Por Manuel Perez Berro*. Como hace 18 años, Correpi presentó el anuario con datos sobre la situación represiva del 2014. María del Carmen Verdú, abogada integrante de la Coordinadora, analizó algunos puntos centrales en el programa radial La Revancha.
– Según el informe del 2014, hay 4278 personas asesinadas por el aparato represivo del Estado desde 1983 hasta acá…
El año pasado llegamos a la plaza con 4011, es decir que incorporamos este año 267 casos nuevos. Hay que tener en cuenta que falta un mes y medio para que termine el año y cerramos la recepción de casos para el archivo hace varias semanas atrás. El año que viene, cuando volvamos a la plaza, vamos a tener casos del 2014 que el viernes no conocíamos. Ahora ocurre que hay 46 casos del 2013.
– Ustedes señalan una represión preventiva, donde se distingue una forma específica que se da sobre los sectores organizados.
En realidad no es demasiado feliz la elección de términos, es una manera más de marcar que cuando la Policía, la Gendarmería, o la Prefectura reprime a los trabajadores en la Panamericana, o a través de sus fuerzas como el caso de Fuentealba, o recurriendo a las patotas del Estado de la burocracia sindical como en el caso de Mariano Ferreyra. El Gobierno está reprimiendo de manera diferente, pero con el mismo contenido represivo que cuando un policía fusila a un pibe en un barrio o cuando un penitenciario mata un a un preso en la tortura. Esto lo reiteramos e insistimos mucho porque en general no hay dificultad de la militancia y de la gente en reconocer como represión lo que hace Berni con la gendarmería en Panamericana, o la Policía Federal cuando reprimió el 19 y 20 de diciembre y mataron 39 personas. Sin embargo, es muy difícil para aquellos que tienen una relación con las organizaciones antirrepresivas, reconocer el mismo carácter de política de Estado en el asesinato de cualquier pibe. Aún para algunos sectores de la izquierda el gatillo fácil, la muerte en una comisaría, la desaparición sigue siendo considerado como el hecho aislado de un policía que se le chifló el moño y que hizo algo que la policía no debería hacer, en lugar de entender que esa es una parte de su rol. Esto está tan planificado desde el ámbito legislativo y el ámbito ejecutivo y garantizado y convalidado por el ámbito judicial, como la represión a los trabajadores organizados.
– ¿Qué datos se destacan en este anuario?
El primer dato destacado es lo que no cambió. Seguimos teniendo un 77 por ciento de las víctimas con menos de 35 años, 51 por ciento con menos de 25. Este dato es central, además de ser un puñetazo en la boca del estómago, porque es el que nos muestra el contenido del control social de la represión del gatillo fácil, de las torturas, de las muertes en comisarías y cárceles. Al que hay que disciplinar y enseñarle a bajar la cabeza no es al que cumplió 50 años, porque ese ya aprendió, al que hay que disciplinar es al pibe. Como decía Julia Torrez, una madre que perdió su hijo, les quieren cambiar a los chicos la visera por su gorra. Ese es el disciplinamiento que se busca, meternos el sentido común impuesto de lo que es su orden para que el pibe se pregunte por qué ir a apoyar a la gente de Lear, si por estar en la esquina de su casa lo meten en la comisaría.
– ¿Cambió el modo de organizarse, por ejemplo, a partir del caso de Luciano? Vos misma planteás que a la izquierda le cuesta pensarlo como un plan sistemático.
Justamente con la familia Arruga hemos fracasado y no son parte de Correpi. Siempre lamentamos, por ejemplo, no poder militar de conjunto en forma plena, pero sí acompañando sus iniciativas cuando podemos. Esto no quita todo el acompañamiento, todo el apoyo y toda la pila para poder acompañarlos en el resto de sus movilizaciones y muy particularmente en el reclamo de aparición de Luciano, en el triunfo de haberlo encontrado, y ahora en la exigencia de poder reconstruir todo lo que sucedió hasta que su cuerpo apareció enterrado en un cementerio.
En esta jornada algo que fue muy notorio fue la enorme cantidad de compañeros. Este es un proceso que se viene dando a lo largo de los años y tiene que ver con la presencia cada vez más grande que logramos tener en los barrios. Salvo los compañeros que son vecinos de la zona sur de Buenos Aires, la enorme mayoría son de distintos puntos del conurbano e incluso había una familia de Comodoro Rivadavia y otra de Santiago del Estero, que como tienen miembros de la familia viviendo aquí en Buenos Aires participan activamente de Correpi. Esta enorme presencia de compañeros y familiares se muestra no sólo desde el número, porque no daba el espacio para que haya tres familiares por pibe, sino también en la calidad de los discursos. No sólo en la calidad del discurso que en forma de texto trabajaron y elaboraron y leyeron, sino en las intervenciones, a veces improvisadas, que denotaron un alto nivel de conciencia de por qué se están organizando, mucho más allá del propio reclamo individual de justicia por la muerte de su pibe.
– Había una unión entre los familiares, había entereza y fuerza.
Por eso mismo señalé el compromiso de estos compañeros que empiezan a militar desde las circunstancias materiales más desfavorables, porque ninguno de ellos era de Recoleta o de Barrio Parque, y por el otro lado, empiezan a militar después de sufrir la pérdida más terrible que puede padecer un ser humano. Por eso yo decía que si ellos pueden hacer lo que están haciendo, y decir lo que están diciendo, no hay nadie que pueda tener alguna excusa para quedarse a un costado viendo pasar la vida sin intervenir para cambiarla.
*Miembro del programa radial La Revancha. Domingos 13 a 15hs / FM La Tribu.