Por Laura Charro. Explotación, turismo sexual, redes de trata y un Estado ausente que prefiere dar lugar a las grandes cadenas hoteleras a poner fin al delito aberrante que sufren mujeres y niñas en la zona más turística del Caribe mexicano.
Arenas blancas, mar color turquesa, hoteles de muchas estrellas, diversión, consumo, cultura gastronómica típica, música con mariachis que esperan su propina, ubicación geográfica privilegiada, clima cálido todo el año, turistas del mundo. Todo esto y más se puede encontrar en la Riviera Maya que mira al Mar Caribe, en el joven Estado de Quintana Roo, en ese México que los y las mexicanas afirman que “no parece México”. Pero, donde hay turismo masivo y una fuerte cultura machista que coloca a la mujer en desigualdad permanente y como objeto de placer, compra y venta, se puede encontrar aquello que no brilla a simple vista pero que está disponible al cliente deseoso: prostitución y oferta sexual para todos los niveles económicos y un trasfondo de redes de trata de mujeres y niñas con fines sexuales y laborales.
Crecimiento rápido y delito fácil
Cancún, principal y más grande ciudad de la zona nació, hace tan sólo 44 años con el único fin de albergar turistas. Primero llegaron las cadenas hoteleras, posteriormente los asentamientos del personal destinado a atender esos hoteles con clientela mundial que llega cada año a la zona. El pueblo que emigró desde todos lugares del país para trabajar en la Riviera y sus islas periféricas vive por y para el turismo. Hoy es grande la desigualdad social y la población sigue en aumento. Desde su auge en los años ochenta, de los 33 mil habitantes que residían en la ciudad, la cifra aumentó a 167 mil y actualmente se estima que habitan 850 mil personas.
El Estado de Quintana Roo (que contiene ciudades como Tulúm, Cancún, Playa del Carmen, Puerto Morelos e islas Mujeres y Kozumel) tiene una característica peligrosa: es paso de hombres y mujeres migrantes que van hacia Estados Unidos y que en muchos casos son captados por el crimen organizado para la trata. Se cumplen aquí todas las características propias del delito de trata, es decir que es una zona de captación, tránsito y explotación. Las principales víctimas son mujeres y niñas.
Paola Feregrino reside en Cancún y es directora del Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM). Los casos de trata y violencia de género son su principal preocupación. “Hay muchas comunidades mayas que son las principales víctimas de trata con fines de explotación sexual y también laboral. Hay niñas que no hablan el español, sólo el lenguaje maya y esto las hace vulnerables a los casos de abusos, venta y trata. Además, hay una cultura arraigada de usos y costumbres en las comunidades que siguen considerando como algo positivo que una niña sea vendida para trabajar y así mejorar su condición”´, denunció. A esto se le suman altos índices de deserción escolar a temprana edad, trabajo y explotación infantil naturalizada.
Mujeres sin contención
El CIAM trabaja desde hace trece años en Cancún. Surgió de la iniciativa de un grupo de mujeres lideradas por la periodista mexicana, feminista y activista por los derechos de las mujeres Lydia Cacho, quien hoy sufre amenazas por parte del crimen organizado. El centro de atención externa para víctimas de violencia de género que creó CIAM derivó en la necesidad de un refugio para mujeres y sus hijos e hijas con atención integral (psicológica, legal, médica y educativa). Se sumaron luego numerosos casos de víctimas de trata con fines de explotación sexual y la urgencia de crear un protocolo de atención especial que hasta el momento no existía. Con la llegada del presidente Enrique Peña Nieto, se sufrió un recorte general para todos los refugios, aporte principal de la institución. Este recorte de presupuesto hizo imposible continuar con la mantención del refugio, que quedó sin funcionamiento hacia finales de 2011.
En Cancún y toda la zona de influencia no hay actualmente ningún refugio para mujeres víctimas de violencia de género y trata. “Hoy las mujeres víctimas de violencia de género no tienen ninguna red de apoyo ya que las instancias estatales son escasas y sin formación con perspectiva de género. Los casos de trata de mujeres y niñas son numerosos ya que, como se trata de un destino turístico mundial, los índices de turismo sexual son altísimos”.
Actualmente el CIAM está enfocado en el trabajo con miras a las causas de la violencia arraigadas en la cultura patriarcal, en raíces profundas relacionadas a la educación y la cultura, esquemas de pensamiento de la sociedad mexicana incluidas también en las comunidades indígenas mayas. “Trabajamos con la de-construcción de estereotipos de género, nuevas masculinidades y la educación para la paz como eje metodológico y en capacitar otros refugios del país basándonos en nuestra experiencia como modelo de atención especializado”, planteó.
Si bien no hay números concretos a nivel nacional debido a una indiferencia instalada por parte del Estado mexicano para abordar estos delitos mediante recortes de presupuesto, falta de contención a víctimas, fiscalías de delitos sexuales con muy poco personal especializado y denuncias concretas de vínculos del gobierno con el crimen organizado, el Informe Mundial sobre la Trata de Personas 2014 publicado por la ONU refleja (aunque sin distinción de fines sexuales o laborales) que en 2011 fueron 122 las víctimas conocidas de trata de personas, 127 un año después y 250 en 2013; por lo que la cifra aumentó 104 por ciento.La mayoría de las víctimas son mujeres (56 por ciento), seguido de niñas (23.2).
A pesar de todo este oscuro panorama que el Estado prefiere desoír, en la Riviera Maya el sol sigue brillando y a toda hora para las grandes cadenas hoteleras y para el cliente que llega en busca de diversión con servicios sexuales incluidos y la explotación de ese eslabón, el más débil. Las redes de trata y crimen organizado tienen como principales víctimas a mujeres y niñas que quizás ni siquiera hablan el castellano o el inglés, pero que esperan que alguna vez el sol del Caribe mexicano brille también para ellas.