Por Ricardo Frascara. El retiro de Luciana Aymar, consagrada varias veces como la mejor jugadora de hockey del mundo, lleva a esta reflexión sobre la unión en los corazones del público de las figuras que han proyectado al deporte argentino al nivel mundial.
Lucha empezó a rascarse: con pesar, sí, pero con la alegría de sentarse frente a una colección de medallas de todos los colores e infinidad de torneos. ¿Qué hace ella? Ya no hace falta aclararlo. ¡Qué hizo ella! O, mejor aún, ¡qué no hizo! Fue el corazón, la mente, la potencia, la organización, la guía de Las Leonas, uno de los más grandes equipos de la Argentina deportiva de toda la historia. Como catapulta para ser considerada 8 veces como la mejor jugadora del año en hockey sobre césped, la admirable y admirada Lucha utilizó como arma un palo o bastón que con el abracadara de sus manos se transformó en una aguja de tejer. Y tejió redes de ataque en los Juegos Olímpicos de Sydney, de Atenas, de Pekín, de Londres. Fue campeona mundial de esa intrincada y malabarística esgrima en la Argentina y, por las dudas, en las antípodas, en campos de Australia.
Ahora, tras levantar al pie de los Andes el Champions Trophy por sexta vez desde aquella inolvidable hazaña leonina de 2001 en Holanda, su rival clásico de una década y media, y tras dejar nuevamente en el camino precisamente a los vibrantes seleccionados de Holanda y Australia, Luciana Aymar (*) comenzó a rascarse. Se arrancará la piel y sentirá, como siempre, el correr de su sangre. Pero dijo basta… y sus padres la felicitan porque desean recuperar a su niña y que ella sea una joven del barrio rosarino, de la vereda, de la plaza, del traqueteo del tren, del saludo de las vecinas. “Lucha, a los 37 es hora de que te rasques”, le habrán dicho.
Nosotros, los de abajo, los que caminamos por la tierra, ya la vemos recortada en la historia, codo a codo con las más grandes del deporte argentino, la nadadora Jeanette Campbell, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín; la atleta Noemí Simoneto, medalla de plata en los Juegos Olímpìcos de 1948 en Londres, y la extraordinaria Gaby Sabatini (44), cuya raqueta brilló en todo el mundo. Me quedo mirándolas a las cuatro, entrecierro los ojos y me pregunto ¿y por qué no mezclarlas; por qué no mimetizarlas con “ellos”? Y me contesto… “es claro, si su valor es idéntico” y van arrimándose, y cuelgan sus medallas junto a las de Lucha y Jean y Gaby y Noemí, el pequeño boxeador Pascual Pérez, el paradigmático tenista Guillermo Vilas, el furibundo Carlos Monzón, el eterno Juan Manuel Fangio, y la cola sigue… Entonces pienso, “tengo razón, en nuestros corazones están todos junto al mismo fuego”. Porque, como cantaría otra habitante del mismo universo de estrellas, la Negra Mercedes Sosa: “Qué cosa fuera… qué cosa fuera la Lucha sin el hockey…” Y, sería Messi… sería Ginobili…
(*) Luciana Aymar (37) Medalla de plata en los JJOO de Sydney en 2000, medalla de plata en los JJOO de Londres en 2012, medalla de bronce en los JJOO de Atenas en 2004, medalla de bronce en los JJOO de Pekín en 2008. Campeona mundial en Australia 2002, campeona mundial en la Argentina 2010. Campeona del Champions Trophy en Holanda 2001, en Alemania 2008, en Australia 2009, en Inglaterra 2010, y en la Argentina en 2012 y 2014. Elegida mejor jugadora del mundo en 2001, 2004, 2005, 2007, 2008, 2009, 2010, 2013