Por Leonardo Rossi, desde Córdoba. La Feria Agroecológica cumplió su primer aniversario. Llegar a los sectores populares es el gran objetivo.
Quien llega ávido de productos sanos y quien lo aguarda con la mejor ofrenda de su trabajo. “Un punto de encuentro”. De eso se trata este lugar, según explica Mauricio Córdoba, un puestero de la Feria Agroecológica de la Ciudad de Córdoba, que cumplió un año de vida el fin de semana pasado. El espacio ya echó raíces, se muestra sólido y comienza a dar frutos. Productores, consumidores y organismos públicos se han encontrado en este espacio para lograr un ejemplo vivo de que el comercio justo, el acceso a los productos libres de agroquímicos, y verse las caras entre quien cosecha y quien prepara la cena es posible. ¿Dónde y cuándo es la cita? Los segundos y cuartos sábado de cada mes, en Ciudad Universitaria, detrás de la Escuela de Ciencias de la Información.
Teoría y práctica
Una referencia de la feria es la Cooperativa San Carlos, radicada al sur de la ciudad. La organización está motorizada por diez familias. Varios de estos grupos de trabajo han adoptado la agroecología como modo productivo. Otros están en transición. ¿De qué se trata este perfil agrícola? Como principios básicos se plantea “el reciclaje de nutrientes y energía, la sustitución de insumos externos; el mejoramiento de la materia orgánica y la actividad biológica del suelo; la diversificación de las especies de plantas y los recursos genéticos de los agroecosistemas en tiempo y espacio”, según señala ‘La Revolución Agroecológica en América Latina (2011)’ de Miguel Altieri, profesor de agroecología en la University of California, Berkeley, y Víctor Toledo, investigador de del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, de la Universidad Nacional Autónoma de México. La publicación realizada por la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (Socla) retoma al referente en agroecología Stephen Gliessman, de la Universidad de California Santa Cruz, quien promovió “la integración de los cultivos con la ganadería, y la optimización de las interacciones y la productividad del sistema agrícola en su totalidad, en lugar de los rendimientos aislados de las distintas especies”.
Todos estos planteos académicos llegaron al territorio de la cooperativa hace cuatro años, de la mano de un grupo estudiantes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC. Hubo una profunda reflexión para optar por este modelo. Cuenta Mauricio Córdoba que un factor fue clave a la hora de decidirse: “Una de las ventajas de este sistema era no trabajar con agroquímicos”. Las familias de la cooperativa habían vivido en su propia piel los daños del modelo convencional: “Habíamos tenido casos de problemas en los que hubo intoxicaciones con agroquímicos”. Es que “las personas que hacen ese trabajo son ‘descartables’, por decir de algún modo”, agrega el productor.
Todo ese trabajo de transición productiva se traduce hoy en productos de excelente calidad que son vendidos en bolsones de verdura agroecológicos. Uno tras otro son retirados los paquetes de hortalizas sin pausa del stand cooperativo. “Había una demanda de la gente que no conseguía estos productos, y tenía que ir de un lugar a otro buscándolos. Y muchos productores tampoco podían vender sus cosas. Ahora tenemos este punto de encuentro para productores y consumidores”, reflexiona el joven de 28 años.
Elección de vida
Frutas, verduras, plantas, abonos orgánicos, dulces caseros son algunas de las diversas producciones que ofrece el espacio. A la presencia de los feriantes se suma el aporte de la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación, que desde su puesto evacua consultas de productores y consumidores. También hacen su tarea los técnicos de la Universidad Nacional de Córdoba; y del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. Cientos de miradas circulan de puesto en puesto. Las voces se cruzan. Los colores de la naturaleza copan el paisaje y generan una atmósfera que se despega de la gran ciudad donde está enclavada la feria.
Ahí está, atenta, detallista, Lorena, de 35 años. La mujer carga su carro de compras con alimentos que tienen un significado que va mucho más allá de lo observable. Llegar a la feria “es una elección de vida, del modo de consumir alimentos, y eso genera un cambio”. “Una apoya esta decisión, que es política”, refuerza. Lorena entiende que apostar como consumidora por la agroecología no debe ser sólo una postura, una moda, sino que debe formar parte de un proceso que se debe hacer carne a medida que se toma conciencia de las profundas implicancias de optar por uno u otro modelo agrícola. “No es cuestión de llenar tu casa de estos productos de un día para el otro sino de ir eligiéndolo de forma consciente”, propone.
En esa elección, de un individuo como Lorena, de cientos como los que recorren la feria, de miles que eligen estos espacios en la provincia se ponen en tensión cuestiones como la contaminación, el desperdicio de alimentos o la calidad sanitaria de los procesos productivos. El libro ‘El gran robo de los alimentos’ de la organización internacional Grain explica estas cuestiones: Las redes de instalaciones pequeñas y medianas que producen alimentos para consumo regional, dispersan el riesgo sanitario y lo diluyen. En cambio, “un sistema mundial construido en torno a enormes y concentrados criaderos industriales fabriles genera lo opuesto: acumula y magnifica los riesgos, sometiendo ciertas áreas a una contaminación ambiental de tipo industrial”. Además, “el sistema agroalimentario industrial descarta cerca de la mitad de toda la comida que produce, en su viaje de los establecimientos agrícolas a los comerciantes, a los procesadores de comida, a las tiendas y a los supermercados”.
Ampliar horizontes
Pero la feria por ahora sólo alcanza a una pequeña porción de la población cordobesa. Que los sectores populares puedan acceder a este tipo de productos es un desafío que ya está planteado entre los feriantes. “Estamos trabajando para poder ser itinerantes y salir a los barrios de Córdoba. Acá se queda chico”, apunta Florencia Tricarico del Movimiento de Agricultoras y Agricultores Urbanos. La mujer explica que es posible “elaborar precios justos y llevarlos a otros barrios”. La meta es “que no sólo se alimente sano la gente que tiene plata sino que también pueda hacerse esto en los barrios populares”.
Mientras busca ampliar sus horizontes, la feria ya es valorada como “una experiencia excelente para las economías domésticas que producen para autoconsumo y traen su excedente”. Desde el Movimiento de Agricultoras y Agricultores Urbanos apuestan a ofrecer una diversidad de producciones propias y de organizaciones amigas. “Tenemos una economía campesina, en vez de ofrecer un producto en especial, buscamos tener mucho de todo. Hacemos hortalizas, traemos papa, molemos polenta de maíz, hacemos harina integral, traemos miel, dulces y arropes del Movimiento Campesino”, detalla. La feria fue un canal para fortalecer toda esa red de trabajo, y a la vez son este tipo de organizaciones las que nutren a este novedoso espacio de encuentro para los vecinos cordobeses.