El viernes se difundió el texto de la resolución 3210 de la AFIP que implementa el Programa de consulta de operaciones cambiarias.
Esta norma establece que todas las operaciones de compraventa de dólares deberán hacerse por ventanilla, con una validación requerida por la AFIP, y habrá que presentar documento y constancia de CUIT o CUIL.
La medida no modifica el monto autorizado de compras ni restringe el derecho a la compra de divisas a nadie. Esta norma intenta regular la compra de dólares por quienes no tienen respaldo financiero.
Mercedes Marco del Pont, máxima autoridad del Banco Central de la República Argentina (BCRA) subrayó que “las medidas permitirán aumentar la transparencia en las operaciones del mercado de cambio y mejorar los controles para evitar el uso de fondos no justificados desde el punto de vista fiscal y de la prevención del lavado de dinero”.
Entre las medidas del BCRA además se profundizaron los requisitos para quienes compran u$s 250.000 en un año calendario, a quienes se le solicita una justificación fiscal y patrimonial. Y también se exige el ingreso de los fondos en el mercado local de las operaciones de compra de inmuebles y empresas por parte de no residentes.
Las repercusiones acerca de esta medida han sido muy variadas. Empezando por la desconfianza de “los mercados” hacia el nuevo ciclo kirchnerista, lo que parece bastante infundado luego de una elección que le dio un 54% del apoyo en las urnas. Otras voces han hecho hincapié en la inseguridad que genera el peso argentino y la repetida historia nacional de correr tras la moneda estadounidense, lo cual no coincide con la situación fiscal, comercial y de endeudamiento actual, que se distancia notablemente de lo que sucedió en los años ’80 y ’90.
Es cierto que en la ultima semana el BCRA debió vender alrededor de u$s 430 millones de dólares en tres días para mantener el valor de la moneda. Pero, dado el alto nivel de reservas, la situación no sería tan preocupante como para pronosticar corridas cambiarias.
El aumento en la demanda de dólares registrado durante la última semana puede explicarse por múltiples factores, entre los que no debe faltar el marco de crisis económica mundial en que estamos inmersos. Está también la constante demanda para el pago de importaciones y la remisión de ganancias al exterior, que suele aumentar a fin de cada mes.
Lo que sí es preocupante es la constante fuga de capitales al exterior. Si bien se ha tratado de obstaculizar en el caso de mineras y petroleras con la nueva normativa implementada la semana pasada, lo cierto es que ese flujo de dólares que se va del país no tiene mayores limitaciones.
La salida de divisas del país es de un volumen que principalmente corresponde a las grandes empresas y representa la contracara de la escasa inversión productiva que existe actualmente. Esos mismos empresarios que son reacios a la inversión productiva, también son los primeros que ante un aumento del consumo interno remarcan el precio de sus productos para hacerse de una abultada rentabilidad.
Adicionalmente, la fuga de capitales produce otros efectos negativos que se vinculan con la baja inversión y la menor liquidez, frenando alguna posible reactivación. Según el Banco Central, en lo que va del año salieron del país unos 15 mil millones de dólares.
Demanda de dólares, inflación y reticencia a la inversión son elementos que aparecen al analizar el comportamiento de las empresas argentinas, en una situación que se repite en la historia de la nación. Empresarios que abogan por la devaluación para sostener sus ganancias a través del deterioro de los salarios de los trabajadores. Devaluaciones que garantizan la rentabilidad del sector industrial y agropecuario, generando mayores ganancias que no se traducen en crecimiento de la capacidad instalada.
Desde el 2003 el aumento del consumo interno ha generado que la capacidad ociosa existente en la industria argentina llegara a su fin, pero la inversión privada no ha crecido. La Unión de Industriales Argentinos (UIA) sale a pedir controles del tipo de cambio y devaluación del peso argentino frente al real (moneda de Brasil) porque, justamente, son ellos los que promueven una competitividad basada en bajos salarios y sin inversiones productiva que posibiliten otro tipo de competitividad.
La inversión alcanzó un pico del 24% del PBI (2007) pero posteriormente volvió a decaer al 20% (2009).
La política del gobierno para sostener el tipo de cambio implica, además de estas medidas que regulan la administración de las casas de cambio, una necesaria reforma del sistema tributario que genere los recursos públicos necesarios para no tener que acudir al endeudamiento externo cada vez que la fuga de capitales se intensifica. Y resolver los problemas de fondo, lo que implica una mayor inversión productiva, elemento sustancial para un proyecto industrialista.