A partir de la cesantía de un docente histórico de la Facultad de Ciencias Económicas, se abren preguntas sobre la autonomía universitaria en contra de derechos laborales y el descarte de profesores que pretenden una universidad plural.
En enero, la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (FCE-UBA) notificó al Profesor Guillermo Gigliani el cierre de su curso “Dinero Crédito y Bancos” y el cese de su actividad docente. El argumento: que el Profesor supera los 65 años de edad. Este tipo de cesantía atenta contra los derechos laborales a partir de la imposición del estatuto de la universidad, que data del año 1958.
Desde la Asociación gremial Docente (AGD) convocaron a una asamblea para las 18.30 horas de hoy porque enmarcan esta arremetida dentro de otras cesantías, recortes y designaciones a dedo de titulares de cátedra relacionados con el corrimiento de docentes por cuestiones ideológicas diferentes a las que históricamente lleva adelante esa Facultad.
Para comprender mejor el entramado que tiene a Gigliani –también miembro de Economistas de Izquierda– en las antípodas de los economistas como recursos humanos para futuras empresas, Ariel Slipak, docente e integrante de la mesa ejecutiva de AGD, dialogó con FM Che Barracas. Slipak, como Guillermo, pretenden construir una Universidad plural e involucrada con las problemáticas de la sociedad.
-¿Qué argumento utilizaron desde la UBA para cesantear al profesor sin aviso previo?
-Hay una ley nacional sobre la edad jubilatoria docente, que se sancionó hace unos años nada más, que indica que cuando los docentes universitarios cuando llegan a la edad jubilatoria de 65 años (en el caso de los hombres, 60 para las mujeres) pueden ejercer el derecho derecho a opción de trabajar hasta los 70 años. Todas las universidades públicas cumplen con esta ley a excepción de la UBA. El estatuto de esa universidad, que es de 1958, indica que se jubilan a los 65 porque en ese año la edad jubilatoria para el hombre era 60. Por eso, cuando cumplimos 65 años nos dejan cesantes. Y se han cometido actos de muchísima gravedad como, por ejemplo, que docentes que como no pensaban jubilarse no tramitaban su jubilación se quedaron de golpe por la cesantía en el cargo sin ingreso y sin cobertura médica. Este caso de la cesantía actual, el de Guillermo Gigliani, es aún más grave porque es el Secretario General de la Comisión Directiva de la Asociación gremial Docente (AGD) de Económicas y porque desde su actividad se ha caracterizado por ser históricamente un luchador por que los planes de estudios sean pluralistas, heterodoxos; por que no haya una sola voz, que es la voz clásica, la de una sola escuela, que lleva a varios economistas a hacer afirmaciones tales como “el que no trabaja es porque no quiere” o “la inflación está usada por la emisión monetaria”. Guillermo ha combatido estas ideas, ha peleado durante décadas para terminar con la arbitrariedad en Ciencias Económicas.
-¿Ven un trasfondo ideológico en la cesantía entonces?
-Si consideramos que actualmente más del 50% de los docentes trabajan ad honórem y que muchos tienen trabadas sus designaciones por motivos ideológicos, sí. Las autoridades vinculadas con la Franja Morada de la facultad de Ciencias económicas frenan las designaciones de distintos docentes y Guillermo ha sido un emblema en estas luchas. Es además un destacado economista del EDI, que también siempre ha peleado por la unidad quienes han puesto la economía como ciencia al servicio de los movimientos sociales.
Este no es un caso aislado: por ejemplo, el año pasado las autoridades de la facultad cerraron arbitrariamente el curso de Andrés Asiain, asiduo concurrente del programa 6, 7, 8… más allá de que yo no comparta el posicionamiento político, es un economista muy riguroso y que desde su posicionamiento ideológico, contrario a radicalismo, le cerraron el curso. También hubo irregularidades en concursos de renovación de titulares de cátedra en el Ciclo Básico Común (CBC) por influencia de las autoridades de la facultad contra la renovación de Pablo Fucci porque él tiene en su cátedra “docentes que son considerados inadecuados, de izquierda”.
-Esto tiene que ver, entonces, con un estado de la UBA en sí, no sólo de la Facultad de Ciencias Económicas…
-Lo tristemente interesante es que la UBA tiene un concepto muy preocupante sobre la autonomía universitaria. Por ejemplo, dice que la ley que sancionó el Congreso de la Nación atenta contra el estatuto de la universidad respecto de la edad jubilatoria, entonces parece ser que el estatuto está por encima de una ley laboral.
Los únicos trabajadores estatales que no tenemos convenio colectivo de trabajo aún somos los docentes universitarios. Durante los últimos años se avanzó en una negociación y la UBA –que tiene unificada su personería– se retiró de la mesa de negociaciones del convenio colectivo de trabajo y ya manifestó que no va a cumplir lo que se firme.
-Estas barbaridades cometidas en nombre de la “autonomía universitaria” resultan un arma de doble filo cuando usan esos mismos debates para quitarle la autonomía necesaria a un órgano educativo…
-Es cierto. No podemos caer en algo que implique la intervención, pero también es necesario que reflexionemos sobre qué es esa autonomía. Que la UBA se escude en eso mismo que a veces desde el activismo lo hemos utilizado para eludir el cumplimiento de la Ley de Educación Superior (que ha sido bastante nefasta) o eludir la injerencia que intentaron tener organismos como el Banco Mundial en las universidades… pero desde luego que la autonomía universitaria no puede ser excusa para no cumplir leyes laborales.
-¿Cómo ven el desgaste del entramado educativo en el nivel superior ante este tipo de situaciones? Porque no solamente se trata del trabajo de docentes y no docentes, sino también del tipo de educación que se consigue aplicando estos mecanismos.
– Desde luego, uno se encuentra con una estructura pedagógica monologal, donde el rol del docente parece ser, y eso se exacerba en la Universidad de Económicas, el dictado de una clase magistral, prácticamente sin participación estudiantil. Por eso seguimos esta pelea los que pensamos que la universidad debería ser otra cosa y no una institución tan estructurante del pensamiento o tan formadora de RRHH para que cada uno busque su salida individual en un mercado laboral.
La Universidad de Económicas es un emblema de esto, donde uno puede encontrar asientos acojinados y aulas muy cómodas con pantallas auspiciadas por empresas como Unilever o Ford, un modelo de universidad que eliminó las carreras de grados gratuitas, que en las reformas universitarias de los años noventa los pasó a los posgrados arancelados. Guillermo emprendió esta lucha contra estas reformas casi en soledad y ha formado grupos de estudio con lecturas alternativas a las oficiales, y por eso lo consideran un sujeto peligroso. Nosotros queremos revertir eso porque no se trata solo de Guillermo sino del futuro del trabajo y de la educación pública superior.