El fotógrafo logra su objetivo. El ojo apunta detrás de su cámara. Mezclado entre turistas, le toma una foto a su esposa como cualquier veraneante que capture la toma del mar. Pero el retrato es de otro: Luis Yabrán, el empresario más poderoso de la era menemista, camina con su esposa por las playas de Pinamar.
La foto que fuera tapa la revista Noticias iba a costarle la vida a José Luis Cabezas 18 años atrás, el 25 de enero de 1997. Ese día lo encontraron calcinado en su auto en una cava de General Madariaga, con dos tiros en la cabeza y esposado por la espalda. Un crimen de mensaje mafioso con toda la impronta de la “maldita” policía bonaerense.
En los años siguientes hubo condenas: prisión perpetua para cuatro integrantes de la banda “de los horneros”, Gregorio Ríos, jefe de seguridad de Yabrán (quien se suicidó antes de ir a declarar, los policías Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo; y una pena menor el comisario de Pinamar, Pedro La Liebre Gómez, por liberación de la zona del crimen. Pero la mayoría de los acusados consiguieron la libertad mediante distintos beneficios. Es por eso que ayer los compañeros, amigos y familiares del fotógrafo hicieron un acto en la plaza del Congreso con la consigna: “Sin justicia no hay democracia. No se olviden de Cabezas”.
¿Puede costar la vida una foto? ¿Qué arriesgan los reporteros y reporteras gráficas, el complemento perfecto para la palabra de un colega periodista? ¿Cuánta pasión cabe en la lente de una cámara, donde cada uno mira diferente para poder contar lo que cabe en su ojo y en otros ojos? ¿Cuántas fotos impregnadas en la memoria fueron y son testimonio de un hecho, de un caso, de una época, de un estallido, un asesinato o un largo pedido de justicia?
Hoy, mientras el recuerdo de Cabezas sigue presente, mientras otra muerte con olor a mafia sobrevuela los medios de todo el país, los fotógrafos, los reporteros gráficos, siguen agazapados detrás de sus lentes, y tratando de, vaya paradoja, hacer visible un trabajo en el que cuerpo y sentidos van al frente en cada disparo aunque el reconocimiento laboral siga siendo una deuda pendiente.