Relato breve de Roberto Felipe Fernández Del Percio sobre los días del fin de la dictadura y la guerra de Malvinas vistos desde un taller ferroviario de Liniers.
“Tu corazón es un barco…sin timón…sin timón…”
Con melodía de cumbia, José cantaba su alegría -o tristeza-, parado sobre la escalerita de la trompa corta de la locomotora, vigilando que los cambios de las vías estuvieran correctamente ubicados para entrar un vagón en reparación, en la sección pintura del taller de Liniers, mientras el viejo Tony conducía lentamente. Era la sección del Pelado y se sentía su ausencia.
Los ingleses habían hecho un diseño del ferrocarril, de sus playas, de sus talleres, de las estaciones, como para que duraran mil años sin necesidad de hacer ninguna modificación importante. Eran genios, verdaderamente genios…y por supuesto, turros. Hicieron todo para su conveniencia, como el trazado de las líneas convergiendo hacia el puerto de Buenos Aires, en detrimento del interior. Pero como dicen en mi barrio,”la culpa no es del chancho”…
Sucedió que la tranquilidad del final del verano de 1982 no fue tan calmo.
-Vos Pelado recién te habías ido a España, lógico, si no te la daban. Pero las cosas cambiaron bastante de un mes para el otro.
Al final de marzo, y a pesar de que los gobernantes de verde oliva habían limpiado de todo mal a la Argentina, todavía había personas que no disfrutaban de la paz imperante y un reclamo generalizado inundó Buenos Aires de gente con miedo, con odio, con ganas de cambiar todo, y… que cruel es la historia cuando un pueblo se cansa de cómo vive.
-Para el 30 hubo una convocatoria de la CGT y yo estuve ahí. Habíamos salido de los talleres de Liniers a las 14.30 como todos los días, pero en lugar de irme para Morón me fui con Luis para el centro. ¿Te acordás de Luis? El pibe que entró de oficial chapista…ése que le gustaban más las piñas que el asado. Vivía en la villa de Boulogne… flor de pibe era. Llegamos a Once. Ahí no había clima de nada, pero mirando más detenidamente a nuestro alrededor, se veían más polis que seres humanos; de civil, escamoteados, metamorfeados; polis por todos lados. Era evidente que ellos también tenían miedo. Dudamos que hacer, queríamos ser valientes pero no héroes así que el Luis -que como te dije le gustaba la rosca-, vio tan desigual la cosa que me planteó su disconformidad a mi, que teóricamente tenía mas experiencia.
-Che, pará Caño (en el taller me decían Caño por como jugaba al fútbol y a partir de ahí mi nombre y apellido desaparecieron para siempre); esto está mas denso que un Boca-River viejo, ¿adonde vamos?
-¡Boludo! ¿Que pasa? Vamos a la marcha del centro, de la CGT, y si no fue nadie o esta muy pesado rajamos…vamos al cine… ahí está,… si nos para la poli, decimos que vamos al cine, al boleo, a lo que nos guste de lo que den…a Lavalle…dale, dejate de joder, no me arrugues ahora que yo sólo no voy ni a la esquina.
Entramos por Avenida de Mayo y al llegar a una cuadra antes de la 9 de julio el ambiente era otro. Ahí estaba todo más calentito. Decenas de pequeños grupos de a dos, de a tres, de a cuatro, no más, se encolumnaban casualmente en la misma dirección.
¿Íbamos todos al mismo cine?
Ambos bandos nos teníamos respeto y miedo, pero sobre todo ganas. En el fondo, ellos querían pegar, pero pegarnos a los miles que estábamos en la manifestación, no como todos estos años que nos agarraban de a uno o de a dos. Nosotros también, pero preferíamos que la cosa fuera más de igual a igual, como si uno quisiera invitar al cana, al milico, a que se quite la cartuchera para ver quien era mas macho. Hubo rosca, quizás la primera grande en muchos años. Los verde oliva venían mal desde hacía meses, porque sentían que el pueblo no los quería ni en figuritas. Estaban acorralados, pero para mostrar hasta donde se la jugaban por las causas nacionales y populares, nos tiraron a las Malvinas por la cabeza. Por primera vez en nuestras vidas estábamos en guerra de verdad, no como siempre, entre nosotros, sino contra otro país, y nada menos que contra los piratas.
-No era joda Pelado, salíamos de una y nos metíamos en otra. ¡Este ispa se va al carajo!, nos dijimos con Luis. Hicimos actos de solidaridad en el taller para con los soldados, a pesar de la burocracia del sindicato que no quería lolas con nada. Ellos estaban para la ropa y los botines, como siempre, siempre forros. Nosotros no. Palo y palo. Hicimos petitorios donde exigíamos que mandaran a los voluntarios y no a los pibes. Juntamos comida, frazadas. Que se yo, reclamamos tantas cosas, pero como se las pasaban a todas por las pelotas, al final no pedimos más nada. Y ya sabes Pelado: durante cuarenta días, según la tele y los diarios, siempre ganábamos por goleada. Hasta que de pronto, una frío polar nos congeló la sangre. ¡No lo podíamos creer! ¡Se habían rendido los muy hijos de puta!, eso sí, con la bendición del Santo Padre que nos visitaba… casualmente.
Un huracán de bronca, de sentirnos ovejitas de sus trasnochadas, nos llevó otra vez a la plaza, pero esta vez rompimos y tiramos todas las piedras que pudimos. En el grupo no éramos dos, éramos como cinco y hasta el pesado de Tati estaba. Con ese si que me animaba a ir a las Malvinas. ¿Y a que no sabés quién vino también?; el inglés Jones. Era de los más guachos cuando había que dar. ¡Parece genético che, de familia, como si la raza fuera así de peleadora…! ¡Como metía miguelitos por todos lados!
¿Si se cayeron? ¡No, que se van a caer… A los milicos los tiramos nosotros viejo! El populus. Fue knock-out. Y no fue técnico, fue del otro que ahora no me acuerdo como se llama, ese que el tipo cae despatarrado en la lona y le cuentan como cien pero no se puede ni mover.
Y cuando todo despacito volvía a sus cauces de democracia, sin milicos cobardes en la Rosada, cuando todo era ganancia, asado, reorganización sindical, nuevamente las chicas pizpiretas y con ganas, los amigos guitarreando a la Sosa y a todos los prohibidos, se nos metieron los pibes en el taller.
No los habíamos olvidado,¡ por Dios!, pero no conocíamos a nadie que de verdad fuera uno de los que mandaron a la isla. ¡¡ Pelado, eran pendejos, recontra pendejos!!
Tomaron como a diez en los talleres y tres fueron a mi sección de chapa. Te juro que no sabíamos que decirles, como tratarlos.
Uno de ellos, Fabián, había estado día y medio en un bote en el océano por el Belgrano. ¿Te acordás del Belgrano que los piratas hijos de mil putas hundieron fuera de la zona de exclusión? Imaginate, más de treinta horas en el mar del sur, invierno, esperando que los tiburones, las ballenas, los ingleses, los yanquis, los curas, no sé, alguien ó algo, se los lleve al otro mundo. Parece que el milico a cargo de los náufragos (creo que un cabo de la marina: ojo, hay gente de los milicos que se salva) lo cagaba a sopapos para que no se duerma porque decía que si no se iba a congelar y se moría seguro. Dicho y hecho, así se salvo.
Los veíamos tan pendejos que de solo imaginarlos con la metra al hombro en las trincheras frías esperando a los piratas para matar o morir, nos hubiéramos puesto a llorar con ellos. ¿Como pasó? ¿Como fue que pasó todo esto?
Ni los abrazamos, ni le hicimos un acto, ni un asado para felicitarlos, ni una medallita. ¡¡ Nada Pelado, no hicimos nada, que desastre!!
Tenías que verlos cuando el capataz se iba a dormir la siesta después de comer y el taller era nuestro por una hora. Nosotros le dábamos a la changuita, hacíamos cuchillos, boludeces, y ellos jugaban al carnaval, en zafarrancho de combate, en posición de tiro, cubriéndose la espalda pegada a los vagones, achicando en cuclillas todo el cuerpo, saliendo inesperadamente de cualquier lugar del tren que estaba en reparaciones para sorprender con un sachet de leche (que les daban a la mañana y se lo tomaban en un minuto) pero lleno con agua, en la cara o el cuerpo del contrincante. Jodían que estaban en guerra entre ellos y te daba miedo.
Al final, terminamos contentos de tenerlos en el taller y me hice amigo de todos, en especial del Fabián, el del Belgrano.
Ojo, iban al frente contra todo. Ni te cuento el picnic que se hacían contra los burócratas del sindicato, a esos que les gustaban el sillón y la oficina calentita. Los bajamos a todos. Es que después de haber tenido a los piratas enfrente ¿no?
-Caño, vas a ser nuestro delegado- parece que se habían juntado entre ellos y me habían elegido- y ahí empezamos con todos los reclamos. ¡¡Que los parió!! Hicimos un montón de cosas en un par de meses.
Todo venía mas o menos bien hasta que uno de ellos, uno que era bastante calladito, el “mono Sergio”, que nos habíamos hecho amigotes, se nos fue de las manos. Te cuento esto y se me hace un nudo en la garganta y como que no me dan mas ganas de nada. Pero mirá, te la hago fácil: con dieciocho o veinte años, sin una explicación de porque él había sido elegido para defender a la patria cuando no quería defender a nadie de nadie, ni en contra de nadie, ni a favor de nadie. Cuando lo único que quería el recontra pendejo en la vida eran minas, pachanga y unos mangos. Que lo agarraron por sorteo, le metieron el casco y ¡dale flaco, a tirar tiros para allá! Que cuando volvió no le pusieron ni un sicólogo ni nada. Es como dicen las estadísticas Pelado, es creer o reventar. De los pibes combatientes, uno de cada diez quedó trastornado y pasan dos cosas, o queda pirado para siempre o se emboca. Son las estadísticas y las leí no sé ahora adónde.
Ya sé que te morís por volver, que te devuelven tu lugar de trabajo, que te pagan unos mangos por el tiempo que te comiste en cana, que ahora no están los milicos, pero no es como vos decís. Para ver un mango en esta Argentina puta tenés que cantar como Gardel. Hasta se rumorea que quieren cerrar o vender el taller. Te digo más; estoy seguro de que no nos regalan a los 700 obreros con un moño y todo a los nuevos dueños ¿sabés porqué? porque no nos quiere nadie.
¡¡No, Pelado!! ¡¡ Aguantá!!…
¿Te conté que el Fabi y yo estamos haciendo los trámites de la ciudadanía gallega, y que, si nos sale todo bien, a fin de año nos vamos para allá?.. Escuchá esta…nosotros chapistas y vos con la pintura tenemos que hacer muy buenos mangos en Madrid o en Barcelona. Que se yo. De última, si nos va mal, hacemos zafarrancho de combate y nos vamos a Estados Unidos. O nos volvemos a Liniers y que se vaya todo al carajo… ¿Qué opinas Pelado?
A nuestros jóvenes soldados que pelearon en Malvinas.