Por Leandro Albani. Cuando caminaba, Hunter Stockton Thompson parecía flamear como una bandera en la punta de un mástil. Allí, en las alturas, hizo equilibrio hasta que decidió volarse la cabeza, en febrero de 2005. Retrato de un periodista que supo mostrar al mundo con sus sentidos a disposición del papel.
De Puerto Rico al Gonzo
Con poco más de veinte años, Hunter viajó a Puerto Rico luego de ser despedido del Daily Record, de Nueva York. Desde ese momento, comenzaría un viaje que lo llevaría hasta el sur de América, que incluyó varios días en Buenos Aires. Thompson buscaba algo, como muchos de su generación. No solo intentaba bucear en ese “Nuevo Periodismo” que teorizaría Tom Wolfe, sino también encontrar una pulsión para su vida.
Mientras trabajaba en el diario San Juan Start, empezó la escritura de El diario del ron, novela que recién vería la luz en 1997. En ese texto, iniciático y por momentos prejuicioso, las desventuras de un periodista en la búsqueda de su ser se entrelazaban con borracheras, fiestas frenéticas en las islas del Caribe, una mujer hermosa rodeada de peligros, peleas en la calles y la cárcel. En paralelo, ya se mostraba como un desesperado escritor de correspondencia, de las cuales una parte se pueden leer en El escritor gonzo. Cartas de aprendizaje y madurez, publicado en 2012. Se calcula que en toda su vida escribió más de 22 mil cartas dirigidas a colegas, políticos, o amigos como Óscar Acosta, abogado mexicano y activista, que aparecería muerto bajo un manto de sospecha. El mismo Acosta sería su compañero en la ciudad de los casinos y las luces, retratada posteriormente en el libro Miedo y asco en Las Vegas.
Como periodista trabajó en un sinfín de medios, como el National Observer, Esquire, Playboy y Rolling Stones. A su regreso y acorralado por las deudas, deambuló por Estados Unidos hasta instalarse en su rancho de Woody Creek, Colorado.
Mientras tanto, en su cabeza se armaba un libro sobre la muerte del Sueño Americano que nunca escribiría, pero cuyo tema central estuvo presente en sus artículos y demás libros publicados.
En Los Ángeles del Infierno. Una extraña y terrible saga (1966), Thompson convivió durante un año con los motoqueros que surcaban las rutas de California y armó una radiografía de un sector de la sociedad norteamericana que vivía en los márgenes. Sus costumbres, sus viajes y ruidosos arribos a pueblos aterrados, las vidas de los principales Ángeles, la convivencia con la fama y su propia experiencia se sintetizaron en su libro más acabado y periodístico. En ese texto no escatimó reflexiones sobre la sociedad de ese entonces: “El llamado sistema de vida norteamericano empieza a parecer un dique hecho con cemento barato, con muchas más fisuras que dedos tiene la ley para taparlos. Norteamérica lleva engendrando descomposición social masiva desde que acabó la Segunda Guerra Mundial”
El año del surgimiento del periodismo gonzo sería 1970. Thompson fue enviado por la revista Scanlan’s Monthly a cubrir el derby de Kentucky, junto al dibujante inglés Ralph Steadman. En el artículo que nació de esa cobertura se observó por primera vez la intervención desmedida y generadora de situaciones ocasionadas por el autor que, en este caso, se trasladaba totalmente ebrio y bajo los efectos de la mezcalina. Steadman había viajado a Estados Unidos y cuando se encontraron, lo primero que hizo Thompson fue darle una dosis de mezcalina. Para Steadman, que en esa época se consideraba “un monaguillo, decente, inocente”, las imágenes que debía retratar cambiaron totalmente. En el documental The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson, el dibujante recordaría que “el nacimiento del gonzo ocurrió cuando el mal salió de mí en los dibujos”. En una de sus cartas, Thompson diría que un “periodista gonzo es como un yonqui o un perro mestizo: no se conoce la forma de remediarlo”.
En 1971 aparecería la biblia del gonzo, el libro que lo llevó a traspasar todos los límites y catapultarlo a la fama. Miedo y asco en Las Vegas (luego llevada al cine como Pánico y locura en Las Vegas, del director Terry Gilliam fue escrito de forma demencial desde el momento en que tuvo que viajar a esa ciudad, para cubrir la carrera de motos Mint 400 y una convención nacional sobre drogas y narcotráfico organizada por la policía. A partir de ahí todo se convirtió en alucinaciones lisérgicas, destrucción de autos y hoteles, paranoia permanente, pastillas, éter, cocaína, y situaciones extremas en las que convivían la decadencia, el desparpajo y un humor corrosivo. Pero también sus ojos se mantenían atentos para disparar contra la sociedad. “Salí de la escalera y entré en el casino, aún había un gran gentío apretujado alrededor de las mesas de dados. ¿Quién es esa gente? ¡Qué fachas! ¿De dónde salían? Parecían caricaturas de vendedores de coches de segunda mano de Dallas. Pero eran reales (…) aún seguían gritando allí alrededor de aquellas mesas de dados de la ciudad del desierto a las cuatro y media de una madrugada de domingo. Aún perseguían el Sueño Americano, aquella visión del Gran Ganador surgiendo del caos final del preamanecer de un rancio casino de Las Vegas”.