Por Juan Noy. Lo que quizá sea una novedad interesante, un Indio más Fundamentalista que Redondo predominando en escena. Lo que es simplemente más de lo mismo, los peligros de la mala organización.
Todo acontecimiento puede ser leído desde muchas miradas y el show que el Indio Solari dio el sábado 13 de diciembre en San Martín de Mendoza, no escapa a esta regla. Tiene una pequeña acepción: fue el show más solista que dio desde que sacó su primer disco El tesoro de los inocentes en el 2005. Pero ese es un tema menor si lo comparamos con el pésimo sonido que tuvo el show y los repetidos problemas para salir el lugar donde se realizó el recital.
El balance musical que dejó el recital del Indio fue positivo: cantó mejor que en fechas anteriores, más afinado y se perdió menos que en los recitales anteriores, en donde confundía sus letras. Dejó con las ganas a los que fueron (fuimos) a escuchar temas de los Redondos, aunque la cantidad no hace siempre a la calidad: quien no se haya quedado contento después de escuchar Roxana Porchelana, Fuegos de Octubre y Etiqueta Negra, tiene que saber que lamentablemente Los Redondos se separaron y parece que el Indio se dio cuenta.
Este viraje solista no es para nada negativo, el show construye al ídolo ahí, sobre el escenario y con sus temas, lo que marcaría de acá en más (y si la lista de temas propios continúa superando a los ricoteros) quién va a escuchar al Indio y quién a Los Redondos de la mano de otros músicos.
El Solari que arriba del escenario se mostraba de buen humor, regaló a su público una imagen que hacía muchos años no se veía ni en fotos: Carlos “el Indio” Solari arrancó el recital sin anteojos y así se mantuvo durante todo el primer tema “A los pájaros que cantan sobre la selva de Internet” de su último disco Pajaritos bravos muchachitos. Para “Chau Mohicano” el segundo de la lista, ya volvieron los clásicos lentes redondos. Le siguieron “Ceremonia durante la tormenta”, “Drogocop” “Torito es muerto” y “Nike es la cultura”.
Con dedicatoria a la hija de “Tití” Fernández (que murió en un accidente automovilístico en Brasil durante el Mundial) el final se acercaba y no pudo terminar mejor: “Todos a los Botes” “Etiqueta Negra”, “Todo un palo”, “Flight 956” y el clásico final con “Jijiji”.
Pero la lista más solista que presentó junto a los Fundamentalistas no fue la primera sorpresa con la que nos encontramos al entrar al autódromo. LA SORPRESA (así en mayúsculas), fue no ver las filas de torres de sonido y pantallas. Eso ya daba una mala señal. Muchos nos preguntamos cómo iban (íbamos) a escuchar quienes se quedaran o eligiesen quedarse en el fondo. Según publicaron varios medios, los organizadores (léase Indio más productora) creyeron que solo irían cincuenta mil personas, basados en la cantidad de entradas vendidas. No es ilógico desde la estadística pura, pero desde que dejó de hacer dos fechas en cada presentación, nunca hubo menos de cien mil personas.
Ese enorme error de cálculo perjudicó a muchos miles y no se le puede justificar todo al ídolo. Muchos de esos miles que no pudieron escuchar o no pudieron escuchar bien, debieron hacer mucho sacrificio para llegar. Pensemos que de movida, antes de salir de sus casas, esos que no pudieron escuchar a su ídolo, gastaron algo así como mil quinientos pesos, y para muchos, no es sencillo juntar esa guita.
Entonces no debe ser un tema a menospreciar y reducirlo a “esto es Rock and Roll”. No seamos ingenuos ¿alguno o alguna puede creer que el ex Redondo aceptaría tocar con equipos medio pelo, que no se escuchen bien? ¿Por qué si el Indio exige estándares altos de calidad por los equipos que paga, no debemos nosotros exigirle que tenga un estándar alto de sonido para que, sin importar en que parte del predio estés, puedas, aunque sea, escuchar el show?
Justificar todo al ídolo nunca llevo a buen puerto. Todo terminó en escándalos y tragedias, como la que de casualidad aún no pasó a la salida de los recitales que Los Fundamentalistas vienen dando.
Desde que se presentó en Junin a la fecha, siempre fue un caos salir. No sólo porque una masa impresionante de personas quiere salir al mismo tiempo. Es por que a eso se le tiene que sumar una única puerta de salida que oficia más de embudo que de salida, nunca sacan las vallas de los accesos para que las personas puedan circular con más comodidad.
Dirán que en Gualeguaychú abrieron muchas más puertas para evacuar, lo que es cierto. Tan cierto como que no eran del tamaño necesario. Sólo era necesario que una persona se resbalara, se desmayara, o se tropezara para desatar la tragedia. Lo mismo volvió a pasar en Mendoza, porque los puestos de venta de cerveza oficiaron de dique de contención, impidiendo un flujo dinámico de las personas.
La presión fue tal que no les quedó otra que correr las vallas que protegían el negocio, para que también se pueda salir por ahí y así descomprimir un poco. Pero del otro lado estaban los contratados para la seguridad y mucho policía de civil que si no fuese por la orden de un encargado, estaban muy dispuestos a reprimir a la gente que trataba de salir como podía, ante la desesperación por ser aplastados.
Ojalá llegue el momento en que se revean estas cuestiones organizativas, ojalá que sea para el próximo show, porque de no ser así, no habrá “tiempo de lamentos”.