Por Noelia Leiva. A días de la celebración de la conquista de los derechos de las personas, el trabajo se reconoce como uno fundamental. Cuando las que buscan un empleo son las mujeres que tienen hijos o hijas, hay mucho que conciliar. Sobre todo, el mandato y sus deseos.
Ser mamá implica, de por sí, un cambio en la rutina, más cuando a los juegos y las mamaderas se suman las obligaciones laborales fuera de casa. En Argentina, la inserción de las mujeres en el mercado del trabajo fue in crescendo en la última década pero todavía hay brechas por zanjar: existen empleos considerados “masculinos” a los que ellas, por tradición cultural, no pueden acceder o alcanzan de manera excepcional, por lo que las ocupaciones informales se convierten en su opción más frecuente, sobre todo cuando son jefas de hogar.
Para las mamás son más las dificultades para elegir un trabajo digno cuánto más hijas o hijos crían. Un informe del Ministerio de Trabajo pormenoriza que si bien cuenta con un empleo el 60 por ciento de las madres de un sólo niño, y esa proporción desciende sólo al 45 por ciento para las de dos, cuando en el hogar hay tres o más pequeños apenas tres de cada diez reciben un salario. Se trata de datos que surgen del paper titulado “Políticas de equidad de género, talleres de negociación colectiva” que elaboró la Coordinación de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades en el Trabajo (Cegiot), un organismo especializado que el Ministerio puso en funcionamiento en 2008.
Esos números tienen razones sociales: la dificultad de combinar los requerimientos de cariño con los horarios laborales, que pocas veces pueden flexibilizarse ante las demandas familiares, y el peso del prejuicio de que una mujer con una familia numerosa tenderá a faltar más o ser menos ‘productiva’, por lo que tienen menos éxito en sus entrevistas laborales.
Hay otra influencia para esa inequidad, que es que la mayoría de ellas están subocupadas, lo que las subsume a obedecer en vez de reclamar mejoras en sus condiciones laborales. El informe nacional que redactó la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) sobre el cumplimiento del Consenso de Brasilia en el país coincide en que una de las variables de la desigualdad es la subocupación horaria -en general, trabajos temporales e informales por lapsos cortos-, que “sigue siendo una característica marcada de la presencia femenina en el empleo: casi la mitad de las mujeres asalariadas trabaja menos de 35 horas semanales, mientras que los varones en esas condicionesalcanzan el 21 por ciento”, describe el estudio.
Pero no termina allí: cuando por decisión o necesidad deben regresar al mercado laboral luego de parir, encuentran una oferta acotada a sectores tipificados como “femeninos”. La última investigación que la cartera que dirige Carlos Tomada difundió este año sobre “indicadores más relevantes de la inserción de mujeres y los varones en el mercado de trabajo” enfatiza que “las ocupaciones en las que mayoritariamente se desempeñan las mujeres se asocian al rol tradicional de ‘ama de casa’ como los de enfermeras, maestras, empleadas domésticas, niñeras, cuidado de enfermos y mayores”. Y son mayoría en el mercado no registrado, donde la brecha de ingresos en 2013 fue del 39,4 a favor de los varones.
Para la Cegiot, “la sobrerrepresentación femenina en oficios precarios produce bajos ingresos, inestabilidad, falta de cobertura social y pobres condiciones y medio ambiente laboral”. Eso también redunda en dificultades para cuidar a los chicos, aunque la Asignación Universal por Hijo se defina oficialmente como un paliativo a la faz financiera de ese problema.
La familia y los mandatos
Volver al hogar luego de varias horas es, para la mayoría, sinónimo de felicidad pero también de más responsabilidades. Según la última encuesta del Indec sobre trabajo no remunerado, las mujeres ocupan seis horas y media diarias a las actividades domésticas, más de un cuarto de su día: una jornada laboral promedio.
FEIM explica que ello se debe a “una concentración de las responsabilidades de cuidado en los hogares y en las mujeres”, que es cultural, porque cumplir con el mercado no las exime de calificar positivamente como madres, sobre todo en los grupos familiares tradicionales.
“Es un poco mentiroso el discurso que te dice que debés tener tu profesión y ganarte el espacio, salir y producir, conectarte con el mundo exterior. Se mira mal a la que se queda en casa con los hijos pero también a la que quiere volver a laburar rápido” después de parir, cuestionó Valeria Wasinger, integrante del colectivo Las Casildas que se dedica a acompañar mamás bonaerenses y porteñas durante el embarazo, el parto y el puerperio.
Hay una variante más, que es la legal, porque “el mundo laboral sigue siendo pensado para varones”, asume. Las licencias con goce de sueldo duran un trimestre para ellas, a menos que puedan aducir que sostienen una gestación de riesgo. La Ley 20.744 indica que esos 90 días se dividen en 45 días antes y 45 después del parto, aunque algunos convenios colectivos de trabajo fijan plazos más extensos. Si una mamá prefiere tener más tiempo con su bebé o beba, puede optar por trabajar hasta el octavo mes y luego quedarse dos en casa.
¿Qué sucede con el papá, si lo hay? “Ni hablar de que pueda tomar tareas de cuidado con apenas dos días de licencia”, plantea Wasinger, que se dedicó a la tarea de ayudar a criar luego de su propio parto. Es que en términos formales, un trabajador cuenta con 48 horas corridas con goce de sueldo por nacimiento de un hijo, uno menos que por fallecimiento de un familiar directo. La discusión es otra si hay dos mamás o dos papás, las variables del prejuicio crecen.
Lo escaso que es el tiempo otorgado al varón padre profundiza la preocupación de la madre respecto de quién cuidará al nuevo ser si ella debe o quiere volver al trabajo, también porque son pocos los ámbitos laborales que cuentan con guarderías. Según la fundación que dirige Mabel Bianco, “desde la década de 1990 se produjo una disminución del apoyo gubernamental a los padres para el cuidado de los niños menores de 4 años a través de las guarderías infantiles administradas por el Estado provincial o local. Esto repercutió de forma muy negativa en la conciliación entre vida laboral y familiar”. Los de más poder adquisitivo resultan beneficiados porque pueden costear jardines maternales o niñeras, si no hay una persona de confianza.
Lo que las madres sienten
De la mano de las condiciones socioeconómicas que las atraviesan, hay un cóctel de emociones con el que algunas madres se encuentran al salir a buscar trabajo o regresar al que tenían antes de parir. “Siempre hay un tironeo. Muchas, lejos de vivirlo como un alivio o algo lindo a nivel personal, lo atraviesan con mucha frustración y presión. Pensás que no vas a poder”, describe Wasinger, que conformó con Julieta Saulo y Mariela Franzosi un grupo de ‘doulas’, mujeres formadas para acompañar a otras en el proceso de ser madres.
No siempre es tan sencillo salir de casa. A veces las madres cargan con burlas ajenas, desde la desvalorización de la ‘revolución’ hormonal que se genera al parir hasta a causa de las inseguridades propias de aprender a cuidar a otro humano. Para Melina Bronfman, que es doula y docente del curso MaterPater sobre crianza, los temores no son prenda de ridiculización y los estereotipos responden a que en la sociedad todavía se sabe poco sobre el puerperio, el proceso posterior a dar a luz. Va de la mano de
Una ayuda para afrontar la decisión de salir de casa por varias horas es ser sincera y clara: “Si la madre explicita ‘me voy a trabajar’ aunque el bebé se quede llorando, sabrá que se va pero volverá. En cambio, si se va mientras está jugando y distraído, el pequeño no sabrá cómo desapareció”, explica. Ese gesto termina por influir en la confianza del pequeño hacia su madre.
Para la especialista en eutonía, una disciplina que entiende al propio cuerpo como base del desarrollo y la curación, sería ideal que la madre salga a trabajar recién cuando su niño cumplió 18 meses, porque antes “el hijo tiene mucha necesidad de mamar y la madre tiene mucha leche”, por ejemplo. Sin embargo, la realidad material –y, muchas veces, las decisiones de la mujer- no condicen con ese plazo. Para Wasinger, una alternativa es generar emprendimientos desde casa o realizar teletrabajos, una tendencia en alza que permite combinar las tareas.
Otra opción es rescatar las redes de ayuda, que consisten en que, en el tiempo que dispongan, varias mamás se junten para cocinar viandas que duren toda la semana, lavar ropa y jugar con los chicos, así pueden volver al hogar con algunas tareas hechas. Y, sobre todo, después de haber compartido momentos con pares, con la libertad de hablar sobre temores, deseos y proyectos, sin que ningún prejuicio caiga sobre sus espaldas.