Por Melina Bronfman*. La fisiología de la mujer y del niño o la niña que nace es la que debe regir el momento del parto. Todo lo que quede por fuera de ese parámetro es violencia obstétrica. Falta de intimidad y régimen del tiempo y el dinero avasallan la integridad de la mujer.
Tener un parto respetado es tener la posibilidad de experimentar los mecanismos fisiológicos que todas las mujeres poseemos por el hecho de ser mujeres para poder gestar y parir a nuestra cría. La fisiología es la manera en la que los seres vivos funcionamos, nos reproducimos, nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos. Es la forma espontánea, natural, sana, económica y placentera en la que ocurre cualquier evento relacionado con la vida.
Comer, dormir, ir al baño y reproducirse son eventos fisiológicos cuya satisfacción provee placer. Es más: la calidad del placer obtenido está vinculado con el nivel de fisiología desplegada por la protagonista del evento. Lo contrario de fisiología es lo que llamamos intervención: una serie de pasos estándares protocolizados, que en el caso del parto están ‘desrecomendados’ por la Organización Mundial de la Salud y que, eventualmente y con mucho cuidado, deberían llevarse a cabo cuando la fisiología no está ocurriendo.
Un parto fisiológicamente respetado -este es el término correcto, porque para no entrar en la difícil tarea de tener que definir “respeto” para cada uno de los participantes- consiste en esperar a que el parto se desencadene de manera espontánea, transcurra el trabajo de parto también de manera espontánea hasta llegar al momento expulsivo, en el que la mujer decidirá en qué posición su cuerpo responde mejor para poder, finalmente, parir a su bebé o beba.
Normalmente en un parto fisiológico, al desplegarse todos los mecanismos que el cuerpo femenino tiene disponibles, si se le da el tiempo necesario, el bebé baja, rota, se acomoda. La vagina se estira. Es decir, no se precisa de una episiotomía de rutina, que consiste en el corte en la vulva de dolorosísima recuperación, ni de maniobras violentas y riesgosas que pueden atentar contra la salud de la madre o el bebé, y que obstaculizan, además, los pasos siguientes: el encuentro, el apego y la lactancia.
¿Cómo se logra?
El respeto a la fisiología de la mujer se logra, básicamente, si se conocen los mecanismos fisiológicos que su organismo tiene disponibles para poner en marcha, y se cuida muy bien de no perturbarlos. ¿Qué sería obstaculizar la fisiología? Hacer todo aquello que pondría a la mamá en una situación incómoda. Por ejemplo, hacer pis desnuda delante de seis personas desconocidas que hablan de la Copa Libertadores mientras ella hace sus mejores esfuerzos para concentrarse y aflojar finalmente el chorrito. Eso que no parece ser nada es un tremendo obstáculo a la hora de parir: la pérdida de la intimidad.
El parto es un mecanismo que se origina en el cerebro. Y el cerebro “humano” debe apagarse para poder activarse el cerebro “mamífero”. Pues bien, mientras existan situaciones en donde la mujer no pueda entregarse totalmente al proceso, se está perturbando la fisiología y, en vez de detener las prácticas invasivas, lo que se suele hacer es redoblar las intervenciones para lograr que finalmente nazca el bebé. A un costo altísimo dentro de lo que es el proceso completo de gestar, parir, amamantar y criar.
El parto es una plataforma desde la que el resultado podría proyectarse hacia un apego y lactancia exitosos, o bien, todo lo contrario. Ya lejos de la mirada del o la obstetra, todo comienza a ser una catástrofe, y nadie entiende cómo, de una situación idealizada, se llegó a lo que se llegó: pequeños que lloran mucho, madres desesperadas, internaciones post nacimiento, puerperios muy difíciles, etcétera.
¿Existen las cesáreas compulsivas?
¿Qué es lo que se define de tal manera? ¿Una intervención evitable, pero que el médico de todas maneras decide llevar a cabo para satisfacer un impulso propio? Lo que sí se puede afirmar es que en Argentina el promedio de cesáreas es exactamente inverso a lo que sugiere la Organización Mundial de la Salud como resultados saludables esperables en la población. La institución recomienda un promedio por entidad sanitaria de un 85 a un 90 porciento de partos vaginales y de un 10 a un 15 por ciento de casáreas, según el tipo de complejidad de atención de la institución.
En el país, el índice de nacimientos quirúrgicos es exactamente al revés, sobre todo en el área de la medicina privada. En el área pública, si bien los promedios son altos (30 a 50 por ciento), no igualan las inconcebibles cifras de intervenciones para un evento que debería ser fisiológico.
¿Cuáles son los motivos de semejantes resultados? Muchos, muchísimos. Hoy en día, hasta las mismas mujeres, por el miedo que les da atravesar el parto, creen que al elegir una cesárea evitarán atravesar aquello a lo que le tienen tanto miedo. Pero, ¿qué es exactamente? ¿Miedo a qué? La cesárea también es dolorosísima, ¡pero después! Justo cuando la mamá necesita ocuparse de su bebé o beba.
Hay otro pensamiento que surge: el tiempo es dinero. Nadie tiene tiempo (sobre todo, una institución) para esperar a una mujer y su fisiología. El sistema de salud está colapsado. Entra una panza y, aunque no esté listo, como sea, dentro de las poquitas horas, sale un bebé. Son palabras duras para un tema difícil de abordar, porque ningún sanatorio ni obstetra admitiría públicamente estas aseveraciones, ya que son antiéticas. Para que cambie, debería modificarse todo el sistema de salud del país.
¿Qué es la violencia obstétrica?
Es violento todo procedimiento no elegido ni necesitado de parte de la parturienta, el bebé o la beba que recién nació. Cualquier imposición por parte de la institución o los profesionales en donde quede priorizada la satisfacción de sus estándares por encima de las necesidades de la mujer es violencia obstétrica.
El mal trato o el destrato, la falta de información y las acciones silenciosas sobre la parturienta son violentas. Parecieran olvidar por completo que, si bien ellos asisten el parto número ‘X’, esa mujer se encuentra con ese hijo y esa experiencia quedará para siempre grabada en ambos. Es única e irrepetible, para bien o para mal.**
*Es doula, terapeuta corporal y titular del curso sobre crianza con apego MaterPater.
**El artículo es una adaptación especial para Marcha del original, publicado en el blog www.mater-pater.blogspot.com.ar