Por Hugo Huberman (*). En Chile las pobras mueren porque no pueden pagar el acceso a la salud. El aborto se mira a lo lejos. En Ecuador, la explotación sexual está a la orden del día, junto a la falta de información para la planificación familiar. Acerca de cómo duele el patriarcado.
Doy un paseo por Nuestra América plurinacional, diversa, multiétnica. Esta vez, es el turno de Chile y Ecuador. El rostro de las diferencias y accesos me conmueve. Ellas son las explotadas, las olvidadas y a vista de toda la sociedad. Crónica del avasallamiento del patriarcado y de la necesidad de luchar por un mundo nuevo.
En mi Chile, las políticas del Servicio Nacional de las Mujeres (Sernam) desde el punto de vista técnico son impecables, pero en los territorios en las comunas y regiones la situación de ellas sigue siendo muy compleja. Los recursos humanos están capacitados pero los recortes aumentan, la Ley de Aborto Terapéutico comienza a ser posible, pero para acceder a la salud se debe pagar. Entonces, las violencias son múltiples, como las pocas posibilidades de atención que reciben. El colectivo LGTBQ carece de políticas que las y los tomen como ciudadanos y ciudadanas de primera.
En el barrio Brasil, donde viví, aparece el mundo afro y las compañeras colombianas y peruanas son explotadas vilmente frente a la vista de todos. Lo que viven los niños y las niñas en situación de calle es brutal. Un compañero trabajador social me cuenta de una nena de 10 años bajo su custodia explotada y con HIV. También fue víctima de padres agrupados bajo el Síndrome de Alienación Parental (SAP) y la vulneración de derechos de niños, niñas y sus madres.
Llego a mi Cuenca precordillana y ecuatoriana, amada por mí. La situación es caótica, la atención de mujeres sobrevivientes de violencia de género es casi inexistente. Las mujeres en explotación sexual llevan consigo una tarjeta estigmatizante y cruel. De trata, tanto laboral como sexual, no se habla; no hay ley alguna que permita sanciones. Otra vez las mismas compañeras colombianas y peruanas, más las ecuatorianas afro y del mundo rural, son explotadas a la vista están a la vista siendo explotadas.
La violencia simbólica tiene una ley aparte de la general, de compleja aplicación.
Ecuador: los números de la desidia
Muchos jueces y juezas de familia y que intervienen en situaciones de violencias están intentando hacer un cambio pero se encuentran muy reducidos en sus posibilidades. Según el INEC, [1]una de cuatro mujeres en Ecuador sufrió o sufre violencia sexual. La psicológica, sin embargo, es la más común.
Según el mismo organismo, [2]sobre 3.600.000 mujeres que habitan Ecuador, 177 000 fueron madres a los 15 años. El promedio de edad de las madres del país es de 21 años. La cantidad de hijos e hijas varía considerablemente según la etnia a la que pertenezcan, lo que confirma la exclusión y la falta de recursos. Entre las madres indígenas, el promedio es de 4; en las afroecuatoriana de 3 y en las mujeres blancas de 2.
Casi el 60 por ciento de la población femenina del país no usa ningún método anticonceptivo, mientras que el 30 por ciento opta por la ligadura de trompas, una práctica muy extendida. No hace falta decir que en este país de aborto no se habla.
El mundo LGTBQ creció en organizaciones. Sin embargo, las famosas ‘clínicas para homosexuales’ fueron declaradas ilegales, pero no están cerradas, funcionan clandestinamente
No me resulta fácil. El dolor es parte de mi camino casi continuo. Justamente en este tipo de situaciones de alto riesgo donde la perspectiva de derechos humanos -comprometida con el género, las masculinidades y los ciclos vitales- urge.
Queda claro que avanzamos en visibilidad y leyes. Estas cifras muestran claramente que en lo operativo y concreto estamos lejos. ¿Se habrá reflejado este panorama en la reunión que se realizó la semana pasada en Nueva York, Estados Unidos, como preparatoria del Beijing + 20?
Basta de patriarcado
El mundo contemporáneo es caracterizado por la defensa de los derechos pero, a su vez, por sociedades de mayores riesgos y vulnerabilidades que tienen al género como destinatarias. La identidad de un sujeto o sujeta no puede ser comprendida a menos que se perciba el género como un componente en interrelación con otros sistemas de identificación y jerarquías. [3].
“La globalización implica una perceptible pérdida de fronteras en el quehacer cotidiano de la economía, la información, la ecología, la técnica, los conflictos transculturales y la sociedad civil, que modifica la vida y fuerza a adaptarse y a responder a esta nueva realidad. El dinero, las tecnologías, las mercancías, las informaciones… todo traspasa las fronteras, como si no existieran. Así entendida, la globalización significa el fin del compartimento y la inmersión en formas de vidas transnacionales, a menudo no queridas y generalmente incomprendidas”, sostiene el Programa Regional de Formación en Géneros y Políticas Públicas (Prigepp) que depende de Flacso.
Globalización y Patriarcado van de la mano. Esta desigual danza es posible porque- como afirma Gerda Lerner- la sociedad en la que vivimos es una sociedad de carácter patriarcal, entendiendo por patriarcado “la institucionalización del dominio masculino sobre mujeres y niños o niñas en la familia, y la extensión del dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad en general”. Implica “que los hombres ostentan el poder en todas las instituciones importantes de la sociedad y que las mujeres son privadas de acceso a ese poder. No implica que las mujeres carezcan totalmente de poder ni que estén privadas de derechos, influencias y recursos”.
La caracterización de la cultura contemporánea entre sus pilares contiene el concepto de patriarcado, utilizado por primera vez como categoría por Kate Millett en su magnífico libro Política sexual, publicado en 1969, que pretende ser, dicho por la propia autora, “unos cuantos apuntes hacia una teoría del patriarcado”. Esta mágica palabra designa una estructura social jerárquica, basada en un conjunto de ideas, prejuicios, costumbres, instituciones e incluso leyes respecto de las mujeres, por la que el género masculino domina y oprime al femenino.
Quizás éstos términos (dominar y oprimir) pueden parecer excesivos, porque suenan a una especie de “corporación universal” contra las mujeres. Si hay una conspiración debería haber unos culpables y, en este caso, no parece que haya ningún grupo concreto de hombres en alguna parte organizando y dirigiendo esta conformación.
Digo que el patriarcado es una estructura que está por encima de las personas, aunque cada una ponga su granito de arena, mayor o menor, para que todos y todas estemos enredados de dolor y sufrimiento de por vida.
Estas son cifras, datos concretos y reflexiones sobre el opresión hacia mujeres, niños y niñas. ¿Y por casa cómo andamos?
[1] Instituto Nacional de Encuestas y Censo 2014
[1] Instituto Nacional de Encuestas y Censo 2014
[1] Lamas Marta Cuerpo, diferencia sexual y genero Taurus Mexico
(*)Coordinador de la Campaña Lazo Blanco de Argentina y Uruguay (www.lazoblanco.org) y director del Instituto de Género Josep Vicent Marques.