mayores problemas: la inflación y la inseguridad. Al igual que el gobierno, pero con otros significantes, la oposición busca polarizar la comunidad política entre “la gente” y un tiránico gobierno.
El caso Nisman reúne toda esta gran alegoría, explotándola a un nuevo nivel. La falta de ética pública, el desdén, las intrigas y, finalmente, la muerte. Si el Estado no protege al fiscal, ¿qué les queda al resto de los(as) argentinos(as)?, aseguran los indignados locales.
El 18 de febrero un grupo reducido de fiscales se movilizará en reclamo por la resolución del caso Nisman. Clarín la promueve, tal como hizo con las de 2012 y 2013, en una especie de “primavera gaucha”. La sociedad Macri-Carrió y el renovador Massa, desesperados por demostrar su compromiso con la causa, impulsan la marcha de “la gente”. De la Sota, y los radicales Cobos y Sanz confirman su presencia. Blandiendo la consigna de su propia contradicción electoralista, Binner, Pino Solanas y Libres del Sur se suman a la convocatoria. Los dirigentes gremiales Moyano y Barrionuevo, en la misma lógica de alianzas, asistirán. Menos presentable pero igualmente presente estará la polémica defensora de represores Cecilia Pando.
Pero debe atenderse también que esta variopinta oposición partidaria se enreda en representar aquella parte de la clase dominante que se siente desplazada por el actual orden político. En una solicitada reciente, reclaman por la investigación AEA, Sociedad Rural, CRA, AACREA, AAPRESID, ABA, CEA, entre otras. Es decir, el arco liberal opositor de la patronal. De Mendiguren asistirá.
¿Como en el ’55?
El kirchnerismo ha criticado la marcha, pero de ninguna forma ha cuestionado el libre derecho a expresarse y manifestarse. La oposición confunde la discusión sobre los reclamos con el derecho a reclamar. El reducido grupo de fiscales está compuesto por una retahíla de encubridores, denunciados por las propias agrupaciones de víctimas, que no abandonará sus sillas en diciembre, como sí hará la presidenta. Del mismo modo que con la denuncia de Nisman, de la cual se objeta que carece de fundamentos pero se dispusieron las medidas para avanzar con la investigación.
Tal como con Perón, la oposición busca explicar al gobierno como un totalitarismo excepcional al que hay que oponer todas las fuerzas democráticas. Sabemos a qué nos llevó en el ’55: la dictadura y los fusilamientos de José León Suárez. Y no terminó ahí.
Esta vez, sin embargo, prácticamente toda la izquierda aprendió la lección. Se han expresado contra el 18F desde el FIT, pasando por Patria Grande, el PCR, el MST, La CTA, entre otros. El premio Nobel de la Paz Pérez Esquivel y el ex fiscal adjunto del Juicio a las Juntas militares de Argentina, Moreno Ocampo, han repudiado la marcha. Los Curas en la Opción por los Pobres se oponen. Incluso asociaciones patronales evitaron expresarse o eludieron su presencia: Federación Agraria, CONINAGRO, la Cámara de la Construcción o la propia UIA.
Además de denunciar las connivencias del gobierno con la inteligencia sobre organizaciones populares y su responsabilidad con las maniobras de la Justicia sobre esta causa, la izquierda ha resaltado la hipocresía de ponerles distintos valores a los muertos: ¿acaso no importaban igual Maxi y Darío, Carlos Fuentealba, Mariano Ferreira, Luciano Arruga, Ismael Sosa? ¿No es igual cuando los muertos los ponemos los sectores populares y trabajadores?
Frente al consenso conservador que impulsa la patronal y las contradicciones del gobierno, la izquierda debe afirmarse como tercera opción. Lograr disputar el lugar del pueblo contra los enemigos presentes en la oposición patronal y también en el propio gobierno. Los llamados en este sentido ya han sido anunciados. Quedan meses antes de las elecciones para disputar este espacio también.