Por Francisco J. Cantamutto. La intervención del Banco Central en el mercado financiero para contener las tensiones en juego se vio intensificada este comienzo de año. La fórmula parece ser motivar la especulación para corregir la especulación.
Desde hace unos dos años, el Ministerio de Economía y el Banco Central se debaten en el manejo de la situación macroeconómica, tratando de compatibilizar soluciones múltiples al problema de la desaceleración de la economía. La llegada de Axel Kicillof y de Alejandro Vanoli a sendas dependencias públicas permitió un tratamiento más homogéneo y coordinado del problema, pero no lo eliminó. La economía argentina crece menos –sin por esto entrar en una crisis– y esto impacta en diversos planos, como la creación de empleos (que ha sido negativa en el último año) o la fuga de capitales.
¿Cuál es el problema? Básicamente, se hacen expresas nuevamente las tensiones de una economía capitalista dependiente. El gobierno, que nunca estuvo dispuesto a trasgredir las fronteras de este tipo de economía, se ve obligado así a tratar de contener las contradicciones y tensiones que el capital genera al operar en el espacio nacional. El capital busca obtener ganancias elevadas, y poder hacer con ellas lo que desee (o necesite); y dado que la economía argentina es parte de la periferia dependiente, algo que no busca hacer es retenerla en pesos. Durante el período 2002-2008 fue claro que el capital obtuvo ganancias récord, que le permitieron incrementar la inversión productiva, desendeudarse y, además, atesorar recursos (fugarlos).
La recuperación salarial y la insuficiencia de esas inversiones –que incrementen la productividad como para competir en el mundo– generaron un techo a las ganancias, lo que indujo a nuevas presiones por devaluar. Pero, por otra parte, las salidas de recursos por la vía de pagos de intereses y deuda, de remisión de utilidades y dividendos, los pagos de patentes y regalías, el déficit comercial industrial y energético y la propia fuga de capitales, pusieron en riesgo la balanza de pagos.
Los llamados de atención provinieron de diversos planos: el déficit fiscal y el déficit externo se hicieron problemas reales desde 2012, y eliminaron los pilares que orgullosamente se erigieran durante la transición Duhalde-Kirchner. El déficit fiscal pone en jaque la capacidad del Estado de continuar arbitrando entre fracciones del capital y, cuando no alcanza para todos, el clima se empieza a enrarecer. La necesidad de cubrir el flujo de salida de recursos hacia el exterior, por su parte, impulsó al gobierno a mejorar la rentabilidad de los sectores extractivos, que garantizan el superávit comercial, pero también a reanimar la ruta de la deuda, que el gobierno viene defendiendo a capa y espada.
Para lograr que entren capitales, el kirchnerismo aceleró la hoja de ruta anunciada por Amado Boudou en 2010, de consentir a todos los acreedores externos para buscar inversiones en el país. Por eso el arreglo en el CIADI del Banco Mundial y la compensación a REPSOL por vaciar YPF. Pero, como los fondos para inversiones productivas no son suficientes, se avanzó con velocidad para arreglar con entidades desligadas de toda preocupación que no sea meramente especulativa. Así llegó el arreglo con el Club de París, del que, Kicillof explicó, no se podía esperar una ola de inversiones a cambio. El conflicto con el fondo buitre MNL Capital le puso una piedra en el camino a esta ruta.
Así el gobierno, en lugar de avanzar sobre el control público de la acumulación, fuera por su intromisión abierta o por su regulación, trata de conquistar la anuencia del capital tentándolo de diversas formas. Una de las operaciones es la de intentar mantener dentro del país aquellos recursos que no se invierten productivamente. Es decir, captar los capitales que podrían invertirse en la producción, pero que en cambio vienen presionando desde hace tiempo por salirse del espacio nacional. Esto significa cambiarse a dólares, forzando así a nuevas devaluaciones del peso. ¿Qué alternativas ofrece el gobierno al capital especulativo? Ganar elevadas sumas de dinero a cambio de quedarse en el país sin hacer demasiado.
Específicamente, estamos hablando de la esterilización cambiaria que permite a los capitales especulativos –socios firmes del kirchnerismo– obtener ganancias récord. El Banco Central interviene en el mercado cambiario, comprando dólares para mantener las reservas y vendiendo pesos a cambio. Luego, emite bonos (Lebac y Nobac) con los que compra esos pesos, para evitar que estos vuelvan a querer comprar dólares. Para que esos fondos estén a gusto quedándose en bonos en pesos, Vanoli les ofrece rendimientos elevados, que van del 20 al 27% anual. De nuevo: por sólo mantenerse en pesos, pueden incrementar su valor en una cuarta parte en un año.
Como explicamos en otra nota, si bien estas ganancias son menores a la inflación en pesos, la promesa de no devaluar del gobierno permite obtener grandes ganancias en dólares. Luego de la devaluación fuerte de enero de 2014, el peso se devaluó un 8% en el año que corrió desde entonces. Es decir, muy por debajo del rendimiento de los bonos. Ésta es una de las razones por las cuales hace 5 años que el sector financiero es el más rentable de la Argentina.
Es, además, una de las razones por las cuales este sector acumula recursos que no presta al resto del capital: ¿qué inversión productiva puede prometer un rendimiento semejante? El aumento de las tasas de interés de los bonos públicos, entonces, alimenta la inversión especulativa, reduciendo su aplicación productiva y, por ende, alimentando la desaceleración de la economía. Por resolver el aspecto externo del problema, se endurece la restricción interna.
A diferencia de lo que dice la oposición patronal sobre la emisión que impulsa la inflación, el gobierno viene aplicando una política monetaria contractiva desde hace un tiempo a esta parte. Las críticas de esta oposición, basadas más en prejuicios que en análisis, no aportan al debate de las soluciones progresistas. Durante 2014, el Banco Central absorbió un neto de $ 98.700 millones. En cambio, contra la falsa premisa del “desendeudamiento”, el gobierno ha aumentado la deuda para hacer estas operaciones. El monto total de Lebac y Nobac en circulación es de $ 293.089 millones, y 686 millones de dólares.
La pregunta de esta danza de millones es: ¿quiénes ganan con el mayor endeudamiento y la suba de las tasas de interés, enfriando la economía? La alianza social del kirchnerismo ha ido mutando con los años, y hay que saber detectarla para poder realizar una crítica efectiva.