Por Andrea Sosa Alfonzo / Ilustraciones: Repo
Al cumplirse un nuevo aniversario por el secuestro, asesinato y desaparición de Luciano Arruga, Marcha analizó junto a periodistas comprometidos, las transformaciones a partir de su caso: el rol de los medios masivos, un nuevo periodismo y cómo visibilizar la verdad.
Se cumplió un sexto aniversario del secuestro, asesinato y desaparición de Luciano Arruga, en manos de la Policía Bonaerense. Más tarde, con la aparición de su cuerpo enterrado como NN en el cementerio de Chacarita, pudo comprobarse que fue en complicidad con el Estado y el Poder Judicial.
Durante más de cinco años, la búsqueda incansable de su hermana, Vanesa Orieta y su mamá, Mónica Alegre, junto a amigos, organizaciones sociales y políticas, de derechos humanos, periodistas y medios de comunicación alternativos y populares; se enfrentó al hostigamiento, la desidia, las amenazas y la complicidad de tres poderes.
Luciano desapareció el 31 de enero de 2009. Su búsqueda primero y su encuentro después no sólo se convirtió en un himno que clamó por justicia, también trastocó algunos de los discursos y las imágenes que se construyen sobre los pibes de las barriadas populares. El periodismo, el nuevo periodismo, también aprendió con Luciano a animarse a protagonizar la denuncia, a darle VOZ, así con mayúscula, a los familiares y víctimas, que hasta entonces, eran los “sin voz”. A enfrentar a las patronales de los grandes medios hegemónicos para instalar un nuevo relato sobre los hechos, a diseñar estrategias de agendas en común donde los medios alternativos y populares no quedaran invisibilizados frente a tanto ruido insípido, frente a tanta imagen mentirosa.
Un silencio que se enfrentó a la palabra y a las imágenes
Ante un nuevo aniversario que conmueve, sensibiliza y pone a flor de piel el oficio de estar junto al pueblo, nos preguntamos, ¿cuánto transformamos y nos transformó Luciano Arruga? ¿Podemos decir que hubo un antes y un después del periodismo a partir de su caso? ¿En qué medida, la historia de Luciano y la lucha de su familia, permitió al periodismo reformular sus abordajes sobre los temas sociales y/o policiales así como modificar el lenguaje, incorporando, por ejemplo, las figuras de “gatillo fácil” o (las) y los “desaparecidos en democracia”?
Marcha quiso, a seis años de la desaparición de Luciano Arruga –donde fue evidente la complicidad con el accionar conjunto de la Policía Bonaerense y el Estado–, darle un espacio a los que también durante estos seis años, enfrentaron al silencio y a la mentira, desde el periodismo.
Carlos del Frade, periodista rosarino
“Ojalá haya un antes y un después. Pero en los grandes medios de comunicación, en los canales de televisión de Buenos Aires y que se consumen en todo el país y, por lo tanto, se dicen y piensan como ‘nacionales’, se observa un periodismo policial que parece ser la oficina de prensa de estos nichos mafiosos, instalados en las principales provincias argentinas y a los cuales nunca ingresó la democracia.
Puede haber un registro fuerte del caso y que, de ahora en más, se tenga más cuidado, pero el hambre de la primicia, la glorificación del detalle nuevo, aunque no tenga ninguna importancia para explicar la profundidad de los hechos (se ve hasta el hartazgo en el caso Nisman), me hace pensar que no hay ninguna transformación en el periodismo de llegada masiva, salvo las excepciones de siempre que, por definición, son pocas y pocos.
Lo más impactante del caso de Luciano, es la lucha de sus familiares y los abogados y organismos que acompañaron ese remar contra la corriente. Esa insistencia fue la que desnudó las desidias y complicidades de los poderes judicial, policial y político. Pero durante mucho tiempo, se impuso la teoría oficial por encima de la búsqueda de verdad y justicia.
Lo que hay que destacar es la existencia de otro periodismo, que siempre mantuvo el tema en agenda. Una atención permanente al dolor y el reclamo de justicia. El hallazgo del cuerpo de Luciano fue un triunfo de la familia, aquellos organismos y abogados y ese conjunto de trabajadores de prensa que siempre tuvieron sensibilidad e inteligencia para dedicarse a temas importantes, aunque no fueran los destacados por las grandes empresas oficiales o privadas.
No creo que esos lugares comunes vayan a desaparecer, como tampoco el ajuste de cuentas, la muerte pasional y esas frases tapahuecos que surgen desde la policía para construir impunidades.
Los medios alternativos, fueron realmente los que mantuvieron el reclamo de la familia en un lugar de privilegio y eso es lo que hay que destacar. El gran desafío consiste, en hacer masivo ese periodismo inteligente y sensible, para ir mucho más allá de los círculos militantes, sociales y políticos”.
Claudia Rafael, periodista Agencia Pelota de Trapo (APe)
“Lamentablemente, creo que no se puede hablar de un antes y un después del periodismo luego del caso de Luciano Arruga. Uno desearía que estas miles de historias tuvieran el impacto real que debieran tener pero estoy convencida de que no es así. No lo hay a partir de Luciano, ni tampoco a partir de Jorge Julio López, aún después de las falsedades, de los análisis maniqueos, de la cortedad en las miradas. Tampoco creo que se pueda hablar del periodismo en modo genérico ni de ciertos medios en modo global. Hay quienes, con enorme esfuerzo, dentro de algunos medios masivos, logran colar a través de intersticios que se van pudiendo armar, miradas muy distintas. Y, a la vez, medios alternativos que instalan su palabra, batallando para sostenerla contra viento y marea. La fuerza de la historia de Luciano y la magnitud de la denuncia obligaron a que, por primera vez, en octubre, un pibe de los márgenes fuera tapa de los grandes medios. Pero eso no significa un antes y un después.
Cuando en octubre hicimos una entrevista con Vanesa Orieta desde la Agencia nos decía que ‘hablamos muy bien los que estamos en la causa de Luciano. Y cuando vos hablás bien, las orejas se abren y escuchan un poquito mejor. Llamás la atención de quienes tienen un grado de discriminación importante’. Y decía también que ‘se tuvo la posibilidad intelectual de saber dónde hablar, con quién hablar, cuándo levantar el tono de voz, cuándo exigir respeto, mirar a los ojos en todo momento, y entender que estábamos en todo nuestro derecho de hacerlo y que nadie podía decirnos nada’. Lo que permitió –de prepo- fue instalar una de esas historias que ni la sociedad ni los medios quieren oír, pero que están ahí, al alcance de la mano.
Luciano es uno entre miles y, sin embargo, más allá de haber sido tapa de diarios, de haber estado su historia en todos los canales y las radios, no modifica la mirada estigmatizadora. En los grandes medios –con rarísimas excepciones- la versión que se vuelca en las páginas de Policiales (se llame como se llame la sección) es la que brinda el oficial de servicio de la comisaría que responde al teléfono. Obviamente, en esto interviene claramente la pertenencia social y de clase de la víctima.
Por otra parte, esto es una lucha larga en la que Luciano es un mojón importantísimo. Hay medios que avanzaron bastante en el cuidado del lenguaje. Se sabe hoy por hoy que no es políticamente correcto seguir utilizando cierto vocabulario típicamente policial que es el que nutrió y sigue nutriendo las versiones periodísticas de las causas penales. Hay, lamentablemente, una mimetización en los roles. Muchos periodistas de policiales que van a diario a una comisaría a buscar información o que cotidianamente hablan con el mismo oficial o suboficial que les pasa la data que necesitan, les terminan teniendo, diría, hasta un cierto afecto. Sin llegar incluso a hablar de coincidencias ideológicas. Toman mate, charlan, comparten un chiste o una anécdota y se va armando una telaraña peligrosísima. De ahí, a publicar que dispararon en defensa propia (y luego se termina sabiendo que la bala entró por la espalda); que escapaban de un asalto y cayeron al agua y ahí murieron (Adrián Pacheco, en Rafaela; Ezequiel Demonty, en el Riachuelo y tantos otros) o tantas otras versiones falsas, que sólo a veces se caen, el paso es muy corto.
Hacen un esfuerzo muy enorme por subsistir los medios alternativos y populares. Pero en muchas de estas historias, suelen tener un rol fundamental en sus comunidades, en las barriadas en las que están instalados y, además, en el acompañamiento a las familias de las víctimas. El gran valor de un medio alternativo, es sostener a rajatabla la coherencia. Resistir a los intentos de cooptación. Y mostrar permanentemente aquello que los medios manejados por enormes estructuras de poder económico y político, tienden a ignorar o a tergiversar. En historias como la de Luciano,fue fundamental lograr como se logró que quedara al desnudo en grandes medios, que son –no nos engañemos- los que ejercen presión y tienen llegada masiva. Pero el acompañamiento permanente, de caminito de hormiga, para que no se extinga la llama de la lucha y de la denuncia, estuvo en pequeños medios alternativos”.
Tomas Eliaschev, periodista Revista Veintitrés.
“El caso marcó un antes y un después. Los familiares y amigos de Luciano lograron romper el cerco de silencio y dar a conocer una realidad inocultable: existen desaparecidos en democracia porque las fuerzas policiales con cobertura política y judicial, mantienen comportamientos dictatoriales. La policía corrupta y violenta se cobra víctimas: los jóvenes de los barrios populares. Sin embargo, son pocos los espacios que se lograron abrir para difundir esta triste realidad. Cuando los medios hablan de inseguridad, no están pensando en todo lo que sufren los pibes en las garras de la policía.
Los trabajadores de prensa nos debemos una discusión. Desde el Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP) llamamos a todos los compañeros a seguir dando batalla para difundir la voz de los sin voz, es decir, de los jóvenes hostigados, perseguidos, detenidos arbitraria e ilegalmente, torturados, desaparecidos, asesinados. Y la voz de los familiares que pelean por justicia, contra la impunidad.
Sin embargo, lamentablemente la línea de los grandes medios sigue siendo pensar la cuestión del delito sin cuestionar el rol de la policía.
Los medios alternativos son fundamentales, como se vio en la Masacre de Avellaneda y en tantas otras situaciones donde la violencia de los de arriba se desata furiosa contra el pueblo. Como periodistas que militamos por el cambio social, reivindicamos la alianza entre medios comunitarios y los trabajadores de prensa honestos y conscientes de que es necesario decir Nunca Más y denunciar la violencia institucional y las violaciones a los derechos humanos.
Esperamos poder profundizar la alianza entre medios alternativos, trabajadores de prensa en lucha y organizaciones populares. Esa es la forma para combatir la impunidad y visibilizar los sufrimientos de nuestro pueblo”.
Carlos Rodríguez, periodista Página/12
“Desde el fin de la dictadura militar, muchos casos de gatillo fácil o de crímenes institucionales (torturas, desapariciones) tuvieron gran repercusión en los medios de prensa. Uno de los primeros casos de ‘gatillo fácil’ fue la Masacre de Ingeniero Budge, así como también tuvo gran repercusión la desaparición de Miguel Brú. Ni hablar de la difusión que tuvo el caso del soldado Omar Carrasco o el homicidio de Sebastián Bordón, en Mendoza. Lo que ocurre con el caso de Luciano Arruga es que, al aparecer su cuerpo después de tanto tiempo, es un calco de la historia de las desapariciones durante la dictadura, porque además de la complicidad policial o del Ejército, en relación con Carrasco, aparece clara una vez más la desidia del Poder Judicial.
En lo personal creo que el caso Arruga debería haber tenido mucha más repercusión de la que tuvo, al menos en Página/12.
Sin la lucha de su familia, y de manera especial sin la claridad conceptual de su hermana Vanesa Orieta, nadie hubiera movido un pelo para buscar a Luciano. Me parece que el caso sirvió para corroborar, una vez más, que las fuerzas policiales y de seguridad, los fiscales y los jueces, siguen actuando como en la dictadura, sobre todo si la víctima es un chico pobre. Y que el Poder Político sigue amparando a los asesinos de uniforme. En cuanto a si reformuló o no el lenguaje periodístico, creo que es relativo, porque muchos siguen utilizando términos que criminalizan a los sectores populares.
Tanto la denominación ‘gatillo fácil’ como ‘las y los desaparecidos en democracia’ ya estaban incorporadas al lenguaje popular, desde el Caso Budge, que superó en forma notoria, a nivel de repercusión, la que había tenido un caso anterior llamado la Masacre de Villa Albertina, en donde la policía asesinó a un nena y a un hombre en silla de ruedas, durante la persecución de una supuesta ‘banda de delincuentes’.
Creo que las dos expresiones ya habían sido incorporadas por el periodismo, gracias a la CORREPI y a otros organismos u organizaciones sociales que las habían impulsado. Insisto en algo: los medios masivos en general, hoy, le dan mucho menos espacio a los casos de ‘gatillo fácil, desapariciones o torturas’ en democracia. El juicio oral por el caso de Walter Bulacio, uno de los más emblemáticos desde 1983 en adelante, no tuvo la cobertura que tuvieron Carrasco, Budge, María Soledad Morales y ni hablar del asesinato de José Luis Cabezas. Hoy “vende más” en la TV y en algunos medios impresos, Nisman, García Belsunce o los casos de Candela, Melina y otras chicas pobres asesinadas, en los que se puede explotar el morbo de los lectores, re victimizando a las víctimas.
Por su parte, los medios alternativos y populares tuvieron, y tienen hoy, una participación muy importante, que en muchos casos empezó a desarrollarse y a romper la hegemonía de los medios comerciales, con la difusión que tuvo y que tiene todavía, como corresponde, la Masacre del Puente Pueyrredón.
En ese momento, los únicos que dijeron la verdad desde el primer día fueron los medios alternativos y las organizaciones populares, que destruyeron en menos de 24 horas la idea que habían tratado de imponer Clarín y otros medios. No olvidemos el título de Clarín: ‘La crisis mató a dos personas’, cuando tenían fotos que señalaban que ‘la crisis’ tenía uniforme policial.
Creo que es necesario que desde los medios comerciales sigamos la huella de los medios alternativos y populares. Creo que es necesaria la creación de un gran medio común, entre los alternativos y los periodistas que trabajamos en los medios comerciales pero no nos comemos el verso ‘oficial’ ni el ‘opositor’, para tratar de hacer más masiva la presencia de los temas que dejan afuera los grandes medios, por cuestiones ‘de agenda’ (censura encubierta) o de censura directa.
En Página/12 hemos denunciado varias veces la censura, pero eso no alcanza para cambiar la línea editorial de un diario comercial. Necesitamos un medio propio, que con el tiempo pueda ser masivo. Mientras tanto, desde adentro de los medios en los que trabajamos, tenemos que seguir peleando para que ‘nuestros’ temas salgan publicados y si no lo logramos, publicarlos en las redes sociales.
Pero eso no alcanza, tenemos que hacer mucho más. Por ejemplo, tener un gremio que nos agrupe y nos represente de verdad. En lugar de tener un pasquín que habla sobre sus viajes por el mundo, la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), tendría que tener un periódico abierto a todos los trabajadores de prensa, alternativos o no, para que podamos informar la verdad sin manipulaciones, para que el pueblo lector saque sus propias conclusiones”.