Por Andrea Sosa Alfonzo y Repo. El viernes 23 de enero el joven Pepe Rivero fue atropellado por el tren Roca, luego de ser perseguido cruelmente y arrinconado contra las vías por un vehículo. Su conductor fue reconocido por los vecinos como un oficial de civil.
Elias “Pepe” Rivero tenía 17 años, vivía en el barrio Las Vías, entre Adrogué y Burzaco, el conurbano más profundo. Pepe murió el viernes 23 de enero arrollado por el tren del ramal Roca que en hora pico fue de Constitución a Alejandro Korn, como resultado de la persecución de una camioneta que los vecinos identificaron como propiedad de un agente de civil de la Policía bonaerense. Minutos antes, había estado jugando al fútbol junto a sus amigos en una plaza del barrio, ubicada frente a un espacio que fue cedido por el Municipio a los ex combatientes de Malvinas.
El 30 de enero pasado, familiares, amigos y organizaciones sociales, reclamaron justicia marchando desde el sitio donde lo atropelló el tren, un pasaje a mitad de cuadra de Av. San Martin que cruza la vía desde la calle Juan Manuel Estrada hasta Fidel Terraza. Pasadas las 7 hs, interrumpieron las vías del Tren Roca, en Av San Martin y las vías. Ese mismo día, Pepe, hubiera cumplido 18 años, se hubiera reunidos con sus amigos y familia, hubiera festejado en alguna esquina de su barrio con la pibada.
Huir por miedo
Julian Acerri tiene 18 años y ese día estuvo junto a Pepe. “Todos estábamos yendo a comprar” a un supermercado “chino” que quedaba cruzando la calle Espora. En el camino, los pibes fueron tirándose cosas y haciéndose jodas, como cualquier grupo de pibes en una tarde de barrio. “Pepe frena a hacer pis en un lugar que no daba, por eso, le tiramos piedras diciendo que era un maleducado.” En ese hábito juvenil de devolverse los gestos barriales con los mismos códigos, Pepe, tiró una botellita de vidrio de las chiquitas de una bebida famosa, “con la mala suerte que pego ahí en el piso, rebotó y le dio a una camioneta –Kangoo blanca– que pasaba.” Lo que siguió, resulta inexplicable para sus amigos que con la mirada vacía, recordaron los hechos. “El chabón se dio la vuelta y nos apuntó con un arma 9 mm.” El conductor que fue identificado por los pibes y por los vecinos como un agente de civil, “salió, me apuntó y me dijo: Si lo veo al chabón éste, decile, que le voy a cortar las piernas. Y se fue atrás de él.”
Un hecho desafortunado se convirtió en cuestión de minutos, en una persecución intencional. El conductor que interceptó y amenazó a Mauro y Julián, vio cómo Pepe del susto salió corriendo. Inmediatamente, lo persiguió a toda velocidad durante casi cuatro cuadras por Centenario hasta arrinconarlo contra las vías. Julián dice que después vieron en las cámaras, que cuando la camioneta “lo alcanzó, Pepe para escaparse cruzó las vías y ahí lo agarró el tren. El otro –asegura–, se dio a la fuga e hizo abandono de persona.”
Los pibes tuvieron miedo, porque estaban seguros que el conductor de la Kangoo blanca que persiguió y vió como Pepe fue arrollado mortalmente por el Roca, era un policía de civil de la Bonaerense. Por eso no fueron a la Comisaría. Y es que tanto los pibes como Pepe, habían sido hostigados en ocasiones anteriores. Corrió no para escapar de lo que hizo, que fue un acto desafortunado, sino de lo que podía pasarle si lo agarraban. Seguramente, el recuerdo de haber pasado por una situación de apriete con un arma, lo tenía atemorizado.
Enzo Ballo de 17 años, amigo desde la infancia, no entiende como pasó lo que pasó. Y aseveró en voz alta “corrió a una persona con un arma, en una camioneta, un malentendido que creo que hablando se hubiera podido solucionar. No hubiese pasado nada de lo que pasó”. Claro, y si, hablando se entiende la gente, pero los abusos y la violencia institucional de las fuerzas policiales sobre los pibes y pibas de las barriadas, lamentablemente son moneda corriente. Y aseguró que en el barrio no hay delincuentes porque ellos mismos los corren, y sin embargo, día a día son asediados por la policía. “Capaz que estas en la esquina, venís de jugar a la pelota y te preguntan cualquier cosa o te paran. Creo que la poli no tendría que molestar a los pibes que en si son los que terminan protegiendo al barrio.Yo pido que cada uno haga lo que tenga que hacer”, asegura. Y es comprensible, ellos sólo tienen que ser jóvenes. Él “era un pibe común y corriente, podía estar todo el día haciéndote reír. Era de esos amigos incondicionales, “que estaba en todo momento, si lo precisabas, en la buena estaba y en las malas también.”
La maldita bonaerense, dueña de los barrios
Los familiares y amigos de Pepe no comprenden cómo sucedió todo, cómo una nueva realidad los pone en el lugar de cortar las vías del tren para pedir justicia por la persecución que terminó con la vida de un amigo, de un hijo, de un nieto.
Las pruebas legales que hay que reunir para convertir la sospecha en una acusación formal para denunciar la presencia de un agente de civil manejando la Kangoo blanca, implican constatar la existencia de cámaras en la zona, dado que ningún testigo pudo recordar el número de la patente. Algunos vecinos, sostienen dicha sospecha basados en la rapidez en la que vehículos de la policía, motos y agentes policiales, se presentaron en el lugar apenas terminó la persecución. Muchas veces, este tipo de respuesta inmediata en casos donde hay encubrimiento policial, se debe a la eliminación de pruebas y de cualquier pista que pueda incriminar a los culpables. Los testigos, dicen, que la llegada inmediata de un operativo de esa magnitud, “parecía más una persecución, que un mero accidente de tren”, como lo explicitaron apenas supieron del hecho.
Desde la Comisaría 2da de Burzaco, ubicada a cinco cuadras del hecho, no se llamó a ningún testigo a declarar de los que estuvieron presentes en el lugar. Tampoco se tuvo en cuenta los datos que muchos de ellos ofrecieron a los agentes de cómo sucedió todo, especificando la presencia de una Kangoo blanca. A lo largo de los días, ningún familiar recibió información por parte de la Policía, sin embargo, las rondas de los patrulleros y de los oficiales cambiaron y se intensificaron notoriamente, circulando por calles por las que antes no pasaban, en lo que se sintió más como un hostigamiento que como una medida de prevención.
Incluso, uno de los oficiales que estuvo presente el día de la persecución a Pepe –cuyo nombre no fue identificado por los testigos–, mencionó en tono amenazante que “no paren más en la Plaza porque el tipo está dispuesto a todo”. La maldita bonaerense actúa siempre sin pistas, pero con encubrimiento.
El abuelo de Pepe, Carlos Aquino de 65 años, no encuentra consuelo, la noticia lo “dejó descontrolado y destrozado” a tal punto que sufrió una descompensación en pleno corte y fue internado de urgencia, sin gravedad.
“Hacía dos años que falleció mi esposa y él por no dejarme solo, vino a vivir conmigo.” Carlos recordó que ese día fatal, su nieto, ese buen pibe que todos recuerdan con orgullo, “salió a dar una vuelta con los pibes y después, lo veo abajo de un tren.” Todo es doloroso, claro y el consuelo no aparece y el pedido de justicia se anida en la garganta en silencio, que con las miradas vacías por el shock, nadie puede decodificar.
Elías “Pepe” Rivero estuvo a punto de cumplir 18 años, había estado preparando su festejo, organizando cómo lo iba a vivir con sus amigos en su barrio. Lo último que le dijo a su abuelo fue “que quería empezar a trabajar –por su cuenta, ya que trabaja en la feria de la Salada con su padre–, vamos a alquilar una casa y vamos a vivir juntos. Él no me quería dejar y yo tampoco.”
Aún en el dolor, el abuelo Carlos tiene esa fe e integridad que honran a las familias de los barrios del conurbano. El pide “que el hombre que lo corrió se entregue y diga me equivoqué” porque “todos nos podemos equivocar” pero “hay que dar la cara.”