Por Ricardo Frascara. El cronista cierra la expectativa abierta la semana pasada, pues Lionel Messi negó sus peleas con Luis Enrique Martínez García y sus conversaciones con el Chelsea. “Todo es mentira”, dijo antes de aplaudir a Cristiano Ronaldo en la fiesta de la Pelota de Oro.
Finalmente el hincha del Barcelona del barrio de Eixample apostó a que se quedaba Messi, y ganó. Cayeron volteados por el mismo Pulga los dichos de la prensa española, de la inglesa, de la argentina. “No es bueno que busquen rivalidad entre el entrenador y yo porque no la hay”, aclaró Lio a sus más cercanos asistentes, mientras se ponía el pantalón violeta para la coronación de la pelotita de oro. El coro de aduladores repetía: “No la hay… No la hay…”. A la puerta de la suite del hotel de Zurich golpeaban los periodistas y gritaban al unísono: ¿”Está Messi?, que venga Messi a contestar”. Desde adentro, uno de los secretarios respondía: “¡Se está poniendo los pantalones!” Y el petiso de oro, mientras se peinaba, hablaba con el coro que lo miraba con la boca abierta, por ver tal estampa del crack repetida por el espejo de cristal de Bohemia al que enfrentaba: “Me duele porque (la versión del hechizo de Chelsea) salió de Barcelona, de gente que dice que quiere al club. No salió de Madrid, como otras veces”, afirmó con certeza Lionel, ya con el saco puesto –obviamente también violeta- enderezando hacia la puerta, con su entorno a cuestas.
Afuera los periodistas se apretujaban y se escuchaban puteadas en 95 idiomas, todos con micrófonos, celulares y cámaras de TV golpeándose las caras. Se abrió la doble puerta, justo en el instante en que Messi gritaba, mirando hacia atrás, sin ver la masa compacta de prensa que lo esperaba: “¡Que no nos tiren mierda los de afuera!”. Como se estaba dirigiendo a los “de adentro”, estos creyeron que el Sol violeta se refería a quienes precisamente estaban fuera de la habitación, que en realidad eran los que habían desparramado la noticia de su malestar barcelonés, y, como decía La Prensa hace setenta años, “comenzaron escenas de pugilato” entre los de adentro y los de afuera.
Ahí fue cuando Lio y Antonella, apenas envuelta en un sensacional vestido negro, aprovecharon para esquivar la muchedumbre y llegar inmunes a la sala donde brillaba la pelotita dorada. Las últimas palabras que se oyeron pronunciadas por el crack, previo al protocolo montado por Blatter, dicen que fueron: “Negra, te lo juro, no hay más guita, nadie me habló de Chelsea, ni a mi viejo tampoco, es todo un invento”. Confirmado, Messi se queda en Barcelona. Se disiparon las nubes blues de la plaza Catalunya… el Sol continuará vistiendo la azulgrana.