Por Juan Manuel De Stéfano. Sin compartir futbolísticos, Simeone hace que su equipo juegue como más le conviene y emociona. Su atractivo no reside en lo artístico, sino en otras fases importantes del juego.
Actitud. Intensidad. Pasión por el fútbol. Entrega total y absoluta. Obsesión. Sobran las ilustraciones y las frases para definir a Simeone. O tal vez queden cortas las definiciones y su propia visión del juego, para entender a un tipo que vive por y para el fútbol.
“Si veo barro, me tiro de cabeza. Me gustan los desafíos en el mundo del fútbol”. ¿Clarito, no? Así vive el Cholo. Y así juega el Atlético de Madrid, su mejor obra desde que es entrenador. Un equipo que emociona, que contagia, que hace de la contracción al trabajo un culto. Que no da ninguna pelota por perdida, que no regala ni un centímetro del campo y que no otorga ventajas ni concede oportunidades a su rival.
Suena trillado pero juega y siente cada partido como si fuera el último. Es ganador el Cholo, no quedan dudas. Una personalidad arrolladora que no entiende de obstáculos ni de límites. Sólo de esa manera se puede concebir que un conjunto que perdía siempre con su rival de toda la vida, desde la llegada de su “salvador” no para de ganarle y complicarle las cosas. Y eso que el Real Madrid es casi una selección que cuenta con jugadores extraordinarios. Pero el Atlético se convirtió en un rival molesto para todos. Lo mismo ocurre cuando juega con el Barcelona, lo incomoda, lo muerde, le moja la oreja, no lo deja jugar con libertad. Es un equipo sudamericano puesto a competir en Europa. Las mañas, la malicia bien entendida, el orgullo, el hambre de gloria y la agresividad son propias de jugadores que recién comienzan sus carreras y no ganaron nada.
El Cholo es artífice fundamental de que su plantel siga con la motivación bien en alto con frases como esta: “Como en las grandes batallas, a veces no gana el mejor, sino el que está más convencido”. Pero como en la vida de todas las personas, la historia del Cholo tuvo vaivenes y hechos que fueron modificando sus pensamientos y conductas. De aquel entrenador que tuvo un comienzo complicado en Racing, pasando al que sacó campeón en el 2007 al Estudiantes de Verón, Pavone, Sosa, Braña y compañía al de la actualidad, hay grandes diferencias. Racing, Estudiantes, River, San Lorenzo, Catania, Racing nuevamente y, por fin, el desembarco en el Atlético para consagrarse.
Carrera vertiginosa si las hay. En sus comienzos en Estudiantes se vio una de las mejores versiones de un equipo de su autoría. De la mano de Verón aquel equipo marcaba las máximas del Cholo pero amenizadas con un poco de pausa y toque de la mano de los grandes jugadores con los que contaba. En River fue todo y nada. Campeón y último, algo insólito en el fútbol mundial. Poco, muy poco dejó en Núñez su paso por la institución. En San Lorenzo se vio un Simeone desequilibrado en dosis muy altas. Iba perdiendo y terminaba poniendo 6 delanteros que se chocaban y no se entendían entre ellos. Una versión bastante deslucida del entrenador. Pero lo que le cambió la cabeza fue el desembarco en el Calcio para dirigir al Catania. Se dio cuenta que ir siempre para adelante no era negocio. Que la parte defensiva también era importante y así, se salvó del descenso sacando muchos puntos. Igualmente, su idea madre estaba clara: “Hay que tener fe, hay que tener convicción, hay que tener coraje, hay que asumir ciertos desafíos, porque el que no asume no arriesga, y el que no arriesga, no gana”.
Luego la vuelta a su gran amor: Racing. Se dio una muy buena campaña desde lo numérico y no tanto desde el juego. Pero la refundación se había producido; el equilibrio que tanto buscaba se estaba tropezando con él. Y en 2011 la vuelta del hijo pródigo al Aleti le permitió llevar su carrera y a su equipo hacía lo más alto. Copa del Rey, Supercopa, Liga, Europa League, final de Champions, todo, todo y en muy poco tiempo.
¿Y del estilo que decimos? Es discutible, como todo en la vida. Lo cierto es que desde la estética el equipo del Cholo no es -en general- brillante ni mucho menos. Muchas veces prescinde del balón por demasiado tiempo y espera a su rival más de la cuenta. Es innegable. No es el típico equipo que emociona por su fútbol atildado y de ataque. Su atractivo pasa por otro lado. Por ser inteligente, sólido atrás, y por sacar lo mejor de sus jugadores en cada partido. Emociona por la defensa de una idea. Por la pasión para defenderla y llevarla a cabo, no por la idea propiamente. Pero contagia, el Atlético contagia. Y ocurre por la enorme voracidad, claridad conceptual y personalidad de su líder: un tal Diego Simeone. El mismo que luego de un triunfo salió a decir: “Quiero agradecer a las mamás de estos chicos porque nacieron con unos huevos así de grandes”. ¿Clarito, no?