Por Leandro Albani. Segunda parte del especial sobre Hunter Stockton Thompson, el periodista que supo mostrar al mundo con sus sentidos a disposición del papel.
Los freaks al poder
El Poder Freak fue un huracán de locura que no pasó inadvertido y sin repercusiones. En noviembre de 1970, Thompson se presentó como candidato a sheriff en el poblado de Aspen, Colorado, zona de esquí por excelencia. “La vieja guardia estaba condenada, los liberales aterrados y el underground había aflorado, con una brusquedad terrible, en un viaje de poder muy serio”, escribió Thompson en su artículo “Poder Freak en Las Rocosas”, publicado en la Rolling Stone.
En un pueblo donde el dinero fluye a través del negocio inmobiliario y el turismo, el grupo de freaks que intentaba la victoria se enfrentó a una campaña sostenida para desacreditarlo ante la posibilidad real del triunfo.
Cuando Thompson se presentó como candidato propuso detener la construcción de supercarreteras, contener el desarrollo industrial desmedido, y golpear a la sociedad de consumo y a quienes manejaban el redituable negocio del esquí. Para mayores escándalos, los afiches de su campaña mostraban, sobre fondo negro, un puño rojo con un peyote en el medio.
Cerradas las mesas electorales, Thompson obtuvo 173 votos y su contrincante Whitmire, que tenía como meta principal perseguir a los hippies y defender el status quo de Aspen, alcanzó 204 sufragios.
Breve lección de periodismo
¿Qué convierte a una persona en un gran periodista? Tomar algo simple, cotidiano, que se encuentra perdido en el caos de las ciudades, y transformarlo en una perfecta descripción que transmite profundidades, sentimientos y denuncias, que sitúa al lector en el medio de un artículo y entonces puede respirar su aire, saborear lo dulce y amargo de una vida, sentir a los personajes en la propia piel.
Y cuando alguien lee ese artículo, se pregunta cómo hizo el periodista para escribir algo que, tal vez, si todos estuvieran con las antenas permanentemente activadas se les habría ocurrido de forma inmediata. Pero no, para captar la esencia y rescatar el diamante hundido en la mugre, para esas cosas están los grandes periodistas; un puñado que sale a la luz cada tanto, humildes, comprometidos con sus pensamientos, sedientos de verdad, un poco dementes, otro poco paranoicos, disciplinados a su manera, conscientes de que sus vidas no tienen ni mañanas ni noches.
¿Un ejemplo? Estos dos párrafos de Fame Is a One-Way Ticket, escrito por Thompson en 1956 y que retrataban al boxeador Joe Louis, conocido como El Bombardero de Detroit, campeón mundial de peso pesado 1936-1949: “La historia de Joe Louis no es nueva; es la historia de la estrella que vive más que su luz; el temible meteorito que no se ha desintegrado en mitad del aire, en el punto culminante de su trayectoria, sino que ha caído a plomo sobre la misma tierra poblada de millones que, momentos antes, habían observado su belleza boquiabiertos (…) Al mundo le gusta mirar a sus estrellas situadas en lo alto. El meteorito que cae de los cielos no sólo está apagado cuando toca tierra, sino que abre su propia tumba con su impacto. Él sigue en pie, dolorosamente desconcertado en un mundo que jamás se tomó la molestia de comprender. La ovación de la entusiasmada multitud se ha convertido en el susurro de la minoría de curiosos. El fin es inevitable”.
Pero la luz periodística de Thompson se veía cada vez más opacada por su vida de frenesí continuo. Su rancho en Colorado se había convertido en una mezcla de lupanar, hotel de paso para hippies y motoqueros, y punto de reunión para consumir todo tipo de drogas. A mediados de los setenta, dejaría de escribir, salvo por columnas espaciadas que aparecían en algunos diarios. Su última gran cobertura sería en Zaire, persiguiendo a uno de sus pocos héroes: Muhammad Alí, que defendió el título mundial ante George Foreman.
Thompson fue un hombre que mostró la vida de los pobres y desplazados, de los chicanos y olvidados, pero también alguien que absorbió los vientos de su época, cuando en las décadas del 60 y 70 Estados Unidos disfrutó, aunque sea por unos instantes, de la libertad que siempre se desprende de la rebeldía.
Nota relacionada: Un francotirador disparando contra el Sueño Americano (I)
(Publicado en la revista Sudestada Nº 128, mayo 2014 – www.revistasudestada.com.ar)